El FrenesÍ Zombi

3. ORANGEL

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ORANGEL

 

Se sentía como un estúpido por lo que había hecho. Se había echado a correr sin siquiera considerar a Ivón. ¿Qué clase de novio era? En medio de los gritos en la ciudad, Orangel se escondía, tratando de encontrar un camino a casa. Era inútil. Las calles estaban paralizadas por los accidentes de autos, y salir de su escondite implicaría exponerse a la amenaza de esas criaturas ¿Era verdad lo que sus ojos veían? ¿Había muertos vivientes acabando con la ciudad? Él deseaba con toda su alma que se tratara de uno de sus alucines. Quizás este era el castigo por tantas horas de jugar Resident Evil, Alone in the dark, Silent hill, entre otros juegos de sadismo y terror. Él, hasta hacía unos días, se jactaba de estar completamente desensibilizado a la violencia, pero una cosa era disparar a los zombis y demonios en un video juego, y otra muy diferente era contemplar una escena completamente real. Cierto que él había visto antes muchas películas de muertos vivientes, pero siempre podía tener la certeza de que se trataba de una película, y que los personajes que morían ahí eran actores que seguían vivos. Ahí la cosa era incomparablemente peor. Era real. Se encontraba a merced de los cadáveres andantes, y ni siquiera tenía una pistola para defenderse, como en sus amados juegos. Esto era real. No había vidas, ni antídotos para recuperar vida, ni segundas oportunidades. Era tan macabro, que deseaba pellizcarse y despertar, y descubrir que se trataba de un mal sueño. Un chorro de sangre que se vertió a un lado de él lo devolvió al pánico de su realidad. ¿Estaría bien Ivón? Se sentía tan preocupado por ella, por su familia, por sus amigos de la preparatoria…

Él se encontraba a salvo en el almacén de video juegos. Ningún muerto viviente podría enrollar la puerta de metal para poder entrar ahí. Por lo menos, esas fueron sus esperanzas. En los videojuegos los zombis no saben abrir puertas. Sin embargo, Orangel podía oír cómo atrás de la puerta de metal se oían gruñidos, y las piernas le temblaron mientras por debajo de esta un charco de sangre se formaba, y unos gritos daban a entender que uno de los zombis había capturado a otra victima inocente. La respiración del muchacho se agitó. Lo admitía. Estaba muerto de miedo, pero tenía que calmarse, mantenerse en su sano juicio, respirar lenta y pausadamente, y evitar cualquier ruido, o alguien podría notar que se encontraba ahí.

Se subió a una de las máquinas para poder mirar desde el tragaluz de la pared. Afuera había mucha oscuridad, y sólo se podía distinguir un movimiento irregular entre las sombras, gemidos, gruñidos, y el penetrante olor a sangre y carne cruda.

En los video juegos, por más oscuros que fueran, siempre podías distinguir cuando un enemigo estaba frente a ti, pero para Orangel la tensión era tan grande al no poder distinguir nada en la oscuridad. De hecho, ahora que lo pensaba. Ni siquiera estaba seguro de que estuviera completamente solo dentro del almacén.

Esta aterradora idea hizo que se bajar apresuradamente de la máquina para esconderse detrás de ella. Si había alguien ahí con él, le gustaría ser el primero en descubrirlo.

La oscuridad era inmensa, más de lo que él había notado jamás en su vida. Si no fuera porque él conocía ese almacén como la palma de su mano, habría tenido muchos problemas para desplazarse.

El tiempo pasaba, y Orangel, cuya noción del tiempo era variada, no tenía idea de la hora que era. Para él, el tiempo transcurría rápidamente cuando se estaba divirtiendo, pero cuando tenía que soportar los sermones del pastor Adams, los segundos parecían horas. La verdad, para él era como la media noche o más. Ciertamente la carencia de estrellas en el cielo esa noche no ayudaba. La frustración crecía conforme la oscuridad y el silencio aumentaban. Incluso, casi se alegraba de poder escuchar los gruñidos de las criaturas que estaban afuera, pues eso le servía para confirmar que no estaba muerto aún.

Ivón… ¿Dónde estará? ¿Habrá conseguido llegar a casa? Orangel se asombraba de su propia frialdad al pensar únicamente en su chica sin siquiera detenerse a cavilar que su familia estaba en la misma situación de vida o muerte allá afuera en la ciudad. Sus padres, sus hermanas… no pasaba nada. Ellos seguramente estaban cómodos en casa, quizás preocupados por él, esperando que llegara sano y salvo del frenesí zombi, (como él lo llamaba), mientras todos juntos, en el sótano, se ocultaban como si se tratase de una guerra nuclear. Era posible que eso hubiera originado a los zombis ¿No? Después de todo, no se iba a tragar los cuentos chinos del pastor sólo porque llevaba algunos meses hablando de ello. Él había estado presente, y vio cómo la congregación desapareció en un parpadeo, pero no necesariamente tenía que tratarse de la segunda venida de Cristo. Bien pudo ser una consecuencia de la radiación. Había que considerar que el evento fue en toda la ciudad. De tratarse de algo proveniente del Dios creador, tendría que haber sido algo a nivel mundial, y no era así ¿O si?

El aislamiento empezaba a jugarle bromas. Ahora se arrepentía de la manera tan cruel en que los videojuegos habían alterado su imaginación, y trataba de contener su cordura tratando de no imaginarse escenas de sangrientas películas de terror protago-nizadas por su familia y seres queridos. También tenía que pensar. En las películas que había visto, ¿Cómo se controlaba la invasión de los zombis? En Resident Evil, bastaba con romper la cabeza a los muertos vivientes para dejarlos fuera de combate. Sin embargo el zombi que habían visto en la iglesia no tenía cabeza. Podía tratarse entonces de zombis como el de Viernes 13, pues además el de la iglesia había arrancado el brazo a un hombre sin esfuerzo alguno. Ahora bien, en cuanto a la manera de destruir a zombis inmortales, lo único que le venía a la mente era cómo el protagonista de Braindead, se había tenido que armar con la navaja de una podadora de césped, para poder pulverizar a los zombis hasta que no quedara nada de ellos. En esa película, por más que mutilaran a los muertos vivientes, estos continuaban moviéndose, por lo que era necesario despedazarlos hasta que sólo quedara carne molida  de ellos. Una cosa era tener el estómago suficiente para ver una película de tal sadismo del genero Gore, pero aunque encontrara una podadora ¿Tendría las agallas? La verdad era que lo que menos deseaba era averiguarlo.



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En el texto hay: drama, religion, zombis humanos y animales

Editado: 30.04.2020

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