El guardián del chamán

El espíritu del bosque

Llegó de nuevo el día de muertos y al fin logramos llegar a ese evento. La estructura que Sergio había construido estaba preparada para colocar la monumental ofrenda, llena de comida, flores frescas, fruta, figuras de catrinas, esqueletos y calaveras por todos lados, además de las fotografías de los difuntos, figuras religiosas de diferentes panteones: deidades chinas, yorubas, cristianas, sintoístas o musulmanas, todas conviviendo en el altar politeísta del chamán.

Pero la ausencia de Sergio se podía sentir de inmediato, entre cinco personas tendían las lonas en el techo con grandes trabajos, Mario chasqueó la lengua en señal de desaprobación.

―¡Y pensar que el año pasado entre Alan y Sergio las colocaron en sólo un par de horas!

―¿Quiere que los ayude, doc? ―preguntó Alan.

―No, hijo. Tú ayúdame en la casa.

En ausencia de Sergio, Alan era el que más ayudaba a Mario, pero él se centraba principalmente en cuestiones médicas, ya había tomado sus primeras certificaciones y ayudaba principalmente con los masajes y ajustes cervicales. Por alguna razón, Mario no quería que él se involucrara tanto en los trabajos del rancho y, aunque sí ayudaba en muchas otras cosas, pareciera que el chamán supiera que lo de él estaba de lleno en la medicina alternativa, así que dejó el trabajo duro a ―como él los llamó―, ese quinteto de inútiles y regresó a la casa con Alan.

El marido de Iveth se unió a ellos en la estructura mientras mi hermana, junto con otras personas, se dedicaron a colocar toda la ofrenda en las mesas.

Para mí fue un poco complicado, pues ese día tenía que dedicar tiempo a mi teletrabajo, pero de algún modo me las arreglé para estar resolviendo asuntos del trabajo y ayudando en la ofrenda. Era un tanto hilarante, no quisiera parecer presuntuosa, pero desde la mañana yo pude dedicarme a mi trabajo, a la comida y al altar, mientras que los 5 trabajadores de Mario apenas si pudieron con la lona en la estructura. ¡En verdad que Sergio hacía falta en ese momento!

Me apresuré a dejar cubiertos todos mis pendientes de la oficina para estar lista a las 6 de la tarde, que era la hora en que todo comenzaría.

El ritual dio inicio con Mario dando un sermón a un lado de un pequeño agujero en la tierra en donde colocamos pedazos de papel con nuestras peticiones para nuestros difuntos y se puso encima un crucifijo a modo de protección y bendición para lo que seguiría: el entierro de la muerte. Sacaron el crucifijo y con mucho cuidado introdujeron una estatuilla de la muerte, Mario rezaba mientras la figura era enterrada.

―Hasta siempre, alma mía, viva estás en mi corazón, por siempre en mi añoranza, la luz eterna te cubra en tu retorno y se convierta en paz que nosotros, felices por tenerte un año más, Esperaremos por siempre tu retorno al seno familiar y tomes la esencia de amor que te ofrecemos. Gracias una vez más por no olvidarnos y ser luz en nuestras vidas. Gracias te doy.

Seguir una religión definitivamente no es lo mío, pero siempre me ha parecido interesante conocer la cosmovisión de cada creencia. Yo había escuchado que, en el culto de la Santa Muerte, los creyentes tienen que concentrar su fe solamente en ella, pues se dice que es muy celosa y no acepta que adoren a nadie más que ella como su santa guía. Sin embargo, Mario me explicaría de su culto algo muy diferente.

―La muerte, mi niña ―me dijo―, no es una santa ni una deidad, es una energía que nos acompaña desde que nacemos. Y tampoco está peleada con que siguas a tus propias deidades pues es a Dios a quien sirve. Ella es la guardiana encargada de vigilar que nada trunque nuestro camino antes de tiempo, pues cada uno de nosotros tiene un lapso para completar su misión encomendada y cuando esta sea cumplida a cabalidad, entonces ella se encarga de ayudarnos a cruzar a donde pertenecemos. Como sabes, algunos deciden cumplir su misión desde la luz y en luz se convierten; otros la cumplen desde la oscuridad y en oscuridad se convierten.

―¿Qué hay de los que quedan atrapados en este plano después de morir?

―Muchos no aceptan su muerte y se quedan vagando en este plano. Pasa principalmente con los suicidas, que se ven atrapados en su propia culpa; igual los accidentados que generalmente no se dan cuenta de que murieron, pero principalmente pasa con aquellos que se quedan en el apego a los placeres como el alcohol, la comida, la lujuria o la avaricia y a esos es a los que más trabajo me cuesta convencer de pasar a otro plano, son esos los que más son atrapados por los santeros para guiar a sus seguidores.

―¿Se convierten en guías espirituales?

―¿Crees que alguien que se queda apegado a los vicios mundanos puede ser guía espiritual? ―me preguntó―. ¡Claro que no! El hecho de estar muertos no les da divinidad. Son solamente chismosos que les dicen a las personas algunos hechos, pero nada más, y terminan valiéndose de aquellos que los levantan para poder seguir sintiendo placer. La persona que carga un muerto, como le pasó a tu hermana, terminan haciéndose esclavos de ellos.



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En el texto hay: historia real, magia, chamanes

Editado: 28.01.2025

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