El esposo de mi hermana

*3*

Alejandro se sentó en el borde del corredor, apoyó sus pies en el césped y le dio un vistazo al jardín. Rosas, margaritas, azucenas. Nada se comparaba con su belleza, con su manera de hacerlo sentir; de hacerlo vivir. Dio una calada al cigarrillo. Solo eso, “el viaje”, “el despertar”, se asemejaba a aquella sensación de placer y éxtasis que le proporcionaba Irina. Solo eso era capaz de poner sonrisas y entusiasmo donde no lo había.

Sacó el celular y abrió la aplicación. Tenía diez match y un centenar de conversaciones pendientes, así que empezó a contestar.

“Si, nena, yo también te amo”…“Por supuesto que me gustaría tener una familia contigo”… ¿Qué tal si nos vemos el sábado?”… “¿Te gusta el sadomasoquismo?

—¿Qué haces aquí? —escuchó la voz de Derek.

Como pudo se levantó y ocultó el cigarrillo.

—Buenas tardes, hermanito. Estoy bien, gracias. Tú ¿cómo estás?... Imagino no muy bien porque traes una cara… Ah, cierto que así la traes diariamente.

—No te hagas el gracioso conmigo. ¿Por qué no estás en clases?

—No seguí.

—¿Qué? ¿Papá lo sabe?

—Sí, lo sabe, y le dio igual, ¿sabes por qué? porque no soy su hijo. —Derek se enredó las manos en el cabello—. No ibas a creer que seguiría tus pasos de arquitecto aburrido. Nah, eso no es lo mío.

—¿Y qué es lo tuyo? ¿Fumar marihuana?

Al verse descubierto, Alejandro sonrió con descaro y le dio una calada al porro.

—Hey, relájate. Por eso vives amargado.

—¿Que me relaje? ¿Quieres que me relaje? —Derek se puso rojo y más tenso que nunca, lo cual le daba cierto placer—. ¿Papá está aquí?

—Nah. Está demasiado ocupado conduciendo a su rebaño de ovejas descarriadas.

—Bien. —Le arrebató el porro y lo pisoteó.

—Eh, ¿pero qué haces? —espetó, en eso una mujer apareció en su campo de visión. Estaba detenida en el corredor que daba a la puerta principal, disfrutando de la vista del jardín—. ¿Quién es esa nena?

Ella se hizo consiente de que la miraban y los afrontó, para después volver a entrar a la casa.

Alejandro la siguió. Atravesó el pasillo principal y entró al recibidor, ocupado por muebles antiguos y un enorme piano de cola. Allí no estaba. Quiso subir las escaleras, pero oyó unas voces provenientes de la cocina y fue hasta allá.

—Don Cesar.

—Alejandro —sonrió, y se dieron un abrazo—. Cuanto tiempo sin verte… Ya tienes dieciocho, ¿no?

—Sí, recién cumplido. —No podía dejar de ver a aquella chica, era realmente hermosa—. ¿Y tú eres…?

Ella dudo. Finalmente, entre abrió los labios, pero su padre se adelantó.

—Es Violeta, mi hija

—Violeta, claro, la que estaba en Paris. —Una ráfaga de placer y triunfo le recorrió el cuerpo, sabía perfectamente quién era Violeta y lo que significaba en la vida de Derek y de Irina—. Un gusto conocerte, soy Alejandro —extendió su mano.

Ella la estrechó; estaba fría.

—Es el hijastro de Octavio. ¿Sabes que se casó nuevamente?

Violeta lo soltó.

—Yo… no lo sabía.

—Sí, resulta que mi viejo amigo salió más astuto que yo en cuestiones de mujeres, y hasta un bebé tienen.

—Un bebé.

—Sí, tiene un año, ¿no, Alejandro?

—Sí, señor.

—Eh… voy a recostarme un rato —le devolvió la mirada a Alejandro—. Un gusto en conocerte también —añadió, y se fue.  

—Es una mujer preciosa —comentó, mirando en dirección a la puerta en forma de arco que separaba la cocina del comedor.

—Correcto, es una mujer preciosa, y tú un niño.

—Don Cesar, yo… —El viejo cortó un trozo de sandía de un tajo.

—Ni se te ocurra tener segundas intenciones con ella.

—Sería incapaz.

—Incapaz. Incapaz —rio, mientras disfrutaba de la fruta—. ¿Me ves cara de tonto o crees que no sé de tu jueguito con Irina? … Espero no hayan hecho alguna estupidez que termine arruinando la vida de ambos… Ah, y deja de meterte tanta droga si no quieres terminar como el hermanito de Derek. Tres metros bajo tierra. 

 

 

 

****

 

 

Derek se topó con ella en las escaleras. Violeta quise moverse. Èl también. Y al final ninguno se movió.

—Eh, yo… ¿cómo les fue en la cita?

—Será un varón  —soltó. ¿Por qué había dicho eso, ella solo preguntaba cómo les había ido, no qué sexo era el bebé? Violeta sonrió, tímidamente, bajando un poco la mirada. Un ángel. Sí, eso parecía ella—. Él bebé está bien, pero Irina debe seguir guardando reposo por prevención —agregó.

—Ya… ¿Y tú?



#615 en Novela romántica
#235 en Chick lit

En el texto hay: amor, embarazos

Editado: 14.02.2024

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.