El esposo de mi hermana

*14*

Días después

 

Derek se sentó en el banco y le dio un vistazo al cielo.

El gran manto aterciopelado y sin estrellas, acentuaba el peso de aquel recuerdo. Y su silencio. El silencio de aquella noche, traía de regreso su voz. Aquella dulce y gentil  voz que volvió a escuchar en una llamada.

—Soy yo, hijo.

Derek sabía que era ella, y aun así lo hizo. Contestó. Porque lo necesita. Porque quería escucharla una vez más, y ahora no encontraba qué hacer. Qué decir.

—Sé que me debes estar odiando —continuó la mujer—. Y es lo mínimo que me merezco… Pero quiero… Necesito que me dejes explicarte… ¿Crees que pudiéramos vernos?... Cualquier día. Cuando estés desocupado, y hablar.

Derek la escuchó. La estaba escuchando. Pero no podía dejar de pensar en aquel niño de diez años al que le tocó afrontar la vida prácticamente solo. No podía dejar de pensar en Daniel. Y en su muerte. En las terroríficas noches de pesadillas. En las navidades vacías.  En su partida.

—Usted y yo no tenemos nada de qué hablar —espetó, y colgó el teléfono.

—¿Y esa cara? —la voz de Violeta lo regresó al presente.

Él sonrió. De cierta manera, su presencia lo alivió.  

—Solo miro… Una hermosa vista, ¿no?

Ella se mostró desconcertada, y se sentó a su lado.

—¿Quieres contarme qué pasa?

Él trago grueso, sin mirarla a la cara. Perdiéndose esta vez en el azul turquesa de la piscina.

Y sacando a flote tus sentimientos, decidió que no quería mentirle. No a ella.

—Es mamá —confesó—. Me llamó.

—Tu madre. —Violeta abrió los ojos—. Vaya.

—Quiere que hablemos.

—Pero eso es… ¿No estás feliz?

—¿Cómo voy a estar feliz? Ella… Bueno, tú sabes perfectamente lo que hizo… Y diecisiete años después pretende hacer como si nada hubiera pasado… Lo siento, no puedo estar feliz.

—¿Entonces?... ¿Qué sientes?

—Yo…—suspiró—. Es solo que no esperé que esto fuera a suceder después de tanto tiempo.

—Creo que es lo que siempre quisiste, ¿no?… Que ella volviera. Que te diera una explicación.

—No. Yo… —Fue incapaz de mentirle. De mentirse a sí mismo—. Es que no hay ninguna explicación. No una justificable. Ella me abandonó.

—Yo también lo hice.

—Pero tú… Lo tuyo fue distinto…

—¿Por qué? Porque a mí me violaron.

—No —la voz se le quebró—. No lo repitas, por favor.

Ella esquivó su mirada y se quedó pensativa unos segundos. Estaba seguro que pensaba en eso. En la violación. Lo sentía. Lo veía en su mirada que se había tornado tan vacía y melancólica como aquella noche. Y tuvo ganas. Unas inmensas ganas de arrancarle aquel dolor de un tajo. De borrar todas aquellas cicatrices que el tiempo había dejado. De volverse un escritor como ella, y reescribir su historia.

—Creo que debes darle una oportunidad a tu madre —dijo ella, volviéndolo a mirar.

Él esbozó una sonrisa, picara. Definitivamente, ella lo hacía olvidar cualquier tristeza.

—Se la daré. Si tú me la das a mí.

—Derek.

—Sabes cuál es la diferencia entre mi madre y tú… Que yo siempre supe por qué mamá nos abandonó. En cambio contigo, yo… Nunca estuve convencido… Es como cuando te quedas con esa sensación de que hay algo más. Una duda. Algo que quedó inconcluso… Yo sentía que… Que tú no habías dicho la verdad… No toda la verdad…

—Entonces, ¿por qué no fuiste por mí? ¿Por qué no fuiste por aquella explicación?

—Por cobarde. Por eso no fui, pero yo…Nunca que te dejé de…

—Derek, basta. No más.

—Bien —bufó—. ¿Quieres ir conmigo a la playa?

—¿Qué? —rio—. ¿Te has vuelto…? —Derek acercó sus labios, un leve roce que alteró la respiración de ella, y despertó los sentidos de él—. Loco —completó con la voz temblorosa.

—Lo estoy… Por ti.

Violeta se aclaró la garganta, mostrándose tensa, y adivinando su próximo movimiento, él posó su mano sobre la de ella, y añadió:

—No te vayas, por favor… Al menos esta noche hagamos como si nada hubiera pasado… Como si no hubieran transcurrido estos nueve años y aun fuéramos novios… Como si aún pudiéramos amarnos libremente… Regresemos, Violeta, regresemos, a ese pasado en que fuimos felices.

Ella no dijo nada, apoyó su cabeza sobre su hombro y se quedó allí, quieta, como sus esculturas, mientras él echaba a andar su imaginación. Mientras viajaba en el tiempo, y tenía la oportunidad de tomar nuevas decisiones. De ir por ella. Y cambiar el rumbo de aquella historia a una con final feliz.

 

 

 



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En el texto hay: amor, embarazos

Editado: 14.02.2024

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