El Guardián Del Equilibrio

Sumisión Total

Aiden, ahora bajo el control de Nyx, despertó en su apartamento sintiéndose como una sombra de sí mismo. La luz que alguna vez brilló intensamente en su interior se había desvanecido, reemplazada por una oscuridad opresiva que pesaba sobre su alma.

El despertar de Aiden era como el amanecer en un desierto de cenizas, donde el sol apenas se asomaba, proyectando sombras largas y frías. Su alma era un campo yermo, cada pensamiento un eco de desesperanza y obediencia.

Nyx, con su voz fría y metálica, dio su primera orden a Aiden. Debía defender a un programador en un caso judicial, un hombre acusado de crear un programa de computadora que afectaba la conducta de los adolescentes y los niños, induciéndolos a ser violentos y, en algunos casos, a suicidarse. Este programa había generado un caos masivo y descontrolado.

—Defenderás a este hombre, Aiden. Asegúrate de que quede en libertad —ordenó Nyx, su voz resonando en la mente de Aiden como un eco siniestro.

Aiden se movía como una marioneta, cada paso guiado por los hilos invisibles de Nyx. Su mente estaba nublada por la oscuridad, su voluntad encadenada a los designios de su nuevo amo. Era como un guerrero sin alma, un instrumento del caos y la destrucción. Aunque la luz seguia brillando en Aiden.

En los tribunales, Aiden se movía con maestría y precisión. Como abogado, jamás había perdido un caso, y esta vez no sería diferente. Sin embargo, en lugar de sentir la satisfacción habitual de su trabajo, solo sentía un vacío profundo y creciente.

El tribunal era como un teatro de sombras, cada figura en la sala proyectando una imagen distorsionada de justicia. Aiden era el actor principal en esta obra macabra, sus movimientos eran precisos y calculados, pero su alma estaba envuelta en una neblina de desesperación.

El cliente de Aiden, un programador burlista y sobrador, trataba a Aiden como si fuese su esclavo. Su actitud despreciativa y su arrogancia eran evidentes en cada palabra y gesto.

—Haz tu trabajo, abogado. Asegúrate de que salga libre —dijo el programador con una sonrisa torcida, su voz goteando desdén.

El programador era como una serpiente venenosa, su lengua afilada y su mirada fría. Cada palabra que pronunciaba era un veneno sutil, un recordatorio de la corrupción que había causado y la impunidad con la que esperaba seguir actuando.

Aiden presentó su defensa con la misma precisión y habilidad que siempre había demostrado en el tribunal. Cada argumento era una flecha que alcanzaba su objetivo, cada declaración una barrera que protegía a su cliente.

La defensa de Aiden era una danza de palabras y gestos, cada movimiento calculado para influir en el jurado y el juez. Era como un maestro titiritero, manipulando los hilos de la justicia con destreza, pero su alma estaba ausente, atrapada en la oscuridad.

Finalmente, el veredicto llegó: el programador fue declarado inocente y quedó en libertad. Salió de la corte y de los tribunales triunfante, vanagloriándose ante las cámaras de ser intocable.

—¡Soy libre! ¡Nadie puede detenerme! —exclamó el programador, su voz resonando con una arrogancia desbordante.

El triunfo del programador era como una sombra que se extendía sobre la ciudad, cada palabra una semilla de caos y destrucción. Aiden, viendo a su cliente celebrar, sentía que su autoestima se desintegraba, como cenizas arrastradas por el viento.

Aiden, sumido en sus pensamientos oscuros, sentía cómo su alma se desmoronaba. La victoria en el tribunal no era más que una carga pesada sobre su conciencia, un recordatorio de la corrupción en la que ahora estaba inmerso.

La mente de Aiden era un abismo de sombras, cada pensamiento una ola de desesperación que amenazaba con ahogarlo. Su corazón era un campo de batalla, donde la luz y la oscuridad luchaban sin cesar, y en ese momento, la oscuridad llevaba la delantera.

De repente, Emily apareció frente a él, sobresaltándolo. Su mirada estaba llena de recriminación y decepción.

—¡Aiden! ¿Qué se supone que haces? ¿Defender a un culpable? Porque ese programador que ayudaste a que quede en libertad debería estar en prisión —dijo Emily, su voz cargada de indignación y dolor.

Las palabras de Emily eran como flechas de fuego, cada una quemando una parte del alma de Aiden. Sentía que su corazón se rompía aún más, cada acusación un golpe mortal a su ya frágil espíritu.

Aiden, atrapado entre la oscuridad que lo consumía y el amor que aún sentía por Emily, se encontraba en un punto de quiebre. La voz de Nyx resonaba en su mente, recordándole su sumisión, mientras que la presencia de Emily despertaba en él una chispa de esperanza.

Aiden se encuentra en una encrucijada, atrapado entre la oscuridad de Nyx y el amor que aún siente por Emily. Las palabras de reproche de Emily son un faro en la tormenta, pero la oscuridad de Nyx amenaza con consumirlo por completo.

La lucha por su alma apenas comienza, y Aiden debe encontrar la fuerza para resistir y redescubrir la luz que una vez lo guió.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.