El hechizo de tu sangre - Serie Hechizo

Capítulo 9

Camila - Al norte del Atlántico

 

 

Recién había cenado y ya se estaba por acostar a dormir. Aunque no estaba bien admitirlo, el secuestro le gustaba; dormía re bien, tenía tiempo para leer, escribir, sacar fotos, que, aunque el celu que Xander le había dado no le servía para comunicarse, tenía una cámara espectacular.

 

A la mañana a veces iba a los invernaderos que estaban al oeste de la isla y trabajaba un poco con los aldeanos, a quienes no les entendía nada de lo que hablaban pero la dejaban ayudar.

 

Astrid que era una chica como de la edad de Lola y hablaba un poco el español, le había dicho que de allí venían todas las frutas y verduras que se consumían en la isla.

 

A ella la sorprendían todas estas cosas; con un tipo así, tirano como Xander, al que todo el mundo le tenía miedo, era extraño no haber visto a nadie que estuviera sufriendo o quejándose de algo.

 

La puerta se abrió, sacándola de sus pensamientos, eso sí le molestaba, él nunca tocaba ni pedía permiso, entraba no más, como si nada.

 

- Es hora de que hagas un trabajo para mí - dijo.

 

- Pero me iba a acostar… - Empezó a decir Camila cuando vio dos mujeres entrar detrás de él. - Bueno, esperá que me visto…

 

- Así estás perfecta - le respondió.

 

Se quedó con la boca abierta, solamente tenía puesto un camisoncito blanco de seda con breteles finitos, medio transparente, con una puntilla finísima en el escote.

 

Una de las chicas le dijo algo a él en su idioma y él le respondió señalándole el baño.

 

- Quiero aprender el idioma que hablan todos acá - le dijo sin moverse de su lugar.

 

- Me parece bien - respondió sonriendo. - Ve con la maquilladora al baño.

 

“¿Una maquilladora?”, pensó mientras le obedecía. Ella nunca se pintaba, y él no había incorporado nada para maquillarse en sus elementos de uso diario.

 

Pero el maquillaje no era el que ella pensaba, apenas le tocó el lado derecho de la cara, el resto del tiempo, que fueron para ella más de dos horas, lo dedicó a maquillar su cuerpo: eran marcas moradas y rojas, perfectas imitaciones de golpes y rozaduras, como si hubiera estado atada, también le había batido el pelo para hacerla ver despeinada.

 

Al salir del baño, la otra chica había preparado todo un equipo de fotografía, y ahí entendió todo, él le iba a mandar fotos de ella así a Gaspard, para hacerle creer que la estaba maltratando.

 

- No me vas a sacar fotos así - le dijo sin pensar.

 

- Intento ser bueno contigo ¿sabes? - replicó. - No me hagas arrepentirme.

 

Su voz era fría.

 

Él se quitó la camisa por encima de la cabeza, la tiró al piso, y se subió a la cama quedando en medio de esta de rodillas con las piernas separadas de frente a la cámara. Su pecho estaba muy bien marcado y el medallón resaltaba sobre su piel.

 

- Ven, Camil - le dijo, extendiendo la mano hacia ella.

 

Ella no pudo negarse, no sabía si estaba hipnotizada o si era el miedo, pero caminó hacia él y se subió a la cama. El corazón cada vez le latía con más fuerza.

 

La hizo acomodarse entre sus piernas, sentada primero y le tomaron fotos en diferentes poses.

 

Después de unos minutos, se fue tranquilizando, hasta que él le indicó que se incorporara sobre sus rodillas y se puso con las piernas a los costados de las de ella, también arrodillado; luego le pidió que se sentara, era una posición muy íntima, aunque él tenía los pantalones y ella el camisón. Empezó a sentir otra vez el corazón latir como loco, además de un creciente rubor en sus mejillas.

 

- Hueles muy bien - susurró Xander a su oído, lo que la hizo inquietarse más.

 

Él le acomodó el pelo hacia atrás, y lo entrelazó en los dedos de su mano derecha, mientras con el brazo izquierdo la envolvía por debajo de los pechos, haciendo que el escote de su delicada prenda se bajara hasta casi exhibir sus pezones.

 

Mientras los dientes de Xander, extremadamente afilados, se deslizaban por el femenino cuello, cerró los dedos contra su cuero cabelludo con fuerza, pero en un movimiento lento, tironeando hacia atrás, para provocarle una mueca de dolor en el momento justo de la última fotografía.

 

- ¿Estás bien? - preguntó él soltándola.

 

Ella sentía que no iba a poder pararse, de lo temblorosa que estaba, pero se sentó en la cama y asintió con la cabeza sin decir nada.

 

Él fue por su camisa y sus zapatos, los cuales seguramente se había quitado antes de que ella saliera del baño. Y cruzó algunas palabras con las dos chicas que ya estaban recogiendo sus artilugios de trabajo.

 

- ¿Me puedo sacar esto con cualquier crema? - preguntó mirándose las muñecas. En ese momento se dio cuenta de que quería llorar.

 

- Con agua y jabón - respondió él, a lo que ella rápidamente se dirigió al baño, dándoles la espalda para que no pudieran ver sus lágrimas caer.

 

Cerró ambas puertas tras de sí, no pudiendo ya contener un ahogado gemido el cual desató un llanto profundo que no paraba, mientras con desesperación preparaba el baño.

 

Desde que llegara allí no había derramado ni una sola lágrima, pero ahora creía que se derrumbaba. El haber estado haciéndose esas horribles fotos para lastimar a Gaspard y a su vez, las sensaciones que despertaron en su cuerpo ante el abrazo de Xander… “Es el síndrome de Estocolmo”, pensó.

 

Se metió al agua y comenzó a refregar su cuerpo con una esponja marina y un jabón de lavanda. Claro, a él le gustaba la lavanda, por eso le dijo que le gustaba el olor que tenía, pasaba de la angustia a la furia de un momento a otro. El agua se estaba enfriando, cuando por fin se calmó.




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