El fin de los vampiros?

Capítulo 9

Médora

 

Después de casi un mes en el castillo de Erekai, comenzaba a echar en falta a mi familia, especialmente a mi hermana; la extrañaba muchísimo y se renovaron mis deseos de hallar la forma de regresar a casa. Busqué entre los libros información sobre portales, pero no logré encontrar nada. Probablemente, esa información estaría registrada en los pergaminos más antiguos, que estaban escritos en otra lengua.

 

Ya sentía el cansancio de estar encerrada, me encontraba abrumada por el estudio y frustrada por no obtener los resultados deseados. El vampiro no había regresado a verme, pero en ese día me hicieron mudar a otra habitación, en lo alto de una torre. Aunque era un lugar más cómodo y cálido, me hallaba mucho más aislada. Él había preparado incluso ropa gruesa para mi uso, mencionando que el invierno estaba al llegar. No podía imaginar cómo sería si ya el frío era extremo.

 

Al menos algo bueno surgió de esto: podía bajar a buscar libros cuando quisiera, lo que me daba la sensación de no estar tan confinada. Además, la chica que me atendía siempre tenía gestos amables conmigo, lo que me hacía sentir confiada. Aunque era consciente de que era una prisionera, tampoco tenía a dónde ir, por lo que fue fácil para mí aceptar mi situación, ya que no era maltratada ni estaba en una jaula.

 

El primer hechizo de protección que finalmente logré formular lo hice sobre una piedra. Decidí utilizarla como amuleto, la llevaría en un bolsillo cosido en el interior de mi capa de piel. Esperaría para ver si funcionaba y cómo funcionaba, ya que aún no lo sabía. Deseaba hablar con esa anciana que Rean había mencionado; también quería poder entender lo que decían los pergaminos viejos, pero el rey no había aparecido y dependía de él para ambas cosas, aunque si él decidía enseñarme como había propuesto yo no sabía si sería capaz de estar tranquila en su presencia, pues era muy intimidante.

 

Un día, en el que bajaba a devolver libros y buscar otros, me crucé con Rean en el salón principal.

 

— Hermosa Médora, qué placer verte — habló de manera melosa, haciéndome sonreír.

 

— Rean, el placer es mío — respondí con cortesía.

 

— Al parecer te han llevado a un lugar donde ya no puedo verte.

 

— Antes tampoco me veías, pues estaba encerrada. Ahora al menos puedo ir y venir a la biblioteca.

 

— Es cierto, es una suerte para ti que tengas más libertad.

 

— Una libertad que podría terminarse en cualquier momento — la voz de Erekai, detrás de mí, me sorprendió. Al parecer no solo a mí, sino también a Rean, puesto que había palidecido.

 

— Solo llevaba estos libros a la biblioteca — expresé volteándome rápidamente.

 

Mi corazón saltó al verlo, su expresión era realmente tétrica. Él se encontraba de pie en la escalera.

 

— ¿Y que haces aquí cotilleando? Caminó hacia nosotros lentamente, en tanto su aura de autoridad me invadía de manera asfixiante.

 

— Únicamente nos saludábamos — dije y miré a Rean que estaba por completo paralizado.

 

— Entonces, continúa tu camino, Médora — volví a saltar cuando dijo mi nombre, y asintiendo con la cabeza, comencé a retirarme a paso veloz.

 

— Y tú... — Su voz era un rugido amenazador. — ¿Creías que no me enteraría de que la has visitado?

 

— Señor yo... — Sus palabras se cortaron y me volví a mirar.

 

De algún modo, Rean estaba en el piso boca abajo y el pie de Erekai aplastaba su cabeza.

 

— ¿Acaso no sabes que la humana me pertenece? — El rey levantó el pie y lo dejó descender, golpeando con fuerza el rostro y la cabeza de Rean.

 

Lancé un grito ahogado y apretando los libros contra mi pecho, me llevé una mano a la boca.

 

Un segundo golpe me impulsó a intervenir.

 

— ¡Por favor, no! — Grité sintiendo las lágrimas mojar mis mejillas, y vino un tercer golpe.

 

Corrí hacia el vampiro y toqué su mano, para captar su atención.

 

— Por favor no lo lastimes más, él no me ha hecho nada, solo hablamos — dije entre sollozos cuando logré que me mirara.

 

Con el pié hizo girar a Rean en el piso que lo miraba con el rostro y la cabeza ensangrentados.

 

— Esta mujer es mía y nadie la mira. Si vuelvo a enterarme de que intentas algo, no vivirás para contarlo — yo estaba tan amedrentada que no podía dejar de mirar al muchacho tirado en el piso, con los ojos ahora cerrados. Volviendo a dirigirse a mí, Erekai dijo: — Y tú qué esperas, ve por los libros y regresa de inmediato a tu habitación.

 

— Ocúpense de él — oí que decía mientras yo corría hacia la biblioteca.

 

Estaba horrorizada. No podía creer que el rey había hecho eso solo porque Rean habló conmigo, yo nunca había presenciado un acto de violencia semejante. Claro que recordaba sus palabras al llegar al castillo, mataría a cualquiera que me mirara dos veces, pero una cosa era saberlo y otra muy distinta ver con mis propios ojos su furia en acción.

 

Los días que había pasado a solas me habían hecho olvidar que estaba en poder de un vampiro malvado al que todos temían. Yo debería temerle también, ya que lo mismo que le había sucedido a Rean podría ocurrirme a mí, sin contar con que alguna otra persona podría resultar herida si permitía que se me acercaran y sería una carga para mi conciencia.

 

 




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