Xander - Atlántico Norte.
Hacía dos semanas que había trasladado a Camila a su recámara. Al principio tuvo miedo, pensando que podría aburrirse de ella, pero al contrario de lo que esperaba, ella no era invasiva para nada; hacía sus actividades normales y durante el tiempo que pasaban juntos, era divertida, inteligente y entregada.
Y el miedo de aburrirse se transformó en miedo de que lo abandone. ¿Qué pasaría cuando los dos meses se cumplieran? Ya habían hecho la tercera sesión de fotos; eso significaba que aún tenían un mes por delante; para ella tal vez, sería mucho, pero para Xander, un mes era un suspiro. Él la quería y no iba a permitirle alejarse, por lo que había comenzado a introducir su propia sangre en las bebidas de Camila; esto le provocaría una suerte de adicción hacia él, que haría que luego de unos días deseara verlo en el caso de que se fuera, pero mientras permaneciera a su lado, no lo notaría.
Camila había cumplido su promesa y no había vuelto a intentar comunicarse con nadie del exterior, ni lo había mencionado. Parecía conforme con su vida en la Isla, y sus clases de noruego habían mejorado notablemente; ya podía saludar a todos y comunicarse, aunque de manera precaria.
Ahora dormía abrazada a su cadera, mientras él leía una novela que había sido publicada recientemente.
Suaves golpes en la puerta, hicieron que ella se quejara en sueños. Era Bardu, con el teléfono inalámbrico en su mano.
- ¿Que sucede?
- Es Gaspard; ya ha llamado tres veces - se acercó pasándole el teléfono.
Xander abandonó el noruego para responder en francés:
- Gaspard, ¿por qué importunas a mi personal a estas horas? - reclamó.
- Quiero hablar con Camila - su voz estaba algo temblorosa.
- Ella duerme.
- Quiero estar seguro de que no la has matado. ¿Cómo sé que las fotos que me envías no las tomaste el primer día?
- ¿Me llamas mentiroso? - Empezaba a sentirse enojado, cuando sintió a Camila acomodarse abrazando su pierna, la ternura lo relajó.
- Puedo pensar cualquier cosa de ti.
Acarició el rostro de la chica y comenzó a hablarle dejando que Gaspard oyera.
- Camile, preciosa - ella se quejó, - dile a Gaspard que estás bien.
- No… - musitó ella.
- Por favor, está al teléfono. Di que estás bien.
- Estoy bien - gruñó y se dio vuelta dándole la espalda.
- ¿Has oído?
- Su voz sonaba rara.
- Está dormida, ¿Sabes la hora que es aquí?
- ¿Está acostada contigo?
- ¿No es obvio? Te dije que me suplicaría quedarse.
- Eres… - colgó antes de escucharlo.
Pero tuvo que oír a Camila que ya se había despertado y había oído lo que dijo.
- ¿Qué significa eso? - ella se había sentado en la cama.
- Lo dije para molestarlo.
- Tendría que haberme imaginado que me cogías para hacerle mal a Gaspar.
Ella se levantó y buscó su ropa.
- Camile - La llamó, levantándose detrás de ella que no le respondió. - Por favor. ¿A dónde vas?
- A mi dormitorio.
- Este es tu dormitorio - apareció frente a ella deteniéndola, a lo que la muchacha se sobresaltó. - Regresa a la cama.
- ¿Me vas a obligar?
Xander inspiró profundo y negando con la cabeza la dejó salir de la recámara.
*****
Camila - Atlántico Norte.
Los días pasaban lentos; había renunciado a sus clases de noruego, no salía más a pasear por la isla; sólo veía a Iva, quien le traía de comer.
Después de lo que había vivido con Iván, todos los años que la había engañado, no podía creer que había vuelto a caer. Después de analizar mucho su relación pasada, se dio cuenta de que tuvo muchísimas señales de que Iván no la quería, y también tendría que haberse dado cuenta de que era infiel, pero como siempre, ciega. Ahora lo mismo, ciega; ella sabía que Xander, lo único que quería, era hacerle mal a Gaspard a través de ella.
Lo peor de todo, era que como una tonta se había enamorado de Xander; se la pasaba mirando por la ventana para verlo pasar, el pensar que en poco menos de un mes sería libre de irse y ya no volvería a verlo, la perturbaba enormemente.
Como si lo hubiera llamado con el pensamiento, él abrió la puerta.
- ¿Por qué entrás así? - le reclamó.
Se lo veía demacrado, incluso parecía que hubiera adelgazado esta semana, lo que lo hacía parecer más alto e intimidante.
- Tengo hambre.
- Yo no… - Le costó un momento hacer la relación de sus palabras y su significado. - ¿Y qué comías antes?
- Es diferente ahora, tengo hambre de ti - declaró.
- No quiero.
- ¿En serio?
Ella empezó a sentir un deseo creciente de que la abrazara. Aunque estaba enojada, su cuerpo parecía tener voluntad propia. Intentó resistirlo, pensando que él no sentía nada por ella, pero no podía.
Él caminó lentamente y se sentó en la cama. Camila estaba apoyada en la ventana.
- Basta, es injusto - murmuró, acercándose a él que la esperaba con la mano derecha extendida.
Cami se acomodó entre sus piernas; sintió mucho alivio al estar entre sus brazos; lo extrañaba muchísimo. Expuso su cuello ante él, permitiéndole acceso total.
*****
Xander - Atlántico Norte