Camila - Complejo Vex, Prov. de Santa Cruz, Argentina.
El mes pasó rápido y los empleados temporales se fueron. Ese mismo día firmó su contrato permanente en el lugar. Estaba contenta, había logrado conseguir un trabajo espectacular, que le gustaba, donde la gente era buena y además le permitía ahorrar.
De todas maneras, tenía todavía en venta la casa de su abuela, que en un impulso, después de una gran pelea con Andrea e Iván, había puesto en una inmobiliaria para que se ocupen de ella. Cuando tuviera esa plata se iba a comprar un departamento chico y lo otro lo iba a invertir en algo que le permitiera no morirse de hambre si llegaba a perder el trabajo. Lo cual esperaba no sucediera, porque le gustaba estar ahí.
A tres meses de dejarlo todo, parecía que hubiera pasado una eternidad. Ya podía recordar lo que le había sucedido sin llorar y si en algún momento se sentía mal, como por arte de magia aparecía Gaspard, para socorrerla.
Estas últimas semanas, no sabía si era porque hablaban tanto de “las cosas raras que pasaban”, que había empezado a tener sueños intensos. Parecían recuerdos de otras vidas, como si fuera ella otras personas.
A veces se despertaba sobresaltada, sintiendo que alguien la miraba, pero no había nadie; otras veces le parecía que un murciélago golpeaba su ventana, pero tampoco era nada; claro que con el viento descomunal que había ahí la mayor parte del tiempo, parecía que las ventanas iban a explotar, era lógico que sintiera que algo quería entrar.
Esto hacía que se levantara un poco tarde, más seguido de lo que le gustaría; pero mientras cumpliera sus horas, a Gaspard eso no le importaba. Al recordar lo dura que sonaba su voz el día que él reprendiera a Alba y a Raphael, le parecía como si no fuera la misma persona. Porque con ella siempre se mostraba muy indulgente y amable.
Cuando él empezó a ver cvs de personas con sus mismos títulos y más capacitadas, había tenido miedo de tener que irse al terminar el contrato, pero no fue así. Tal como dijo, ella no rompió las reglas y él la dejó en planta permanente.
Era la temporada baja, así que había mucho menos trabajo. Se encontraba en su dormitorio cuando el teléfono fijo sonó; era Lola preguntando si quería unos mates. Como eran las cinco de la tarde, aceptó y bajó a la cocina.
Ahora que el lugar estaba vacío podía apreciarlo bien: era un salón enorme, con cocinas, mesadas, hornos, freidoras y otros artefactos colocados en todo el derredor y en el centro dos mesas grandes con algunas sillas y bancos.
Lola se había peinado con una cola de caballo bien alta, lo que acentuaba su aspecto juvenil, estaba más o menos en el centro del lugar cargando un termo con una pava (tetera) enorme. Se acercó y ella le hizo una sonrisa tratando de no distraerse de su tarea, el mate estaba preparado al lado de unas fotocopias anilladas y abiertas al medio, así que se puso en un banco alto junto a la chica.
- ¿Cómo estás? - preguntó Camila.
- Bien, estudiando para rendir unas unidades de historia.
Cuando Lola se acercó, pudo ver en su cuello unas marcas raras moradas, como dos puntitos; no era lastimado, pero estaba oscuro.
- ¿Qué tenés en el cuello?
- ¿Esto? - Preguntó tocándose. - Es de Rafa - lo dijo con una sonrisa.
- Ah - para ella eso no se veía como un chupón, pero podía ser.
- Me alegra que te quedes, así puedo tener una amiga, si no viste que acá todos vienen y se van.
- ¿Y Alba?
- ¿Alba? No, si esa mujer no se quiere ni ella… - dijo hablando bajito como en secreto.
La verdad era que Alba, no se relacionaba mucho con nadie, no hacía ninguna tarea allí como Gaspard o Raphael y cuando se dejaba ver era para que Raphael la llevara a algún lugar… Ahora no estaban ninguno de ellos, porque iban hasta Gobernador Gregores a buscar un turista vip.
- Sí, me parece que no…
- Shhh - le hizo seña como si alguien las escuchara. - ¿Mejor me ayudas con esta materia?
- Dale.
- Lo leí casi todo - dijo pasándole el apunte - vos anda preguntandomé y yo te digo…
Pasaron así la tarde e incluso cenaron juntas. Se había acostumbrado a estas mateadas, al aire fresco de las montañas, y también a los trajes de paisana.
Estando allí, ni siquiera se había tenido que comprar ropa, con excepción de una campera negra, larga y gruesa con capucha que era para cuando tenía que salir en el invierno, pero salía muy poco.
Al día siguiente supo que el nuevo residente del complejo era un árabe petrolero que había venido con sus consortes, con su propio guía turístico y su traductor, así que, la única asistencia que necesitaba de ellos era el alojamiento y la comida.
Se presentó en la mañana queriendo ver a Gaspard, quien no estaba disponible en ese momento. Por lo que la nueva recepcionista la llamó para que se ocupara del asunto.
El tipo hablaba sólo árabe y no hacía caso al traductor. Intentaba hablar directamente con ella, que a su vez trataba hacerle entender que no podía ver al dueño del complejo ahora; hablando en un perfecto ingles, a lo que el traductor, luego de ser silenciado por el jeque dos veces, ya no tradujo más.
Después de un rato de intentar hacerlo comprender infructuosamente, el tipo dijo:
- Vos es muy bonita.
Sorprendida, no supo que responder por un momento, pero enseguida se recompuso.
- Es muy amable, pero no puede ver al señor Genolet ahora.
- Venir vos conmigo, yo pago oro - le ofreció.
- No, yo no puedo…