El sábado transcurrió justo como lo habían planeado. Irene y Thomas estuvieron de acuerdo con que Brenda y Dylan pasaran el día con Connie lejos de Forest Village y de la pesadumbre que se estaba generando. Vivir en el mismo pueblo monótono era difícil para Connie, se aburría con facilidad, pero era muy complicado para los mayores salir o llevarla a otros lugares, la presencia de Dylan les permitió pasar un poco de tiempo fuera del pueblo, haciendo actividades diferentes que resultaron muy divertidas para la niña. Lo primero que hicieron fue ir al cine, después del mediodía comieron en un restaurante, Connie pidió hamburguesas con papas al igual que Dylan, Brenda se conformó con una empanada y ensalada ya que cuidaba mucho su alimentación y al final volvieron al pueblo y la llevaron al parque, donde se encontró con su amiga de la escuela, mientras sus hermanos mayores la veían desde una banca en la que estaban sentados. Dylan agradeció que durante ese tiempo Brenda no hablara sobre los acontecimientos del pueblo, mucho menos de Riley. Dylan no dejaba de pensar en él y a pesar de lo mucho que se esforzaba por sacarlo de su mente no lo conseguía. Así que agradecía que nadie más lo mencionara y complicara su intención.
Por un momento, mientras veía a su hermana jugar, se sintió en paz. Respiró el aire limpio de Forest Village. Eso era algo que le gustaba mucho del pueblo, que siempre mantenía el olor del bosque, la naturaleza rodeaba el pueblo, los árboles desprendían su aroma y su verdor era una pintura, no había muchos automóviles, así que se podía apreciar el sonido de la naturaleza, los pájaros, el fluir del agua, el aire que acariciaba las hojas de los altos árboles. Esa era la paz que añoraba mientras estaba en la ciudad y era justo lo que estaba viviendo y disfrutando en ese momento. Y durante esa calma, recordó algo más de su vida a lado de Riley, cuando ellos dos iban a ese mismo parque, solo a conversar, sentados en el pasto, con las espaldas recargadas en uno de los árboles, compartiendo los audífonos para escuchar las canciones que ellos eligieran, con una fruta en sus manos, con el aire tocando sus rostros. Ante esa memoria, Dylan no se sintió mal, ni triste o culpable. Ni siquiera pretendió recordar de lo que hablaban porque habían sido muchas las ocasiones en las que iban ahí solo a hablar de tantas cosas buenas o malas que intentar recordarlas era inútil. Era la primera vez que sentía paz después de que se enteró de la muerte de su mejor amigo, las ocasiones anteriores habían estado repletas de miedo, sobre todo porque estuvo rodeado de las alucinaciones que no conseguía explicar. Lo único que se le ocurría era que el estrés estaba provocándole todos esos pensamientos, pero ahora que estaba tranquilo, se permitió recordar a su amigo sin la carga emocional que conllevaba.
Cuando se hizo más tarde, los tres hermanos volvieron a casa. Irene y Thomas se habían encargado de preparar pizzas, que eran la especialidad de la familia Vega. Se reunieron en la sala y vieron la película que fue elegida por Connie y más tarde vieron otra que Irene escogió. La menor comenzó a quedarse dormida antes de que comenzara la segunda película, por lo tanto, Dylan la cargó y la llevó a su recámara, la recostó en la cama y la observó por algunos segundos. Estuvo a punto de salir de la habitación, pero la voz de su hermana llamándolo por su nombre lo detuvo. Dio media vuelta, ella seguía acostada, tapada con las cobijas, pero sus ojos semi abiertos estaban puestos sobre su hermano.
—¿Te irás mañana? — preguntó ella. Dylan lo confirmó con un asentimiento—. ¿Ya hablaste con Riley?
Dylan frunció el ceño, confundido, se acercó a la cama, se arrodilló junto a ella y la tomó de las manos mientras jugueteaba con sus pequeños y delgados dedos.
—¿A qué te refieres? — preguntó a su hermana.
—Soñé con Riley ayer, antes de que se activara la alarma. Él estaba parado frente a mi cama, me asusté cuando lo vi, pero después me llamó “ranita” como solo él lo hacía y supe que era él. Me dijo que quería hablar contigo pero que tú tenías que encontrarlo.
—¿Encontrarlo en dónde?
—En sus memorias, en todo lo que vivieron juntos. Dijo que no lo has hecho porque eres muy terco. Y que también hay alguien que te está molestando y que por eso activó la alarma de la casa, para que despertaras y esa cosa no te molestara más. Me avisó que lo haría, para que yo no me espantara.
Dylan se sentó en la cama. Su hermana se enderezo para mirarlo mejor.
—Connie, ¿estás segura de que fue un sueño? — ella lo confirmó—. ¿Fue todo lo que te dijo?
Ella meditó su respuesta por unos segundos que se hicieron eternos para Dylan. Volvió a preguntarle y Connie respondió.
—Una palabra: morsa. Dijo que te dijera “morsa”.
Dylan palideció y la expresión en su rostro cambió mucho, tanto que Connie le preguntó si estaba bien. Él no quiso preocuparla, respondió positivamente y le deseó una buena noche. Ella se acurrucó en su cama y cerró sus ojos. Dylan salió de la habitación, pero dejó la puerta abierta. Volvió con su familia y se sentó en el sillón.
—¿Todo bien con Connie? — preguntó Brenda sin dejar de ver la televisión.
—Si, todo bien— respondió y durante una hora y media miró la película sin realmente prestarle atención. Sus ojos estaban puestos en la tele, pero sus pensamientos estaban en lo que su hermana le había confiado.
Morsa. Encontrarlo en mis memorias.
Esa noche, después de que la película terminó y todos fueron a sus habitaciones para descansar, Dylan se quedó en la sala, analizando esa palabra y recordando algo que él y Riley compartían.
Editado: 04.11.2024