El fracaso de Katty Thomson.

Capítulo 1:

El sonido de los trastes y el olor dulzón de los waffles inundó el apartamento como de costumbre durante diez meses, aún permanecía acostada observando a través de ventana los tonos suaves del amanecer. Aby iría a levantarme dentro de diez minutos con exactitud, aunque sabía que estaba despierta, mi mejor amiga no perdía la costumbre.

Suelo pensar como aquella morena dos años menor, pero de alta estatura, había sido mi salvación. Éramos amigas desde que tenía cinco años y ella tres, me había cuidado desde entonces, mi ángel, eso era para mí.

Rodé los ojos al escuchar como alguna canción de BTS, se alzaba por los parlantes llenando de una energética vibra la mañana — ¡Es hora de levantarse! — gritó abriendo la puerta del golpe haciendo que mi pobre cuadro se balancee, cayendo al piso. 

— ¡Aby! — chillé de nuevo, como todos los días — ¿Qué hemos hablado de entrar con suavidad? Ahora tendré que colgarlo, otra vez.

Se encogió de hombros — tendré más cuidado — prometió con esa sonrisilla falsa. Mentirosa.

— Sí claro.

 

— Alístate, casi está listo el desayuno — me advirtió que no me volviera a quedar dormida y salió.

 

Suspiré con pesadez, realmente tampoco tenía mucho que hacer. Tendí la cama, hice mis necesidades, cepillé mis dientes y acomodé mi cabello en una coleta floja. Caminé con pereza hasta la barra de desayuno donde terminaba de colocar el desayuno. Admiré el plato al sentarme, un grueso y rico waffle, dos bolas de helado de vainilla, crema Chantilly, fresas y azúcar glass.

 

— ¡Oh gracias, Aby-chan! — me burle haciendo una reverencia, a mí mejor amiga le encantaba la cultura asiática.

 

— Ese término es japonés, inteligente — remarcó la última palabra con sarcasmo.

 

— ¿Y? Todos se parecen.

 

Rodó los ojos antes de empezar a comer, corte el primer bocado para dejarme extasiar por su sabor — mamá quiere que vayamos el sábado a cenar.

 

Gemí extasiada sin prestarle mucha atención — Puedo vivir sin cualquier cosa, menos sin tu comida.

 

— Te chantajeare con ello.

 

La amenacé con mi tenedor — lo haces y se lo diré a mamá el sábado cuando cenemos.

 

Alzó una ceja — pensé que no me habías prestado atención.

 

— Oh, sí lo hice — le di mi mejor sonrisita traviesa — no creas que te salvarás de explicarle a mamá y papá porqué terminaste con tu novio perfecto.

 

Hizo una mueca de asco — no me lo recuerdes, deberías apoyarme.

 

Negué — le tengo suficiente miedo a papá como para no apoyarte.

 

Gruñó — cobarde.

 

— Miren quien habla.

 

Al terminar de comer, removí mis manos, sumamente nerviosa — ¿Qué tienes qué decirme? — se adelantó, sus ojos estaban fijos en mí. Respiré profundo.

 

— Estaba pensando en trabajar, en decírselos a nuestros papás el fin de semana.

 

Escuché el suspiro de Aby, corrió la silla a mí lado, abrazándome — sabes que no debes pagarnos nada, eres mi hermanita. — Dejó en beso en la frente, asentí.

 

— Solo quiero comenzar a rehacer mi vida — me excusé.

 

— Pregúntale al psicólogo y hablaremos con ellos — asentí — aunque creo que papá va a preferir que termines tus estudios.

 

Rodé los ojos — lo sé, se pondrá muy amargado, pero estudio desde casa, no habrá problema con que trabaje medio tiempo.

 

— Eres muy responsable, seguro podrás — dejó un beso en mi cabeza antes de irse a su habitación para arreglarse. Suspiré, deseando poder ir a la universidad como mi mejor amiga, pero era tan inestable social y emocionalmente que el psicólogo sugirió que era muy mala idea.

 

Eso fue hace dos años, aunque no había demasiados avances, no entendía el porqué. No tenía ataques de ira, ansiedad o pánico, sabía relajarme y tratar con las personas. Seguro me dejarían trabajar medio tiempo, hace unos meses habían autorizado mis clases de piano. Me avergoncé tanto cuando se lo dije a papá que lloré, me temblaban las manos, pero él solo me abrazó diciéndome que podía ver todas las clases de piano que quisiera, estaba orgulloso de mí.

 

Los padres de Aby me adoptaron cuando estaba cerca de cumplir los diecisiete años, algo tarde para una joven como yo. Sin embargo, no habían podido tenerme antes de eso debido a mí comportamiento problemático y el hecho de que no eran mis familiares sanguíneos. Después de la tragedia que sucedió en casa a mis quince años, anduve por las calles un año, temerosa de las historias en los orfanatos.

 

En efecto, no me equivoqué. La calle era mil veces más segura que ese asqueroso lugar.

 

Hice una mueca cuando 21:29 de Twice, se filtró en los altavoces poniéndose de acuerdo con mi melancólico estado de ánimo. Suspiré antes de levantarme y limpiar la cocina.

 

— 0 —

 

Cerca de las diez de la mañana, mi mejor amiga se fue a la universidad. Hice una mueca desagradable ante la idea de montarme en el metro e ir a terapia, solía llevarme en auto los otros dos días de la semana, los cuáles eran lunes y viernes, odiaba los miércoles donde Aby estudiaba hasta las seis de la tarde. Esa carrera no la dejaba respirar.

 

A diferencia de ella, estudiaba Artes musicales, sí, era complicado hacerlo por internet apenas iba por el segundo semestre y a partir del tercero, sería presencial. Debía mejorar. Al principio, papá no estuvo de acuerdo, debía aprovechar mi don para sacar negocios de lo más mínimo, pero gracias a Mamá, pude estudiar lo que deseaba. Sin embargo, no me sorprendería que papá me pusiera a trabajar en alguno de sus negocios, así se aseguraría de cuidarme y darme independencia hasta donde su asfixiante modo me lo permita. 




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