El fin de los vampiros?

Capítulo 3

Médora

 

He sido comprada por un vampiro, y no cualquier vampiro, sino el peor de todos, su rey, Erekai; del que aquellos que estaban presos conmigo me habían hablado... Mamá nunca mencionó estos seres, me sentía consternada, o tal vez estaba en otro lugar y no en el mundo del que provenía mi madre.

 

Mi nuevo amo me sacó de aquel lugar a la rastra mientras yo intentaba cubrir de alguna manera mi cuerpo desnudo. En el exterior había otros como él, eran todos seres muy altos, de cuerpos musculosos, pero esbeltos, sus pieles eran extremadamente blancas, en contraste con sus cabellos oscuros y sus ojos tan negros como agujeros en sus rostros. Tenían aspectos lívidos, sus caras eran huesudas y afiladas y con surcos rojizos bordeando sus pestañas.

 

Estaba estupefacta mirándolos cuando una túnica enorme pasó por mi cabeza, El rey vampiro me envolvió en ella y levantándome como si yo fuera una mosca, me colocó con el vientre hacia abajo sobre una bestia que resopló al sentir mi peso, este golpe me quitó un poco el aliento, y estuve al borde de lanzar una exclamación, pero el miedo me hizo guardar silencio.

 

Me quedé allí sin poder hacer nada, al principio me sentí un poco mareada, pero pronto me acostumbré a la posición. Me alegré de que me hubiera envuelto en aquella prenda, pues no me habría resultado ni digno ni agradable estar con mis partes expuestas a todo el que quisiera mirar.

 

No tardaron en hacerse oír pasos y los gimoteos de las otras chicas que estaban encerradas junto a mí, y luego de eso vino lo peor, mi captor se subió al animal y este empezó a moverse lentamente primero, para ir acelerando hasta un trote moderado. Mi estómago era golpeado rítmicamente contra el lomo de la bestia y mi cabeza se zarandeaba sin que yo pudiera controlarlo. Un nuevo malestar me embargó y sentí que vomitaría, pero aunque la náusea se hacía presente no hubo nada que saliera de mi boca más que saliva.

 

Cuando ya creí que no aguantaba más me armé de valor y comencé a quejarme.

 

— Por favor, me siento mal — dije la primera vez. El vampiro me ignoró.

 

No llevé la cuenta de cuántas veces supliqué y lloriqueé, pero considerando que habíamos salido al atardecer y era entrada la noche, cuando finalmente me prestó atención, calculé que le habría rogado más de veinte veces.

 

— Basta ya, humana. Me fastidias — gruñó soltando una palmada en mi trasero. Esto no fue en absoluto doloroso, pero sí humillante, como si fuera yo una niña.

 

A pesar de esto, jaló de mí y me colocó sentada frente a él. Entonces pude respirar mejor y calmarme, mi estómago también halló relajación poco a poco.

 

Al estar envuelta en aquella vestidura no me podía mover, por lo que contaba con que el vampiro me sostuviera. Sus brazos fuertes estaban a mis lados llevando las riendas de aquel enorme reptil que nos transportaba, esta bestia se parecía a las de mis anteriores captores, pero era mucho más grande y si lo analizaba mejor podría considerar a esta criatura como un ancestro de los caballos.

 

Avanzábamos en medio de los árboles, el terreno parecía un poco escarpado. Noté que desde que llegara a este mundo solo había visto bosques, ¿sería que no había ciudades? Recordé que mamá mencionaba pueblos, pero nunca dijo el tamaño, ni si estaban cercanos o lejanos unos de otros. Sentí curiosidad al respecto, pero no me atrevía a hablar.

 

Un tenue calor comenzó a emanar del vampiro, esta sensación me envolvió y se fue adentrando en mí, lentamente y de una manera extraña, comencé a percibir su cuerpo como si mi piel se hubiera vuelto más sensible de repente y pequeños espasmos atacaron mi bajo vientre, no comprendía lo que me pasaba. A esto se le sumaba el aroma, un olor dulce y amaderado impregnaba todo el ambiente y me daba ganas de no dejar de olerlo nunca. De pronto estuve acalorada y hubiera deseado quitarme de encima la tela con la que él me había envuelto.

 

El rey anudó las riendas frente a mí y colocó el nudo entre mis piernas levantándome un poco para que las sostuviera con mi peso. Me envolvió con un brazo y con su mano libre movió mi cabello, enredándolo en sus dedos, dejando así mi cuello al descubierto. Entonces lo comprendí. Él iba a alimentarse de mí, la mordida del vampiro era algo placentero, había comentado una de las cautivas, y por eso me aquejaban estas sensaciones, él estaba usando magia en mí, al igual que lo había hecho cuando me preguntó si era una bruja.

 

— No, por favor — musité sintiendo mi corazón acelerarse, no quería morir.

 

El brazo con el que me sostenía se movió apretando mis senos, cuyas cúspides se habían endurecido en extremo. Sentí su aliento cálido rozar mi piel y sin dilación sus afilados colmillos se clavaron en mi cuello.

 

Desde la herida se desprendían ligeros estremecimientos que me recorrían por completo y confluían en mi ingle. El animal en el que montábamos continuaba un trote constante y estos golpeteos promovían las sensaciones que acababan de despertar en mi entrepierna. Era como si algo intenso estuviera a punto de estallar dentro de mí, esto no me dejaba pensar, sabía que debía detenerlo, pero no imaginaba como.

 

— No... — gemí quedamente, mientras las sensaciones se intensificaban y se extendían hacia el interior de mis piernas, obligándome a flexionar las rodillas

 

Me clavé las uñas en los muslos, incapaz de hacer otra cosa, y entonces se detuvo. Sentí alivio, pues hoy no sería el día de mi muerte. Sin embargo, sin saber por qué, también me sentí frustrada. ¿Hubiera deseado que aquellas percepciones novedosas y excitantes continuaran?

 

Un sonrojo intenso cubrió mi rostro cuando pude pensar con claridad y darme cuenta de que había obtenido una especie de placer sexual de aquella peligrosa situación. Afortunadamente, él no me veía y no podía saber lo que yo pensaba. Ni él ni nadie podía verme, pues íbamos encabezando la comitiva. Sentí mucha vergüenza de mí misma. Mi amo no dijo nada y tardó un momento en apartar su rostro de mí, pues continuaba lamiendo aquel lugar en el que me había mordido.




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