Camila - En... algún lugar.
Se fue despertando despacio, la cabeza le dolía como en latidos. Entreabrió los ojos y borrosamente pudo ver delante de ella un medallón, que brillaba directo a sus pupilas. Parecía de plata envejecida y tenía símbolos en derredor de algo que no lograba distinguir bien. La joya colgaba de una gruesa cadena y estaba apoyada sobre el pecho de un hombre que vestía de negro.
Al levantar la vista reconoció al tal Xander, mirando por la ventanilla de un avión. “Estoy soñando” pensó, y volvió a cerrar los ojos adormilada. Algunos minutos después, intentó despertarse otra vez, pero el tipo seguía ahí. Parpadeó un poco para aclarar su visión y ver si realmente estaba despierta. Al moverse, la cabeza otra vez comenzó a latir con un dolor punzante. Parecía que hubiera tomado litros de alcohol y tuviera una resaca tremenda. Pero lo último que recordaba, era estar en la cabaña con Lola que le leía algo de los lobizones…
Se quedó con los ojos cerrados un rato más, tratando de relajarse y poder pensar. Al fin, tuvo el valor de admitir que no se trataba de un sueño y estaba en un jet privado con este hombre y sus intimidantes guardaespaldas.
Lo que vino después fue peor… “¿Por qué estoy en un avión con estos hombres?”. Mil respuestas pasaron por su mente y ninguna era buena, el terror comenzaba a formarse en su rostro cuando el hombre delante de ella le dirigió la mirada y una sonrisa increíblemente amigable.
- ¿Se encuentra bien, señorita Camil? - su voz era suave con un leve acento extranjero.
- Me… me duele la cabeza… - susurró sorprendida.
- Apenas lleguemos haré que le preparen un té de lavanda, que la hará sentir mejor.
- ¿Dónde… dónde vamos?
- A mi hogar.
- ¿Y eso es en…?
- Estamos al norte del Atlántico, casi a mitad de camino entre Groenlandia e Irlanda.
Él había vuelto su mirada a la ventanilla y respondía sus preguntas de forma distraída.
- Puedo preguntar… ¿por qué estoy aquí?
- Por supuesto - hizo una pausa. - Trabajará para mí.
- Qué forma más inusual de ofrecerle trabajo a alguien.
- No me malentienda - la miró nuevamente, esta vez tanto su mirada como su voz sonaban duras. - Estoy castigando a Gaspard a través de usted. Puede tomarlo de buenas maneras y hacer lo que le pido como si trabajara para mí, o puede escoger pasarlo tan mal como Gaspard creerá que lo está pasando. Es su decisión.
- Me ha secuestrado, pasando sobre mis derechos y ¿no puedo quejarme? Yo no tengo por qué estar involucrada en sus asuntos con el señor Genolet.
Los labios de Xander se curvaron en una sonrisa cínica.
- No es lo que usted piense o crea lo que cuenta aquí, señorita Camil.
Y volvió su mirada al exterior del avión.
- Camila es mi nombre - corrigió indignada.
Él ya no respondió ni volvió a mirarla.
Se miró la ropa y vio que estaba vestida para salir. Sí, ahora se acordaba, después de lo de los lobizones, se fueron a dormir, y a la mañana iban a salir a caminar. Pero… ¿Habían salido? Seguramente sí, porque no podía imaginar otra forma de ser secuestrada.
“Él dijo que podía tomarme esto como un trabajo, ¿de qué se tratará? No parece querer lastimarme a mí, pero ¿qué tipo de trabajo seria uno que le haga daño a Gaspard?”
*****
Gaspard - Complejo Vex, Prov. de Santa Cruz, Argentina.
Lola acababa de entrar a su despacho, había llegado en la mañana, se la notaba con los ojos rojos e hinchados de tanto llorar.
- Gaspard, perdón - dijo y rompió en llanto.
- Lola, no es tu culpa - por algún motivo la chica pensaba que hubiera tenido que proteger a Camila, pero si era imposible para Gaspard hacerlo, mucho más para alguien como ella.
Volvió a mirar la foto de Cami desmayada en el suelo del jet privado de Xander, en la imagen ella estaba hecha un ovillo y él levantaba su rostro con la punta de su zapato para que se viera que era ella.
- Estábamos por salir a caminar, yo entré al baño y cuando salí ya no estaba, no se llevó nada, ni sus valijas, ni siquiera su celular.
- Probablemente las siguieron durante todo el viaje - explicó. - Ellos sabían de ustedes; tú te salvaste porque no querían castigar a Raphael sino a mí.
- Pero…
- Está bien, quédate tranquila, sólo te llamé para que me contaras y ver que estuvieras bien. Tómate unos días si lo necesitas y vuelve a tus actividades normales.
Ella asintió secándose las lágrimas y salió de su despacho.
Miró la fotografía una vez más... Ya estaba entendiendo a dónde apuntaba esto, Xander lo volvería loco con la culpa; sabía lo de Anne Marie y lo utilizaría en su contra. Tendría que contratar un psicólogo para poder sobrellevar todo esto sin caer en depresión.
*****
Camila - Al Norte del Atlántico
Tal como prometió Xander, una mujer mayor apareció con un té de lavanda. Se sorprendió al ver que la ropa de la mujer era como la de una aldeana de la antigüedad. Todo el lugar parecía sacado de otra época, estaban en un castillo, en una isla perdida en el océano.
La habitación que le había asignado era grande, tenía una cama con dosel, una mesa redonda con dos sillas cerca de la ventana, un tocador a los pies de la cama y dos silloncitos con una lámpara de pie y una mesita en el medio, junto al hogar, al lado izquierdo de la puerta.