La coronación de Selene Drakonis Lalitte De Valtoria fue un evento monumental, marcado por una mezcla de esplendor y solemnidad. El gran salón del palacio, adornado con tapices dorados y frescos que narraban la historia del imperio, estaba lleno de nobles y dignatarios, todos ansiosos por ser testigos de este momento decisivo.
A medida que Selene avanzaba por la vasta sala, su vestido de seda azul profundo brillaba bajo la luz de los candelabros. La corona, un delicado artefacto de oro y esmeraldas, era sostenida por su tía materna, quien la miraba con orgullo y una pizca de tristeza. Selene, con su porte decidido, se detuvo ante el altar, donde el sumo sacerdote la esperaba.
Con un gesto solemne, el sacerdote comenzó a recitar antiguas bendiciones, su voz resonando en el silencio expectante. Selene, consciente de la responsabilidad que pesaba sobre sus hombros, respiró hondo. Las palabras del sacerdote hablaban de justicia, fortaleza y un futuro brillante para Valtoria.
Finalmente, la corona fue colocada sobre su cabeza, y una ovación estalló en la sala. Selene, con una mezcla de emoción y determinación, levantó la mano en señal de agradecimiento. Sabía que su reinado no solo representaba el ascenso de una nueva líder, sino también la promesa de un cambio en un imperio marcado por la intriga y el conflicto que había causado innumerables guerras en el pasado.
Mientras los aclamantes vitoreaban su nombre, Selene miró a su alrededor, notando las miradas de apoyo y de confianza entre los nobles, su mirada viajo hacia cinco jóvenes que la miraban con una sonrisa. Estaba lista para enfrentar los desafíos que vendrían, decidida a gobernar con sabiduría y coraje. La coronación no solo era el inicio de su reinado, sino el comienzo de una nueva era para el Imperio de Valtoria.