El hechizo de tu sangre - Serie Hechizo

Extra - Gaspard y Alba 4

Gaspard – Barcelona 1901

 

El día más temido por Gaspard llegó. Alba regresaba a casa. ¿Qué pasaría ahora con ella? Todavía no podía olvidar el motivo por el cual la enviara nuevamente lejos, aun cuando le había prometido que no lo haría.

Ella se había metido en su cama, y si hubiera sido como cuando niña que junto a Raphael a veces se acostaban con él durante alguna tormenta porque tenían miedo, no habría habido ningún problema, pero... esa vez fue muy diferente, ella siendo una jovencita que ya mostraba atributos de mujer, en medio de la noche deslizándose entre sus sábanas había comenzado una suerte de movimientos a través de los cuales pretendía tener intimidad con él.

Ahora, se bajaba del carruaje mientras Gaspard la observaba por la ventana del primer piso, vestida con un largo y delicado vestido azul que delineaba perfectas curvas. Bajó con algo de aprensión preguntándose si habría cambiado.

Al llegar al vestíbulo ella estaba entrando en la casa y Raphael, que en estos años se había convertido en un muchachito alto y delgado, la ayudaba con sus maletas.

Al encontrar la mirada de Alba, que brillaba con aparente alegría, Gaspard sintió su corazón latir alocado, ella sonrió y esto fue peor. Era una mujer de indudable belleza. Sin embargo, no hizo ningún gesto que delatara sus sentimientos incipientes.

- Cómo has crecido – le dijo a modo de bienvenida.

Ella no respondió de inmediato.

- He aprendido mucho, puedo trabajar y si te molesto me iré.

- ¡No puedes irte! - Exclamó Raphael, que estaba tan sorprendido como él ante las palabras que habían salido de la boca de Alba, era obvio que no había cambiado. - Acabas de llegar.

- Eres una adulta ahora, Alba – respondió fríamente. - No creo que vayas a repetir las tonterías que hacías cuando niña.

Ella no dijo nada más y él continuó:

- Acompáñala a su habitación, Raphael.

La chica y el niño subieron la escalera pasando a su lado sin mediar miradas.

 

 

 

***

 

Alba – Barcelona 1902

 

Alba, aunque consiguió apaciguar su actitud, para no tener problemas y no decía nada, continuaba amando a Gaspard como el primer día.

Transcurrieron once años, y él seguía viéndose igual, no había envejecido en absoluto, pero al ser una niña cuando se conocieran, ella, en ese momento, no tomó esto como algo extraño a tener en cuenta, después de todo, solo había pasado una década.

A sus diecinueve años, siendo mayor, ya no intentaba espantar a las mujeres que Gaspard invitaba a la casa y entendía que no las traía para casarse, sino porque “un hombre tiene necesidades que atender”, en palabras de la señorita Mellier. Lo que ahora también sabía, era peor que el hecho de que tuviera novias, pues resultaba ser que él estaba enamorado de una mujer que ya había muerto, y ninguna otra sería nunca tan perfecta como ella.

En el pasado, él había mencionado a Anne Marie alguna vez, como era pequeña, no prestaba atención al respecto. No obstante, ahora, notaba que la obsesión de Gaspard con esta mujer era grande, hablaba de ella todo el tiempo y buscaba siempre damas que se le parecieran, o que tuvieran su nombre o alguno de sus apellidos, incluso, él sabía qué había sido de toda su familia y sus descendientes aunque no tenía relación con ellos.

Alba le mencionó a Gaspard su intención de trabajar como institutriz, pero él declinó aquella idea porque decía que no tenía ninguna necesidad de hacerlo. Ciertamente, el hombre se hallaba en una posición económica holgada por lo que le daba cuanto quisiera; pero la muchacha, acostumbrada a la vida con la señorita Mellier, donde hacían todos los quehaceres de la casa, estudiaban, cocían su propia ropa y aprendían constantemente muchas cosas, en esta situación, tan diferente, se aburría.

- Gaspard – le habló una tarde entrando en el estudio en el cual el hombre trabajaba. - He escrito una carta para pedirle a la señorita Mellier que me consiga trabajo y se la quisiera enviar.

Él levantó la vista de sus papeles y su mirada fue como en el pasado, con aquel reflejo rojizo que le parecía tan extraño y esto la hizo dar un respingo hacia atrás.

- Te he dicho que no.

- Me aburro y ya no quiero estar aquí.

Él suspiró y se reclinó hacia atrás en su asiento.

- Basta, Alba. Está fuera de discusión.

- No eres mi padre y soy mayor de edad… - no pudo continuar hablando, ya que Gaspard se puso de pie de manera amenazadora.

- No te irás a ningún lugar. Regresa a tu habitación.

Sin saber por qué le obedeció y no salió de su cuarto hasta que él fue a buscarla para cenar en la noche.

 

 

 

***

 

Gaspard – Complejo Vex, Argentina – Mayo 2019

 

Habían pasado ya dos días de la partida de su superior y Gaspard no podía dejar de ver la foto de Camila tirada en el piso del avión, y el destino que podría depararle en manos de Xander. Por su culpa. La culpa era algo que lo acompañaba desde antaño. Lo sucedido con Anne Marie se hallaba muy presente en su memoria, y lo que habría sufrido mientras él, ignorante de todo, estaba lejos.

- Cambia esa cara – la voz de Alba lo sobresaltó. - No creo que Xander vaya a hacerle nada.

- Después de lo que te hizo a ti…

Ella gruñó sonoramente, poniendo los ojos en blanco.

- Nunca fue su intención matarme, aunque me creía culpable, simplemente me quería hacer sufrir. Dudo que con una humana se comporte igual.

- No lo sé…

Alba se acercó y se apoyó en el escritorio junto a él.

- Debes dejar de torturarte.

- Sabes que no puedo.

Ella tomó su mano y jalándola la llevó a su boca para besar su palma. Él suspiró cansadamente. Los ojos de ambos se encontraron y el corazón de Gaspard se aceleró, se hallaba en un momento de vulnerabilidad y Alba lo sabía. Ella comenzó a inclinarse hacia sus labios, pero en ese instante el teléfono sonó.




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