Después de la inhumación se realizó una reunión en casa de los Vega. Comieron y bebieron algunos de los bocadillos que el mismo servicio de la funeraria se había encargado de preparar. Las personas que asistieron compartieron muchas historias sobre Samuel, recuerdos que lograron alegrar un poco a la familia después de esa perdida. Dylan escuchó las historias, pero no reía ni sonreía como los demás. Se alejó del grupo y fue a la habitación de su abuelo. El cuarto estaba en la primera planta, permanecía limpio, la cama estaba tendida y no había polvo en los muebles. A Samuel no le hubiese gustado que su recámara se llenara de polvo y tierra pues era un hombre muy pulcro, incluso obsesionado con la limpieza. Sabía que su papá no permitiría que esa habitación se viera abandonada. Dylan observó las fotos familiares que tenía ahí, sus libros, su pequeño altar, las fotos sobre una mesa, incluso Samuel tenía ahí una foto de su nieto y Riley cuando se graduaron de la preparatoria, ambos vistiendo togas y birretes. Al verla, Dylan le dio la vuelta. Solo quería que ese día se terminara.
Durante la cena del día siguiente, todos estaban reunidos en la mesa, el silencio era incómodo. El único ruido que había era el de los cubiertos que ocasionalmente golpeaban los platos, el cristal de los vasos de agua contra la mesa y algunos suspiros. La única que hacía algún otro ruido era Connie, que tarareaba. Después de unos minutos, Brenda habló, harta del silencio que nunca había en su casa. En un hogar en el que siempre había ruido nada molesto, sino el sonido de las voces, las risas, la televisión y las canciones.
—¿Cuánto tiempo te quedarás? —preguntó dirigiéndose a Dylan.
En sus pensamientos, todos agradecieron que ella rompiera con ese silencio que estaba tornándose molesto, sin embargo, no había ánimos para otra cosa.
—Solo un par de días. Rose quería venir, pero le dije que no era necesario— respondió—. Tal vez me vaya el domingo y volveré para navidad.
—¡No! — exclamó Connie—. Apenas hemos podido pasar tiempo juntos.
Dylan estuvo a punto de decirle que el único motivo por el que había regresado al pueblo era para asistir al funeral de su abuelo, no para vacacionar, pero no pudo, porque sabía que eso sería muy cruel para ella. Connie también había perdido a un ser querido y estaba pasando por una situación muy complicada.
—Haremos algo antes de que me vaya—prometió y Connie se conformó con eso.
La niña volvió a concentrarse en su comida. Minutos después, cuando la más pequeña terminó de cenar y se retiró, Dylan aprovechó la ausencia de su hermana menor para hacer las preguntas que había estado guardando.
—¿Qué pasó con Connie? ¿Por qué golpea niños y rompe narices?
—Ella dice que la molestan—dijo Irene—. Sabes que le cuesta mucho concentrarse.
Dylan torció los ojos.
—Connie debía estar en una escuela especial—dijo Dylan—. Ella es brillante pero esos niños son…
—Sabes que no podíamos pagarla—interrumpió Thomas —. En los últimos años logró adaptarse bien. Pero a partir de que el abuelo se agravó, su comportamiento cambió.
—Papá, tal vez yo pueda llevarla con otro doctor en la ciudad. Hay muchas opciones, el mundo es más grande que solo Forest Village.
Irene miró a su esposo y negó con la cabeza, Dylan se dio cuenta de ese gesto, sabía perfectamente lo que significaba. Ese no era el momento para hablar sobre el tema, no después de haber enterrado a Samuel Vega hace menos de veinticuatro horas.
Dylan también lo entendió y decidió no presionar más a su familia.
—Hablé con el padre Dan ayer—dijo—. Dios, no me di cuenta de lo mucho que lo extrañaba.
—Es un buen hombre y un gran amigo— opinó Brenda—. La ceremonia fue hermosa y no lo digo porque haya sido la ceremonia del abuelo, en verdad fue hermosa.
—Si—susurró Irene. Carraspeó y habló en voz alta—. También hablaste con Joyce, ¿verdad? —Dylan lo confirmó—. ¿Cómo está?
Dylan miró su plato de comida y jugueteó con el tenedor y la ensalada, lo cual hizo a modo de distracción porque no sabía cómo responder sin sonar agresivo.
—Perdió a su único hijo, mamá. No puede estar peor.
—Pobre mujer—dijo Irene—. Sufrió mucho en los últimos años. No puedo imaginar su dolor.
—Darle la espalda tampoco ayudó—susurró como un comentario para sí mismo, no para sus papás, pero aun así supo que ellos también se habían apartado de ella y Riley en los momentos más complicados.
Dylan sintió la pesadez de los ojos de sus padres y hermana. Se arrepintió de inmediato por lo que dijo y alzó la mirada.
—No me refería a eso…quiero decir que…yo fui el primero en darle la espalda a Riley. No supe por lo que estaba pasando y todo el pueblo se enojó con él y por lo tanto con Joyce. Dejaron de hablarles, pero yo fui el primero en hacerlo.
—Yo no—dijo Brenda y llamó la atención de todos—. Ella no me hablaba porque no quería incomodar a nadie, pero cuando nos encontrábamos, el abuelo y yo conversábamos con ella. Nos vimos varias veces en el supermercado, en las calles o en la entrada de la iglesia. El abuelo era quien la saludaba y siempre lo hacía con una sonrisa sincera.
—¿Hablaba sobre Riley?
Editado: 04.11.2024