El FrenesÍ Zombi

9. AYUMI

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AYUMI

 

Su corazón palpitaba con tristeza y desesperación. Su mundo de fantasía se había desvanecido por completo. ¡Qué manera de concluir un día perfecto! Hacía un par de horas se encontraba cantando en el coro de la iglesia entonando los cantos con el corazón. Ella era sincera. No había mentido. Al menos, hasta donde ella sabía, nunca le había mentido a Dios. Desde que el Señor Jesús reconstruyó a su familia, ella se había empeñado en aprender más y más cada día. Ayumi era la más aplicada del grupo juvenil de la iglesia, y era un orgullo para el pastor tenerla. ¡Y su voz era tan hermosa! ¿Cómo era posible que Dios la hubiera dejado siendo ella tan perfecta y entregada en el servicio del Señor? ¿Qué era lo que había hecho mal? ¿En qué había fallado? Siempre se lo hicieron saber. Si alguien era digno de ser llamado un siervo de Dios, esa era Ayumi ¿Por qué entonces Dios la dejó, como al resto de los cristianos falsos? Era cierto que tenía pecados ocultos, como todos, que le gustaba escuchar algunos géneros de música que no eran aceptados en la iglesia, pero ¿Era por eso que había perdido su lugar en el cielo? Eso no era justo ¿O sí? Quizás Dios le había dejado porque un par de veces no dejó diezmo, o porque una vez, hacía dos años, había probado un cigarrillo con sus amigos en la escuela. Ella era una chica solitaria, pero era orgullosa, y no le gustaba parecer débil o cobarde ante los demás. ¿Podía ser su orgullo, el impedimento que no le había permitido subir con los demás? Le gustaba que la adularan, y presumir tanto su posición en la iglesia como su estatus en la escuela, pero, ¿No había hablado a todos los que había podido sobre Cristo? Ella recordaba muy bien sus propias palabras… aunque… ahora que lo pensaba, cada vez que hablaba de su relación con Dios, hacía un énfasis que daba a entender a los demás que era mejor que ellos por eso.  ¿Sería su soberbia, acaso, su presunción, y su falta de tacto con los demás lo que la había hecho ser rechazada por Dios?

Muy pronto sus quejas contra Dios se disiparon. Si había oportunidad de cambiar su sendero, y ser de ahora en adelante una persona que pudiera servir a Dios, y conocer la gloria de su vida eterna, ella quería conocerla antes de convertirse en alimento de zombis. Un par de ruidos sacaron a Ayumi de su reflexión para llevarla al pánico. Un cadáver se estaba aproximando a ella a paso lento, con sólo un muñón ensangrentado por el pie derecho. Ayumi contempló los ojos de muerte del zombi. Su mirada le decía que la vida ya no valía la pena, que la muerte era mejor, ¿Acaso no era cierto? Será mucho mejor estar del lado de los que comen carne humana que vivir con miedo el resto de la vida. El ser continuaba acercándose mientras ese trance continuaba incitándola a dejarse alcanzar y morir. “Ciertamente morir es mejor”, pensó. “Para mí, vivir es Cristo, y morir es ganancia”.

Ayumi no estaba segura. Por un momento le había parecido que el cadáver había sonreído. ¿No había tentado Satanás a Jesús para arrojarse a un precipicio? ¿No había ese mismo demonio utilizado las frases de la Biblia para tratar de tentar a Jesús?

Y la muerte le era tentadora a Ayumi. De cualquier manera, ¿Qué le esperaba en la tierra sino tormento y tribulación? Vienen cosas peores que los zombis, según lo que ella con tanto esmero había escuchado y aprendido del pastor. El terror apenas comenzaba.

Considerándolo de esta manera no valía la pena vivir así, en un mundo que se estaba yendo directamente al infierno. De todos modos, ella se había perdido la oportunidad, y de haberla aprovechado, se encontraría ahora en el cielo. Viéndolo así daba lo mismo morir. ¿O no? ¿Cómo saberlo? Tanto tiempo fingiendo pertenecerle a Dios, y ahora se daba cuenta que, a pesar de que ante todos y ante ella misma era una niña santa y propiedad de Dios, en el fondo no era mejor que los demonios que estaban arrasando la ciudad.

-¿Qué hice mal?- seguía preguntándose. No acostum-braba preguntar eso a Dios. Para ella siempre había sido perfecta su manera de ser. Entendía qué había querido decir el pastor. Entendía el concepto de ser salva, pero no entendía por qué no lo era.

-¿Es mi manera de vestir?- preguntó al aire. Sabía que a Dios no le gustaba el estilo oscuro, pero, el pastor le había dicho que su ropa no la separaría de Dios. ¿No había sido el pastor, de todos modos, abandonado igual que ella?

Su blusa con rayas rosas y negras, sus accesorios con símbolos de estrellas y muñecos extraños. Su cabello rosa natural (al menos eso le gustaba pensar). ¿Acaso era la ropa? Ella no tenía un ideal más allá de pertenecer al Dios altísimo, y no se sentía avergonzada de que todos lo supieran. Ayumi era una cristiana orgullosa de ello, y le encantaba echarles en cara a los demás su condición de santa.

Un grupo de zombis caminaba lentamente del otro lado de la calle. “No podrán acercarse a una hija de Dios como yo”, pensó. Los monstruos se tienen que alejar ante la presencia de la santidad de Dios.

Los zombis seguían acercándose. Esa era la prueba final. Ella había sido abandonada por Dios.

Empezó a correr con dificultad. Estaba mareada, y mientras trataba de alejarse de los cadáveres, sus piernas torpes le dificultaban correr a causa del cansancio. No le sorprendía. Ella nunca había tenido buena condición física. Ahora sentía que Dios la castigaba por no haber cuidado su cuerpo un poco más. Era flaca y débil, y pronto se convertiría en un cadáver igual que los que la perseguían.

No pudo correr mucho en la tenebrosa oscuridad de la noche, pues pronto fue acorralada en una reja por las diabólicas criaturas. Sus miradas parecían desaparecer toda esperanza para ella, mientras el aire gélido mostraba el vapor que emanaba de sus babosas bocas. Desesperada, subió la reja, siendo apenas alcanzada del tobillo por las manos secas de los muertos, que se quebraron cuando ella les dio una patada, y saltó para caer bruscamente en el cofre de un auto.



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En el texto hay: drama, religion, zombis humanos y animales

Editado: 30.04.2020

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