El hechizo de tu sangre - Serie Hechizo

Extra - Gaspard y Alba 5

Gaspard – Complejo Vex, Junio 2019

 

Luego de varios días de una terrible incertidumbre que no le permitía dormir, por fin volvió a recibir una comunicación de Xander. Las fotos eran terribles, Raphael lo había convencido de no hacer nada, ya que cualquier movimiento podría provocar la muerte de Camila. Aunque tal vez eso sería mejor para ella que vivir tormentos.

Alba abrió la puerta de su oficina repentinamente. Llevaba un pequeño vestido de los que Gaspard odiaba, por el hecho de que dejaban a la vista todos los atributos de su hermoso cuerpo. Además, arrastraba una maleta y un abrigo en su brazo. La miró inquisitivamente.

- Me voy – dijo desafiante. - Estoy cansada de que no me prestes atención.

- Alba – comenzó a explicar. - En esta situación…

- ¡Siempre hay una situación! ¡Siempre hay una mujer! Siempre hay algo antes que yo para ti.

La mujer se giró para salir, pero Gaspard en un parpadeo estuvo detrás de ella cerrando la puerta con llave.

- Y tú no dejas jamás de portarte como una niña – él no levantó la voz, no obstante la ira contenida se sentía a través de sus dientes apretados.

- Al menos no soy una cobarde c… - no pudo terminar de hablar porque el hombre la había tomado por los hombros.

- ¿Puedes dejar de colmar mi paciencia? - Apretó un poco la suave piel de los hombros de ella, que parecía quemar sus manos.

- Me iré y ya tu paciencia estará en paz, como siempre has querido.

Tragó con fuerza intentando calmar sus ansias, sin duda no dejaría que se fuera a ninguna parte.

- Me vuelves loco. ¿Qué es lo que quieres de mí?

 

 

***

Alba – Marsella, 1907.

 

Ya hacía dos años que habían regresado a Francia, luego de que Gaspard espantara cuanto hombre pretendiera cortejar a Alba, y de que la muchacha descubriera a su tutor en una sospechosa situación de la cual él nunca le había dado explicaciones.

Esto la puso en alerta y comenzó una discreta investigación de los extraños hábitos del hombre, entre ellos el comer muy poco y dormir más de día que de noche, y aquello que había pasado antes de que viajaran:

Gaspard, había invitado a Varena a subir a su habitación. Alba, recordando las curiosas explicaciones de la señorita Mellier sobre las necesidades de un hombre, decidió que sería bueno comprobar que cosas eran las que él necesitaba de su novia. Se escabulló sigilosamente por el pasillo del piso superior y al llegar a su puerta, se inclinó para espiar por el ojo de la cerradura. Allí estaba un primer plano de la pareja, ella sentada en el lecho y Gaspard con el rostro hundido en el cuello femenino, ambos recortados por las tenues luces de las velas. El hombre se movió soltándola un poco, y pudo vislumbrar lo que le pareció que era sangre, que goteaba por el escote de la mujer. Esto le hizo dar un respingo y conteniendo la respiración se tapó la boca evitando emitir ningún sonido.

Pero la puerta se abrió, dejando ver solo a la mujer inerte en la cama. Gaspard estaba de pie frente a ella, con la camisa algo desprendida y el cabello desalineado. Se lo veía extremadamente pálido y ojeroso. Aunque no había rastros del vital líquido, sus labios se veían lívidos, y ahora estaban apretados en un rictus de enojo.

Ella sin notarlo había caído hacia atrás, un terror comenzaba a crecer en su interior al encontrarse con su mirada enrojecida. Él la tomó por los hombros y la levantó con una fuerza sorprendente.

- Regresa a tu habitación y prepárate para viajar.

Ella no pudo negarse, simplemente obedeció.

- ¡Raphael! - lo oyó gritar tras un fuerte portazo.”

 

Alba se encontraba en el comedor diario, esta no era la casa en la que creciera, sino que era una que estaba más apartada de la ciudad, por lo que para cualquier cosa que quisiera hacer debía recorrer mucho trecho en carruaje. Gaspard, para que no se sintiera tan sola, le había permitido invitar a Nina a pasar una temporada con ella, ya que la habían despedido de su trabajo de institutriz por tener un amorío con el padre de los niños que educaba. De esto hacía ya un mes.

- Estoy encinta – murmuró la chica sentada delante de ella, muy sonrojada, sacándola por completo de sus oscuros recuerdos.

- ¡Nina! - Exclamó cubriéndose la boca. La notaba rara desde su llegada, pero no imaginaba algo así. No tenía idea cómo se lo diría a su tutor ni cómo lo tomaría este.

- Lo siento – las lágrimas comenzaban a bañar sus mejillas.

Alba no sabía qué decir.

- Alba – ella se sobresaltó cuando Gaspard se asomó a la puerta.

Nina ocultó su rostro intentando contener la respiración.

- ¿Si? - Preguntó con voz temblorosa.

- Raphael y yo, iremos a la ciudad. No estaremos para la cena.

Él les dio una mirada extraña, pero no dijo nada y se marchó.

- ¿Crees que se habrá dado cuenta?

- No lo sé, pero no es algo que se pueda ocultar mucho, ¿verdad? Deberé decírselo en algún momento.

La incertidumbre se instaló entre ellas y ya no hablaron.

Gaspard y Raphael regresaron muy tarde en la madrugada, Alba se despertó ante los ruidos que hicieron porque el joven no se sentía nada bien, y al día siguiente no se levantó a desayunar, por lo que la chica y su amiga se encontraron nuevamente solas, ya que Gaspard no participaba de esta comida, sin embargo, apareció allí sorprendiéndolas.

- ¿Recuerdas la casa en las afueras de la ciudad? - Preguntó luego de darles los buenos días.

- Sí.

- Hay que ponerla en condiciones, quisiera que te ocuparas de ello – él se había sentado junto a Alba.

- Está bien, me gustaría – respondió.

- Bien, preparen sus cosas, el carruaje las llevará, apenas hayan terminado.




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