El fin de los vampiros?

Capítulo 4

Erekai

 

Nos detuvimos a pasar lo peor del día en las cuevas de las montañas medias, antes de comenzar el camino hacia las altas cumbres, donde teníamos nuestra morada.

 

La humana era muy sensible a mi influencia, por lo que pude hacerla dormir fácilmente. Esta cualidad me serviría en el futuro. Lo intrigante era que su sangre me había saciado como ninguna otra, y su sabor era exquisito, me alegré de haberla comprado, aun cuando no desarrollara demasiado sus habilidades mágicas, ciertamente valía lo que había pagado por ella.

 

Al observarla, tendida en el piso de la tienda, pude notar que tenía frío. Recordé que estas criaturas no toleraban bien las bajas temperaturas. Debería ocuparme de mantenerla abrigada o la perdería muy rápido, aunque su muerte pronta probablemente sería inevitable, pues los humanos no vivían demasiado.

 

Busqué una piel que llevaba en el alijo y la envolví con ella tendiéndome a su lado. La cobijé junto a mi cuerpo, pero evitando que la manta me tocara demasiado, pues, contrariamente a ella, yo no soportaba el calor.

 

 

***

 

 

Médora

 

 

Había caído la noche cuando desperté, ni siquiera recordaba haberme dormido. Lo que me sorprendió fue que estaba montando al revés. Mi mejilla se apoyaba en el pecho suave del vampiro, aún estaba envuelta por aquella túnica, pero además, había una piel sobre mí.

 

Me moví y mi crisma tocó el mentón de mi captor.

 

— Quédate quieta, y descansa un poco más. En poco pararemos para comer.

 

Yo no dije nada, y aunque hubiera deseado apartarme haciendo gala de toda mi dignidad, la verdad era que tenía miedo. Me recosté nuevamente sobre el cuerpo del vampiro y hallé comodidad. Era una pose más cómoda que la anterior, o al menos así me lo parecía.

 

Estábamos subiendo una cuesta, a mi derecha podía ver que íbamos por el borde de un acantilado, todo un valle se recortaba en la distancia a la luz de la luna llena, se veía que estábamos en un lugar muy alto y sentí vértigo, por lo que me volteé hacia el otro lado, donde se alzaba la rocosa montaña, la cual exhibía algunos parches de nieve que se destacaban con mucha luminosidad, esto me hizo entender el porqué del abrigo que el vampiro me había colocado. Hacía frío, pero él no tenía ningún abrigo.

 

— ¿No tienes frío? — Pregunté sin poder contener mi curiosidad.

 

Él no respondió, no esperaba que lo hiciera, pero al menos no me maltrató, eso sí lo esperé apenas las palabras salieron de mi boca.

 

Pronto noté que el camino se volvía más llano, y minutos después nos detuvimos. Erekai se apeó y me arrastró con él. Casi no me sostengo de acalambradas que tenía las piernas por el largo viaje. Pude observar un claro delante de nosotros y por detrás, la comitiva de vampiros, la mayoría de los cuales traían también esclavas.

 

El vampiro me llevó hacia unas rocas donde me hizo sentar.

 

— Quédate aquí, volveré por ti en un momento.

 

— Necesito hacer mis necesidades — expresé rápidamente antes de que se fuera. — Me urge.

 

— En un momento.

 

Lo vi alejarse mientras fruncía todo para no hacerme encima, no tenía idea de cuantas horas llevaba sin orinar, pero debían ser muchas, pues sentía que pronto me haría allí mismo. Esperé instantes que me parecieron eternos, comencé a buscar desesperadamente con la mirada algún lugar donde pudiera hacer mis necesidades sin ser vista, pero no parecía haber refugio en ninguna parte. Cuando estaba a punto de llorar de la angustia que me dio esta situación, el rey volvió a aparecer.

 

— Sígueme, humana — ordenó y me puse de pie de un salto para seguirlo. Descendimos un tramo por la misma pendiente por la que veníamos, pero luego de unos metros nos desviamos por un sendero estrecho, este desembocaba en un arroyo pacífico.

 

Nos detuvimos allí y él me quitó las prendas, examinando mi cuerpo desnudo con detenimiento, yo quería cubrirme, pero por algún motivo no podía hacerlo.

 

— Has lo que tengas que hacer — ordenó.

 

Observé para todos los lados hasta que vi un árbol lo suficientemente ancho como para poder esconderme detrás, y me alejé hasta allí, e inclinándome sin dilación di satisfacción a mi cuerpo. Tardé bastante, pero él no me llamó ni me pidió que me apresurara.

 

Cuando regresé, Erekai no estaba donde lo había dejado, sino que habían quedado allí las pocas prendas de cuero que usaba y su espada, y estaba bañándose en el río.

 

— Ven aquí — sus palabras eran extremadamente demandantes, yo no quería meterme al agua, y aunque tenía miedo, era menos que el que había sentido al conocerlo, pues sus acciones no me daban indicios de que fuera el malvado del que hablaban.

 

— No quiero — murmuré.

 

— No fue una pregunta. Obedece, humana.

 

Su voz fue más dura, consideré continuar con mi postura reticente, pero no quise tentar a la suerte, por lo que, con lentitud, me introduje en el arroyo, pero retrocedí ante el frío del agua.

 

— Está muy fría... — me quejé al poner finalmente un pie dentro.

 

Crucé los brazos frente a mí, cubriendo mis pechos, pues los pezones me dolían de tan duros que se habían puesto por el frío, a pesar de ello, tiritando, seguí avanzando lentamente hasta llegar ante él, que tenía el agua a la cintura.

 

Al estar a su alcance estiró sus manos y me atrajo impacientemente hacia su cuerpo, del cual emanaba un calor que era antinatural a mi modo de ver, pues la temperatura del aire y del agua era muy baja. Él comenzó a frotarme el cuerpo con las hojas de una planta, empezando desde mis pies. A medida que avanzaba por mis piernas, la temperatura del agua comenzó a hacerse menos incómoda y no tardé en darme cuenta de que lo que estaba poniéndome era para que pudiera soportar mejor el frío, por lo que, aunque sentía mucha vergüenza, no me resistí a la exploración de sus inmensas manos.




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