Dylan estaba sentado en el tejado de la casa. A Irene nunca le gustó que ese fuera su lugar de reflexión, porque temía a las posibles caídas, pero desde niño, Dylan se las ingeniaba para llegar al ático y salir por la ventana que conectaba con la escalinata. Esa noche, él estaba ahí, con una botella de cerveza, repasando en su cabeza la última vez que vio a dos personas cercanas a él que habían muerto. A su abuelo lo vio once meses atrás, en navidad, en ese entonces nadie tenía idea del cáncer que crecía en su cuerpo y que se expandía sin misericordia, habló con él por teléfono e hizo videollamadas, pero esa navidad fue la última vez que estuvo con él. Por otro lado, no había cruzado palabra alguna con su amigo, desde hace tres años, cuando discutieron en el sótano de la casa de Riley, cuando Dylan lo descubrió con la aguja en su brazo, después de dieciocho meses sin consumir sustancias. Una pelea fue la última interacción que tuvo con el amigo con el que había crecido y vivido los mejores momentos. Estaba sumergido en sus pensamientos y penas, que no notó cuando Brenda se unió a él.
—¿Qué haces aquí? — preguntó ella, mientras subía las escaleras—. Te vi desde abajo y te grité, pero no me contestaste.
Dylan la miró. En ese intercambio de miradas, Brenda notó que su hermano había estado llorando y lo afirmó cuando se sentó a su lado y lo pudo ver mejor.
—Estoy pensando. Mañana será un día de…un día difícil.
—Dilo. Será un día de mierda.
Dylan sonrió.
—Un día de mierda—repitió él y dio un trago—. Bren, ¿por qué no me lo dijiste? Sobre Riley.
—Mamá y papá no querían que lo supieras antes, por lo menos no hasta que estuvieras aquí y pudieran decírtelo frente a frente. No sabían cómo hablar al respecto. No los culpes, también resintieron la noticia, lloraron mucho por él, incluso el abuelo lo hizo cuando se enteró y él ya estaba muy débil en ese momento. ¿Cuándo fue la última vez que ustedes dos hablaron?
Hubo un largo silencio, que demostró el arrepentimiento que había comenzado a generarse desde el momento en el que se enteró de la defunción.
—Hace tres años. Tuvimos esta fea pelea, ¿recuerdas? Le dije cosas horribles, pero él no me dijo nada. No sé si no quiso hablarme o estaba muy drogado como para hacerlo. Ni siquiera sé si recordaba todo lo que le dije y simplemente para él desaparecí de su vida sin dar una explicación.
—Nunca me contaste que fue lo que pasó.
Otro silencio.
—Lo que pasó no tiene importancia ahora. Rally está muerto. Le dispararon porque mató a una persona en un asalto e hirió a otra, sin mencionar todas las demás cosas que hizo en el pueblo.
Dylan pronunció esas palabras con un tono que irradiaba sarcasmo. Él quería convencerse de que Riley ya no era el niño con el que jugaba en el parque, con el que asistía a la escuela, con el que conversaba sobre cualquier tema. No; ya no quedaba nada de esa inocencia en él. Su vida había tomado otro rumbo, uno muy lejano a lo que Riley Myers solía ser. Dylan no podía llorar por el drogadicto, asaltante y asesino en el que se había convertido.
—Aun así, él era tu mejor amigo.
—Los últimos años fueron un infierno para él, estoy seguro. Eso pasa con los que recaen.
Brenda lo abrazó y le dio un beso en la mejilla. Dylan sintió una gran opresión, quería seguir hablando sobre Riley, pero no se lo permitió, por lo que cambió de tema.
—¿Qué pasó con Connie? Antes de responder, Brenda bostezó y se frotó los ojos.
—Nuestra hermana, de diez años, ha sido reportada tres veces en el último mes.
—¿De qué hablas? ¿Por qué?
—Pregúntales a las narices de los niños a los que golpeó. Ella dice que fue en defensa propia porque la molestan. El director escuchó todas las versiones, pero Connie fue suspendida una semana, eso ocurrió hace un mes.
Dylan exhaló un suspiró lleno de fastidio.
—¿Por qué nadie me lo dijo? — preguntó él molesto—. También es mi hermana, Brenda, tengo derecho a saber lo que le pasa.
—Mamá y papá…
—¡Por favor! — interrumpió él en una exclamación—. No me digas eso. Estudié en la ciudad y ahora vivo allá, eso no significa que tengan que excluirme de los asuntos importantes de la familia.
—Lo siento. Ya había mucho estrés con lo del abuelo y los constantes reportes de Riley, todos en el pueblo sabían que él estaba en grandes problemas y en asuntos turbios. Pero también sabían que él era tu mejor amigo. En todos lados nos señalaban por eso.
Dylan no dijo nada más, solo consumió lo que restaba de su cerveza de un solo trago y arrojó la botella al patio, escuchó cuando se rompió, pero no le importó.
—Vamos a dormir. Mañana tenemos un día de mierda, ¿no? El servicio comienza a las diez de la mañana.
Dylan asintió y los dos entraron de nuevo por la ventana. Bajaron del ático y Brenda se despidió de él para dirigirse a su habitación. Dylan también lo hizo; se recostó en su cama y miró al techo hasta que se quedó dormido.
Editado: 04.11.2024