—¿Esto era lo que estabas a punto de decirme, no? —dijo Cili, saludando y convidando desde lejos al joven que acababa de entrar. Un chavo de mediana estatura, pelo rubio alocado, nariz pronunciada, con aire detectivesco como los de cualquier novela policiaca y de suspenso, y una sonrisa pícara con la que solía cautivar.
Mientras se dirigía donde Yuniel y Cili, varios compañeros interrumpieron su camino innumerables veces. A pesar de no ser quién esperaban, para la mayoría de ellos era toda una grata sorpresa y no dejaban de darle besos y abrazos.
—Hola Cili —dijo el invitado dándole un beso-. Disculpa la demora, pero sabes que soy un joven ocupado, ah.
—Si, tanto que pensé que ya no vería al famoso "Árbol Blanco" —dijo Cili llamándolo por el nombre de uno de sus libros y de su personaje principal—. ¿Qué dices Yuniel, no pensaste lo mismo? —dijo posando una mano sobre su hombro y se alejó dirigiéndose a un grupo que platicaban a pocos pasos de ellos— Los dejo para que hablen.
Ambos quedaron solos una vez Cili se marchó, pero ninguno se atrevía a pronunciar palabra alguna y ante el silencio incómodo, Yuniel tomó la iniciativa.
—Hola Zeta —dijo el cubano estrechándole la mano con miedo a ser rechazado, pero el Argentino, luego de pensarlo unos instantes la tomó.
—Hola Yuniel —dijo sin dejar de verlo a los ojos.
Zeta había sido parte de la familia Lectura mágica por mucho tiempo, hasta tenía un puesto como admin en el grupo, pero debido a ciertas diferencias había decidido, hacía ya una larga temporada, abandonar el grupo.
—Se te extraña —dijo el cubano sin soltarle la mano—. El grupo no es lo mismo sin ti, le falta el pedacito que le aportas como parte de la familia que siempre serás.
—Lo sé —dijo Zeta tratando de soltar su agarre, mas el cubano no lo dejó—, pero necesitaba alejarme por un tiempo.
—Un apretón de manos no basta para llenar todo el tiempo que has estado ausente —dijo con una leve sonrisa—. ¿Me das un abrazo?
Zeta se sorprendió, no pensó que el Cubano dijese esas palabras y después de observarlo por unos segundos, su deseo de estrechar a su camarada cibernético lo venció, y ambos se abrazaron con fuerza palmeandose la espalda.
—¿Interrumpo algo? —preguntó Jorleny, una linda y agraciada Nica, mirando el tierno abrazo de los dos amigos.
—Para nada —dijo Zeta riendo mientras él y Yuniel se separaban—, solo limabamos asperezas.
—Bueno, si quieren buscan una habitación —dijo Jorleny y todos rompieron a reír—. Aunque no creo que Sary los dejé, ¿verdad Yuniel?
—Tienes toda la razón.
—Ahora dime —dijo Jorleny dejando la botellita de refresco gaseoso que traía sobre la mesa—. ¿Dónde puedo encontrar un teléfono para llamar a la casa? Mis dulces diablillos los he dejado con una amiga, pero aún así no me siento segura.
—¿Por los niños? —preguntó Zeta.
—No, por mi amiga —dijo otra vez riendo—. Ella es la que corre peligro.
Todos rieron una vez más por lo chistoso del comentario, y luego Yuniel le indicó hacia dónde podía encontrar el teléfono. Jorleny se dirigió donde le había dicho y al abrir la puerta, que daba paso al comedor, una sala tan o más grande que la anterior, escuchó alguien que platicaba.
—... Si Señor —dijo uno de los sirvientes que atendían la fiesta y que Jorleny pudo ver a través de la rendija de la puerta—. Todos están presentes. Según pude ver en el listado solo faltan Katherine y quien usted ya sabe.
"¿De qué estarán hablando?", pensó Jorleny intrigada por lo que decía, más allá, por la mala vibra que el sujeto le transmitía desde que lo había visto el día anterior en la mañana, calvo y con la fina cicatriz que recorría su rostro. Era alguien que no le trasmitía buena espina.
—Ok, señor —dijo el sirviente y culminó la llamada cuando vio a Jorleny entrar—, ya casi es media noche, el presente les será entregado.
—¡Buenas noches Wattpadianos! —dijo Arielizabeth imitando la entrada que había hecho el cubano cuando llegó a la fiesta. Su vaso estaba vacío y se acercó en busca de un poco más de ponche, vistiendo ropa cara, como la chica de la familia acomodada de su libro muy exitoso "Elizabeth"— En verdad que esa frase es única en ti por Dios —dijo riendo—, cada vez que la mandabas al grupo me imaginaba que hablabas de algún tipo de extraterrestre. Hola Zeta —dijo mirándolo de arriba a bajo.
—Hola Arielizabeth. ¿Qué tal tu último libro "Entre cuentos y mentiras"? —preguntó Zeta, le guiñó un ojo y le dedicó una socarrona sonrisa.
—Pues voy avanzando, no me detengo. Espero que tenga tanto éxito como los anteriores.
Ambos se miraban con cierta complicidad. Como cómplices adolescentes en una universidad.
—Les digo así porque somos escritores y lectores de Wattpad —dijo Yuniel riendo—, por ende, eso nos convierte en Wattpadianos.
—Vaya ocurrencia —dijo Arielizabeth no solo llenando su vaso, sino dos, agregando en el segundo un poco de alcohol—, pero me gusta la palabra. Ahora te dejo que me esperan... —dijo riendo y guiñándole un ojo concluyó:—, Wattpadiano.
—¿Para quién es el otro vaso de ponche con alcohol? —preguntó Zeta al ver que bebía del vaso contrario.
—Pues para Lili —señaló hacia la esquina desde donde Lili los saludaba—. Ella como que necesita relajarse un poco y sociabilisar más, un poco de alcohol no le hará daño. Además, a ver si suelta esa pequeña biblia que lleva en la mano por Dios —dijo percignandose con uno de los vasos.
Mientras tanto en el salón se comenzaron a escuchar vítores de "Ole, ole, ole" por el entusiasmo de ver a Mía bailar flamenco acompañada por una copla. Sus movimientos eran fuertes, con giros delicados que transmitían puro sentimiento, y al mecer su vestido de vuelos negros parecía que volaba sin despegar del suelo que taconeaba creando con sus pies un ritmo enérgico, hasta que terminó la coreografía lanzando la rosa blanca que llevaba al pelo, a los pies de Alexander.
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Editado: 15.11.2024