El FrenesÍ Zombi

4. MALLERLI

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MALLERLI

 

Habiendo escapado del macabro espectáculo del centro, la mujer había corrido sin siquiera percatarse de a dónde se dirigía. No había, pese a su resistencia al correr tanto tiempo, una parte de la ciudad donde no hubiera algo, lo que fuera, que no se encontrara muerto. Alguien había dejado esa mañana un perro en la carretera, que se había levantado y atacado a un niño que sin poder defenderse del apachurrado can había cedido a las mordidas, y ahora era un zombi más recorriendo la ciudad buscando víctimas. Los perros, y las ratas, eran lo que más había aterrado a Mallerli, pues ella aborrecía a estos animales. Todos los animales le daban miedo, y más aún tratándose de cadáveres. Ella era vegetariana. No soportaba ir al mercado y ver las cabezas de cerdo, los pollos colgados, ni los pescados en las vitrinas. Sentía un profundo respeto por la vida de los animales, manifestada además con el miedo que sentía ante cada una de esas criaturas. Una vez apartada de la ciudad, se miró en su espejo de bolsillo. Lucía terrible. Los sustos de aquella noche le habían arruinado el peinado, y estaba toda sudada. Además de que no podía dejar de temblar. ¿Qué diablos había pasado? Ella simplemente había regresado del centro comercial. Se encontraba haciendo sus compras para la semana, cuando de repente, varios autos comenzaron a chocar. Por si fuera poco, los muertos de los accidentes comenzaron a levantarse y a iniciar una matanza como ella jamás había visto, ni deseaba volver a ver.

En cuanto esto comenzó, ella soltó sus bolsas de compras y corrió como si hubiera visto al diablo (lo cual hubiera sido mejor a lo que toda la Ciudad Cristal vivió).

Se paró en seco, trató de controlar su pánico, pues no podía darse el lujo de que se le bajara la presión en ese momento. Se le ocurrió sacar un calmante de su bolso. De esos que usaba para controlar su estrés. Tomó no una, ni dos, (como acostumbraba) sino tres píldoras, y esperó a que hicieran el efecto que tanto amaba. No pasó nada.

Mallerli, incluso, se sentía peor. Ahora que tenía tiempo para pensar, se preguntaba qué sería de su esposo y de su mamá, con quién vivían, ahora que la ciudad estaba siendo sede de una de las historias apocalípticas más temidas por la humanidad. Sus pensamientos no duraron mucho, pues un feroz chillido bajo sus pies la hizo saltar.

No estaba segura de qué animal se trataba, pues la criatura estaba completamente embarrada en el asfalto, pero la alfombra peluda había sentido la presencia de Mallerli, y había empezado a mover unas patas quebradas tratando de rasguñar. El animal trataba de lanzarse hacia ella, que seguía sin identificar algo que pareciera una cabeza en el diminuto y aplastado cadáver, y le ganaron las ganas de vomitar.

Se sentía enferma. Quería desaparecer, marcharse de ahí. Sentía tanto asco… el animal seguía chillando mientras ella se alejaba. Podía sentirlo. Estaba mareada. Había tenido demasiadas emociones esa noche. De no tranquilizarse, se desmayaría, o sufriría alguna complicación peor.

 

Circo de los hermanos Lemort, más adelante. Funciones 10:00,13:00, 16:00, y 21:00 hrs.

 

¡Qué tontería! Pensó al ver el cartel en la carretera. Ella odiaba el circo, y la manera cruel en que ahí explotan a los animales. Sin embargo, el mareo aumentaba, y ella necesitaba tranquilizarse, ayudar a su presión a recuperar la normalidad, de lo contrario, su cuerpo se atrofiaría. Si se daba prisa, llegaría a tiempo para la última función.

La enorme carpa tenía un aire lúgubre, pues era como la secuencia de una de las pesadillas de Mallerli. Ella odiaba ese espectáculo con toda su alma, desde su infancia, cuando frente a ella, el domador dio un mal latigazo al león, que terminó por reventarle un ojo. Desde ese día, ella había prometido defender a los animales, y nunca aprobar esta clase de explotación.

Afuera de la carpa, estaba colgado un letrero. La gente pasaba sin verlo, pues las luces rojas en la entrada indicaban ese glorioso día del año en que la entrada al circo es gratuita. Nadie se percataba del letrero en la taquilla que llevaba la leyenda escrita:

 

Sentimos las molestias. El circo de los hermanos Lemort cerrará esta semana sus puertas debido a la muerte de Jingle, uno de nuestros animales amaestrados.

 

Las luces rojas iluminaban la carpa, y una extraña mezcla de emoción y escalofrío recorrió el cuerpo de Mallerli. ¿Qué rayos hacía ahí sentada? Ver este cruel espectáculo sólo conseguiría estresarla más.

Mallerli bajó de las gradas. Seguía sudando mucho, a pesar de llevar varios minutos sentada. Salió a conseguir un poco de agua para tomar otra píldora. Tras dar unas cuantas vueltas afuera encontró el kiosco donde vendían bebidas, pero no había nadie atendién-dolo. Dejó unas cuantas monedas y tomó una botella de agua. Luego se dirigió al sanitario para ingerir su pastilla.

Por fin las píldoras empezaban a hacer efecto. Se sentía más tranquila, satisfecha. Dio un trago a la botella para bajar la píldora y sintió un alivio tan inmenso, que sin querer se le cayó la tapa de la botella, y rodó hacia afuera del cubículo. Mallerli se agachó para levantarla, y su corazón dio un vuelco cuando la encontró. La tapa había rodado hasta un pequeño charco de sangre en el pasto. ¿A quién pertenecía? Esta vez no había pastilla que la calmara. Al examinar el charco, su presión comenzó a bajar. Se trataba de una huella.



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En el texto hay: drama, religion, zombis humanos y animales

Editado: 30.04.2020

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