El espectador

PARTE 1. CAPÍTULO 10

Rose se había quedado muy preocupada por la conversación que tuvo con Dylan, así que al caer la noche él volvió a llamarla, sonando mucho más tranquilo y prometió que estaba bien al igual que toda su familia, con eso Rose se sintió mejor y la conversación concluyó.

Se acostó en su cama, pero no tenía sueño, así que pasó varios minutos con el celular entre sus manos, mirando fotos y videos en diferentes aplicaciones. Cuando se aburrió y poco después su celular se descargó, dejó el teléfono en el buró y se acomodó en su cama listo para dormir.

Dylan no era de los que recordaban sus sueños, eran muy pocas las ocasiones en las que despertaba con la intención de contarle a alguien lo que había soñado. Pero esa noche, soñó.

En su sueño estaba él, parado en medio de una habitación que era imposible de reconocer puesto que no había ningún mueble o pintura. Un hoyo apareció en el piso, Dylan no quiso acercarse porque tenía miedo, pero no tuvo que hacerlo ya que del agujero comenzó a brotar algo negro y viscoso, él retrocedió cuando notó que unas manos largas y huesudas provenían de ahí. Una cabeza se asomó, pero no había un rostro reconocible. Dylan perdió la fuerza de sus piernas y se dejó caer hacia atrás.

—No, por favor, no—susurró.

Tenía miedo de lo que se asomaba, pero lo que más lo perturbaba era que pensaba que una vez que reconociera el rostro, se daría cuenta de quien era. Estaba seguro de eso. No había dejado de atormentarlo desde el funeral.

La figura emergió por completo, estaba cubierta de barro, pero Dylan pudo distinguir parte de sus vestiduras: un traje negro. Se acercó a él y puso sus manos sobre los hombros de Dylan, él de inmediato sintió escalofríos recorrer todo su cuerpo, sintió como le encajaba las uñas y gritó.

Un sonido alarmante lo despertó, lo sacó de la pesadilla y Dylan estuvo agradecido por eso. Abrió los ojos, pero no pudo levantarse de inmediato pues su cuerpo estaba paralizado, intentó mover sus manos, pero estas solo temblaron y después de unos segundos recuperó toda la movilidad. Se alertó cuando identificó que el sonido que lo sacó de su pesadilla era la alarma de la casa. Se enderezó tan rápido que se mareó y estuvo a punto de caerse de su cama, pero no le importó. Rápidamente, observó el reloj digital a su lado. Eran las once de la noche con veintitrés minutos. Salió de su recámara y vio a Connie parada en el pasillo.

—¡Connie! — la llamó, pero ella no le hizo caso—¡Connie!

La niña giró sobre sus talones.

—Yo sé quién activó la alarma—dijo.

—Ve con Brenda, rápido.

Ella obedeció, corrió hacia la habitación de su hermana que ya la estaba esperando en el umbral de la puerta de su habitación.

—Enciérrense y no salgan.

Brenda no discutió con su hermano mayor, cerró la puerta y las dos se quedaron ahí hasta que se aseguraron de que no había ningún intruso. Dylan bajó las escaleras, Thomas ya estaba en la sala, en sus manos tenía el viejo revólver de Samuel. Nunca lo sacaba, ni siquiera para mostrarlo a sus amigos o familiares, pero con 34 los últimos acontecimientos del pueblo, decidió que era momento de tenerlo cerca por si algo pasaba. Al verlo, Dylan se estremeció, un arma nunca había sido necesaria en su casa.

—Papá—pronunció Dylan en voz baja, llamando su atención.

—Quédate aquí, iré a la cocina. La alarma ya alertó a la policía, vienen en camino.

Dylan asintió, pero no estaba de acuerdo con quedarse en la sala y dejar a su padre solo. Se preparó para ir con él, pero escuchó que alguien golpeaba las ventanas de la sala. El ruido lo alteró de inmediato pues creyó que se encontraría con el supuesto intruso. Pero no había nadie ahí. Se acercó a la ventana más grande y siguió escuchando el golpeteo de los dedos contra el cristal, y comprobó que ninguna persona se encontraba cerca y aun así lo escuchó.

Tal vez otra ventana. Pero el sonido permaneció en la misma. No era una rama golpeando el cristal, mucho menos el viento. Era un sonido uniforme: tres golpes seguidos, tres golpes con una pequeña variación de tiempo y de nuevo tres golpes continuos.

—No hay nadie aquí—dijo Thomas —, si alguien intentó entrar, se fue hace mucho.

—O tal vez solo se activó por error—dijo Dylan sin dejar de ver hacia el exterior.

—No lo creo. Estas alarmas nunca fallan.

—Siempre hay una primera vez.

—Dylan, ¿qué estás mirando?

Él negó con la cabeza. Supo que su papá no había escuchado el golpeteo de la ventana.

—Nada. Quería ver si había alguien allá afuera porque creí escuchar algo. Pero no hay nadie. Dylan se alejó de la ventana, sin darse cuenta de la figura oscura que estaba parada junto a la casa del árbol de Connie.




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