La vida realmente era como una montaña rusa, llena de emociones y sentimientos inesperados. Cada recuerdo en mi vida fue maravilloso, incluso aquel día. No, de echo todo ocurrió de noche, eran a penas las 8:00pm de ese miércoles 03 de junio; exactamente hace cuatro años Fatih llegó a mi casa con un ramo inmenso de rosas rojas, era un momento especial cumplíamos dos años de relación. Me negué a creer las palabras que salían de su boca «Cásate conmigo»… la frase se repetía una y otra vez por mi cabeza hasta que acepté.
Terrible decisión. Al principio fue una situación complicada para nuestras familias, pues no había tanta armonía ni comunicación, éramos de mundos totalmente opuestos, mi familia se dedicaba a la pesca, mientras que la familia de Fatih se sostenía a través de un restaurante. Cuando acepté aquella propuesta, en vez de celebrarlo con saltos y abrazos fuimos opacados por los gritos de nuestras familias.
Nuestra boda no tardó mucho, ambos estábamos felices de haber cumplido nuestro deseo, pero que seguía después de eso… Fuimos a parar en una casa de alquiler, Fatih y yo no terminábamos la universidad y era complicado vivir el día a día como recién casados en una ciudad nueva y bulliciosa. Aunque para ser sincera eso no fue lo más complicado, pues mi adorado esposo comenzó a construir un sueño algo trivial. Junto a su (en ese entonces) amigo iban indagando algo que a palabras de Fatih sería perfecto. Dos meses después el amigo desapareció con todo el avance obtenido y el dinero invertido.
De un momento a otro, caímos en banca rota, tuve que ir muchas veces a las faldas de mi familia a suplicar apoyo, mientras que Fatih no hacía nada por enmendar sus errores. Lo culpe muchas veces, por todas las desgracias que acontecían y fue así como poco a poco mi amor hacia él se fue desvaneciendo.
No obstante aún quería luchar por nuestro joven matrimonio, tomé la responsabilidad económica y me propuse ayudarlo a cumplir con sus sueños. Me pasaba de siete del día hasta la media noche en tres empleos, con tal de verlo feliz. Dejé la universidad, por falta de tiempo y dinero. Fatih por su lado, seguía siendo rechazado una y otra vez, por cada empresa en la ciudad. Se negaba a olvidar aquel proyecto y ya ni me consideraba parte de su vida. Se olvidó de mi presencia y su ignorancia fue la clave que terminaría con nuestro amor.
Firme el divorcio sin ninguna vuelta atrás. Estaba cansada de ser la única que luchaba por conseguir algo de atención y no quería seguir sufriendo, no sola.
Regresé a la casa de mis padres y terminé una carrera técnica en poco tiempo. Sin embargo, no fue fácil conseguir empleo, de echo ayudé a mí madre por unos meses hasta que una empresa prestigiosa de Estambul abrió una cede en mi ciudad. Presenté los documentos pertinentes y esperé aquella ansiada llamada.
Quince días después llamaron, no podía creerlo, sería asistente del gerente de aquella cede y estaba muy emocionada. Recuerdo mi primer día de trabajo, era tan inexperta y tuve que intentar muchas veces captar todo de manera rápida. Algo que ya no se me complica.
—Sigues divagando en tus recuerdos —preguntó Arzu (mi amiga en la empresa).
—Intento matar el tiempo —respondí con desdén.
—La junta terminará en tres minutos —informó acomodándose en su escritorio.
Asentí manteniendo la calma, aliste todo para que mi jefe se disponga a ordenar sinfines de cosas. Cuando a penas llegué todo era tan complejo y nuevo que no podía acostumbrarme. Arzu fue la única que me ayudó y no se negó a darme una mano, fue la que escuchó mi historia sin juzgarme y fue la que me animó a no rendirme.
Y si, el sol parecía haber llegado a mi vida, tenía el empleo que deseaba, una vida tranquila y sin preocupaciones. Lo más importante, tenía a Fatih a miles de kilómetros de distancia. Pues luego del divorcio Fatih y su familia tuvieron que mudarse para Estambul, así que su presencia no era gran problema para mí.
—Muchas gracias a ti —dijo el señor Tijhar (mi jefe) saliendo de la sala de reuniones mientras hablaba por su teléfono. Me hizo una seña para que lo acompañará a su despacho —. Si, no se preocupe. Lo dejaré en las mejores manos —finalizó haciendo un guiño.
Se acomodó en aquella silla giratoria y tomó algunos documentos que tenía sobre la mesa.
—Escucha, necesito que prepares un informe de nuevo ingreso, muy pronto llegará personal nuevo a nuestra empresa y debes ser muy minuciosa.
—Si, señor Tijhar. No se preocupe —respondí ágilmente.
—Aysel, tengo que volver a Estambul —anunció mientras se sostenía en el borde de su escritorio —, hiciste un buen trabajo mientras estuve, eres muy…
—No lo diga —dije interrumpiendo sus palabras —. Sería demasiado triste oírlo despedirme.
El señor Tijhar se echó a reír al ver mi reacción, no contuvo sus carajadas y continuó riéndose como un niño.
«Acaso se está burlando de mí…» pensé mientras sostenía un litro de lágrimas en los ojos.
—De qué despido estás hablando… No haré tal cosa —dijo mientras intentaba calmar sus risas.
—Señor Tijhar, usted parecía dar un sermón de despido… —tartamudeé entre susurros.
—Señorita Aysel, es la mejor en su trabajo, porqué razón la despediría, en fin no alarguemos esto, necesito los informes en dos horas, me iré hoy por la tarde.
—Entiendo, me retiro señor Tijhar.
***
—De no haberse reído, juro que me ponía a llorar en ese instante —dije mientras la impresora iba recopilando todos los informes.
—Vaya… por un segundo creí que te había golpeado —respondió Arzu.
—Fue muy difícil llegar aquí, por eso no pude contener las lágrimas. El señor Tijhar nunca me haría tal cosa.
—De todas maneras, solo debes decirme si algo así sucede, puedo llamar a los de seguridad y echar a los abusadores.
Salí entre risas de la sala de impresiones y me dirigí al despacho del señor Tijhar, cuando ingresé todo el lugar estaba vacío, habían cajas acomodadas sobre el escritorio. Dejé los informes y cuando estaba a punto de retirarme, vi un portafolio rojo con papeles sobresalientes.