El hechizo de tu sangre - Serie Hechizo

Extra - Gaspard y Alba 3

Alba – Barcelona, 1897

 

En la imponente oficina de la Directora del internado, la mujer se hallaba de pie detrás de su escritorio y frente a ella, sentado, estaba Gaspard.

Alba se quedó en la puerta al entrar, él ni siquiera se dio vuelta a mirarla, estaba muy rígido en su asiento.

- Acércate – le habló la regente del lugar.

La chica dio unos pasos lentos hasta quedar parada detrás de Gaspard.

- ¿Qué tienes que decir? – Continuó hablando la directora. - ¿Mentirás también delante de tu padre?

Alba permaneció con la mirada puesta en sus manos, que se hallaban lastimadas por causa de los golpes que la maestra le propinara. No habló, las religiosas del internado ya habían decretado que era culpable y Gaspard solo quería sacarse de encima el problema que ella era.

La situación era que una de sus compañeras la acusó de robarle una peineta, lo cual no tenía sentido, ya que las obligaban a llevar el cabello siempre atado con un listón y cubierto con una mantilla. Luego de que la acusadora gritara por todo el lugar que alguien le había robado, Alba encontró que el artículo del conflicto se hallaba caído bajo la cama, lo que suscitó la acusación. Por esto habían peleado.

Gaspard se puso de pie de repente.

- Le agradezco mucho – habló con calma. - Vámonos, Alba.

Salieron del convento y una monja ya tenía preparado el equipaje de la muchacha antes de llegar a la puerta. Subieron al carruaje en silencio. Ella no podía contener las lágrimas que rodaban gruesas por sus mejillas amoratadas.

- ¿Por qué lloras? ¿No es lo que querías? ¿Volver a casa?

La niña continuó sin responder. Él, aunque evidentemente en algún momento la había mirado, evitaba sus ojos, estaba tan irritado que un tinte rojizo se distinguía en el fondo de sus pupilas, pero eso solo sucedía cuando se enojaba con ella.

Las lágrimas no se detenían, por más que ella se esforzaba en contenerlas, intentaba mirar hacia afuera para distraerse.

- ¡Maldición! - Exclamó él antes de acercarse a ella. - Ven aquí.

Gaspard la abrazó con mucha ternura y la hizo sentarse en su regazo, acunándola como cuando era más pequeña, mientras besaba su cabello. Alba ya tenía catorce y se había transformado en una jovencita larga y desgarbada. Ya sin poder contenerse, enrolló las piernas para que él pudiera envolverla y desató todo su llanto.

Al llegar a la casa, se había calmado, y cuando traspasaron la puerta, Raphael corrió hacia ella.

- ¡Alba! ¡Cuánto te he extrañado! - exclamó el niño que era muy alto para su edad.

- También yo a ti – sonrió y revolvió su pelo.

- Pa… quiero decir, Gaspard ha dicho que ya no te irás… - se interrumpió al mirarle su rostro. - ¿Qué te ha pasado?

- Una niña del internado me atacó y las maestras me acusaron de robar y por eso me pegaron.

- Y… ¿Tu pelo?

Además, las monjas le habían cortado el cabello de una manera terrible.

- Es que el problema fue por un peine, decían que pecaba de vanidosa, porque mi pelo es… era muy bonito.

- Ya no le cortarán el pelo nunca más a nadie – murmuró Gaspard, y salió de la habitación diciendo: - La semana siguiente vendrá una institutriz a ocuparse de tu educación.

Un par de días después, en el periódico, salió la noticia. El internado se había incendiado, causando la pérdida de su vida a la directora, dos maestras, tres monjas y una de las niñas. Alba no pudo leer quienes eran porque Gaspard le quitó el diario y lo lanzó al fuego.

 

***

Gaspard – Complejo Vex, Argentina. Mayo de 2019

 

Cuando por fin Xander se fue, Alba se desplomó en el lugar que se hallaba parada junto a la mesita de centro. Debilitada por la pérdida de sangre y la falta de alimento. Gaspard corrió hacia ella para sostenerla.

- Raphael – habló al hombre que también se había acercado a ayudar a Alba. - Vuelve al complejo, búscale ropa y trae alguno de los chicos de la cocina – le indicó mientras se quitaba la camisa para cubrir el cuerpo desnudo de la mujer.

- Sí – respondió el muchacho presuroso y salió de la cabaña.

Levantando a la chica en brazos, Gaspard se sentó en el sofá, colocándola sobre su regazo. La acunó contra su cuerpo y besó dulcemente su mejilla que se sentía bañada en lágrimas. Hubiera preferido dar su vida antes de que Alba sufriera esta tortura, pero Xander no lo permitió.

- Yo… los ataqué… - murmuró con la voz entrecortada. - Pero no los maté – sus sollozos se hicieron más intensos. - No los maté, te lo juro.

- Está bien, Alba – habló él contra la sien de la mujer. - Ya ha pasado todo.

Intentaba consolarla sin dejar de acariciar su cabello y besar su crisma.

- Cuando… Cuando los dejé ellos no estaban muertos… - explicaba mirándolo sinceramente con sus grandes ojos verdes. - Y… cuando supe… no me atrevía a decirte… pensé que no ibas a creerme.

- ¿Por qué aceptaste la culpa delante de Xander?

- Porque tampoco me iba a creer, él me condenó con solo verme.

Gaspard no respondió, se sentía muy culpable por lo que Alba estaba pasando ahora; siempre había sido muy duro con ella, constantemente le pedía que fuera lo que no sería nunca… y la había arrastrado a la desconfianza y a la rebeldía.

 

***

Alba – Barcelona 1898

 

Aunque Gaspard le prometió que se quedaría en casa y su educación estaría a cargo de una institutriz, esto no duró mucho porque pronto logró enfurecerlo lo suficiente como para que la enviara nuevamente lejos.

Pero esta vez tuvo mayor suerte, ya que no la envió a una institución, sino a casa de una mujer mayor, amorosa y maternal, que albergaba en su hogar a otras dos niñas huérfanas, Melinda y Nina. La situación allí para Alba fue muy diferente de lo que conociera en el pasado, puesto que su nueva tutora era muy paciente y se convirtió en lo más aproximado a una madre que pudo conocer. Ella le tenía mucha paciencia y decía que era una niña normal, un poco inquieta.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.