Cesar caminó despacio.
Bueno… no era que quisiera ir despacio, era que sus pies se habían vuelto lentos y torpes con el pasar de los años y de aquella enfermedad.
Pero su oído no. Su oído estaba intacto y podía escuchar con claridad el sonido de aquel piano.
Cuanta nostalgia. Cuantos recuerdos salían a flote.
Bajó las escaleras y allí estaba ella y esa melodía.
Esa melodía que iba y venía, como los destellos de un sol en una tarde lluviosa.
Sus dedos se deslizaban tan rápido que llegaba a perderlos de vista y su cabeza se movía al ritmo del tiempo y de la nostalgia.
No quiso interrumpirla, ella estaba tan concentrada que ni siquiera notó su presencia. Pero él sí. Él sí pudo notar su tristeza. Su dolor.
Terminó la pieza abruptamente y se quedó viendo a la nada. Entonces, él posó una mano sobre su hombro y ella se giró.
—Papá.
—Eres la reencarnación de tu madre —dijo.
—Pensé que su reencarnación era Violeta.
Cesar negó con la cabeza y le recogió un mechón de la frente, colocándolo detrás de su oreja.
—Cuanto has crecido, pero sigues actuando como una niña.
—No soy una niña. Soy una mujer —espetó, y se puso de pie.
Él sonrió.
—Todos dicen que Violeta es idéntica a Nora, pero tú te pareces más… ¿Sabes por qué? —Irina negó con la cabeza—. Porque eres igual de pasional que ella, siempre queriendo a fuerza lo que parece imposible tener.
—¿Eso es un halago o una crítica?
—Tómalo como quieras… ¿Por qué tocabas esa melodía tan triste?
—Yo… Hoy se cumplen dos años de la muerte de Abril —respondió.
—Cierto. Discúlpame, lo olvide.
—¿Era para ella?
—¿Qué?
—Esa melodía.
Irina asintió.
—¿Quieres ir a visitarla?
Sus ojos se iluminaron.
—¿En serio? Pero el doctor dijo…
—Te llevaremos en la silla de ruedas. Claro, si quieres.
—Por supuesto que quiero. —Ella le dio un rápido abrazo que lo tomó por sorpresa, no era que Irina y él se llevaran mal, pero ella no solía ser muy demostrativa—. Gracias, papito. Te amo —musitó, mirándola a los ojos.
Él sonrió y volvió a refugiarla en su pecho.
—También te amo, mi solecito.
Cuando llegaron al cementerio, Caridad se encargó de empujar la silla y él se limitó a seguirla.
Una vez frente a la lápida, que decía Abril Sofía, siempre vivirás en nuestro corazón, Irina colocó los juguetes y se echó a llorar.
Cesar se mantuvo al margen, recordaba perfectamente aquel trágico día, Irina tuvo dolores y a causa de una grave infección, tuvieron que sacarle a la niña antes de tiempo. La pequeña solo vivió un par de noches. Un duro golpe para la familia, pero sobre todo para Irina, que ya había tenido una perdida el año anterior.
Dio unos pasos y se encontró con la tumba de su esposa. No encontró qué decirle, y no encontró qué decirle la noche del accidente cuando tuvo que ir a reconocer su cuerpo.
Al menos ahora estaba con el hombre que amaba.
—¿Cree que fue buena idea traerla aquí? —preguntó Caridad—. ¿No le hará mal?
—Mal hace reprimir las emociones. No sacarlas.
—¿Y usted cuando dejará de reprimir las suyas?
Él rio y negó con la cabeza.
—Debería echarte por igualada.
—Écheme a ver quién se lo aguanta —soltó ella.
Irina se levantó de la tumba y ambos se acercaron.
—Quiero irme, papá.
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Violeta encendió la laptop y entró en YouTube, en casa no hacían más que hablar de la entrevista que le hicieron a Derek, y a ella le dio curiosidad.
Derek se veía más guapo que de costumbre, si es que eso era posible. Usaba un traje azul cielo que combinaba perfectamente con sus ojos y había cortado un poco su cabello, en fin, ella estaba idiotizada no solo con su aspecto físico sino por aquella sonrisa que detenía su mundo.
—¿Cómo inició Constructora O&E? —comenzó la entrevistadora, después de darle la bienvenida.
—Constructora O&E surge de la idea de dos amigos, mi padre, Octavio Espinoza y su mejor amigo, Cesar Ocampo, que veían la necesidad de crear casas económicas, en poco tiempo y de buena calidad…
Violeta intentó.
De verdad quiso seguir viendo la entrevista, pero por impulsó apartó la laptop, y se levantó.