Camila - Complejo Vex, Prov. de Santa Cruz, Argentina.
Los meses que siguieron para Camila, fueron soñados, no podía pedir nada mejor. Le gustaba su trabajo, tenía amigos leales, y aunque no había pasado más nada con Gaspard, él se esforzaba por que se sintiera bien y protegida.
En la semana santa, cuando más lleno estaba de turistas, una chica de las cabañas desapareció y fue hallada muerta muy cerca del lugar.
Y otra vez a estar investigados, aunque nuevamente las señales apuntaban a algún animal salvaje. La víctima también tenía señales de haber tenido sexo esa noche, por lo que se creía que había un hombre implicado.
Camila tuvo que prestar declaraciones, pero no le tomaron muestras, porque ya las tenían del momento en que fue lo de Iván. Y les pidieron a todos que fueran, incluso a Gaspard y a Raphael, y fue ahí, que ella descubrió se escribía Raphael con “ph”.
Ellos eran de origen suizo, pero habían vivido en varios países y actualmente tenían nacionalidad argentina desde hacía ya dos años.
El adn no coincidió con ninguno de ellos, sino con uno de los pibes que trabajaban en la cocina. Explicó que no quiso declarar que estaba con ella porque tuvo miedo de que lo despidieran, ya que una de las reglas del hotel impedía involucrarse con los clientes, pero que habían salido varias veces, incluso esa noche, en la que habían peleado y que ella se había querido ir sola a su cabaña.
En esos días, Gaspard y Raphael hablaban mucho, en secreto, y no podía saber qué era lo que pasaba, porque se cuidaban muy bien, pero sabía que había algo raro, así es que, una mañana decidió preguntar.
- Gaspard, ¿qué está pasando?
- ¿Sobre qué?
- Lo que cuchicheás con Rafa.
- Si “cuchicheo” es porque es un secreto.
- Quiero saber, sé que pasa algo.
- Sabes lo que somos nosotros, no te involucres.
- No sé a qué te referís con “lo que son”.
Él la miró sorprendido.
- Pero si te lo he dicho abiertamente y las evidencias están a la vista. ¿Cómo me dices ahora esto?
- De verdad no entiendo.
- Subamos a mi despacho - dijo, poniendo la mano en la cintura de Cami y señalándole la escalera, ya que se encontraban en el lobby.
Pero en ese momento, la puerta del exterior se abrió. Ambos se dieron vuelta, al oír la exclamación sorprendida de la joven recepcionista.
Entraron tres hombres, el que iba delante de ellos se veía aristocrático, alto y de buen porte, de cabellos dorados hasta los hombros, los ojos eran celestes como el agua clara, su rostro muy serio, parecía una máscara. Llevaba un traje oscuro de diseñador, y aunque vestía muy actual, algo en él le daba un aire antiguo. Tal vez el extraño medallón con símbolos de runas que colgaba sobre su pecho, o quizá el bastón de trabajada empuñadura que portaba. No era tan lindo como Gaspard o Raphael, ya que sus rasgos eran más duros, pero desplegaba un halo de sensualidad que hacía que no pudiera evitar mirarlo y sentirse atraída. Los otros parecían ser sus guardaespaldas.
- Xander - murmuró Gaspard.
- Buenos días, Gaspard - habló el recién llegado en francés, con voz grave, observando al dueño del hotel y a Camila.
- Buenos días, Xander - respondió rápidamente con una sonrisa cordial, y volviéndose a ella dijo: - Camila, haz que preparen la residencia del mirador.
Ella, muy veloz, se retiró de la escena hacia el subsuelo, donde se encontraba la sala de estar de los empleados. En el pasillo encontró a Raphael, y le dijo:
- ¡Rafa! - Él se detuvo a mirarla, sorprendido por la expresión preocupada de ella. - Vino un tipo Sander o algo así, Gaspar quiere que preparen la cabaña en el mirador, ¿podés llevar a los empleados?
- ¿Xander está aquí? - repitió con incredulidad. - Ahora sí estamos jodidos.
Ella se asomó a la salita donde había varios chicos esperando, compartiendo unos mates.
- Ana, Sheila y Victor… Vayan con Rafa, hay que poner en condiciones la cabaña del mirador, rápido.
Subieron todos juntos, pero al llegar a la recepción no había rastros ni de Gaspard, ni del recién llegado con sus acompañantes, pero debían seguir en el edificio, ya que la limousine en la que habían venido todavía estaba afuera, junto con otros tres tipos, uno debía ser el chofer y los otros más guardaespaldas.
Pensó que debía ser alguien importante, para tener tanta seguridad, y decidió preguntarle a Mariana, la recepcionista, con qué nombre se había registrado. Le mostró el libro de registro “Xander Ackerkrivy”.
- No puedo ni pronunciarlo - comentó la chica. - Pero me encanta este trabajo, ¡Todos los tipos están buenísimos! - exclamó con una sonrisa.
- Sí, que nombre más raro… - dijo ella y subió a su oficina.
En el primer piso, descubrió que los dos guardaespaldas estaban en la puerta del despacho de Gaspard, descubriendo su ubicación, los miró de reojo; eran hombres también de aspecto nórdico, altos y fuertes, daban miedo, la verdad, por lo que se metió a su oficina sin demostrar demasiado interés.
Se puso a revisar reservas y números, pero no se podía concentrar, por lo que entró a Google y buscó el nombre de aquel extraño personaje, pero no había nada “su búsqueda no ha logrado resultados”. ¿Sería un pseudónimo de alguien que no deseaba ser encontrado? Debería tener aunque sea, redes sociales.
Como ya no tenía datos para buscar, se puso a trabajar nuevamente, no le quedaba otra opción que esperar.
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