El Heraldo Del Crepúsculo

Sombras En La Niebla Del Tiempo

SEGUNDA PARTE

Leonel (con voz quebrada) - Adriel, el peligro es demasiado grande. Si sigues buscándome, si sigues acercándote a esta oscuridad, podría arrastrarte conmigo, y eso es lo último que quiero. No puedo soportar la idea de perderte, de verte consumido como lo he sido yo.

El dolor en la voz de Leonel era palpable, como una cuerda tensa que amenazaba con romperse en cualquier momento. Adriel sintió que su corazón se partía en dos al escuchar esas palabras, pero también sabía que no podía abandonar a su hermano, no cuando todavía había una posibilidad, por pequeña que fuera, de salvarlo.

Adriel (con determinación) - Leonel, sé que estás atrapado en un abismo de oscuridad, pero también sé que dentro de ti aún brilla una chispa de la luz que una vez fuiste. No puedo renunciar a ti, no cuando sé que aún hay algo de mi hermano dentro de esas sombras. Te encontraré, Leonel. Te traeré de vuelta, aunque tenga que enfrentar al mismo abismo para hacerlo. Te salvaré

Leonel bajó la cabeza, su silueta se desdibujaba en la penumbra que lo envolvía, como si estuviera siendo tragado lentamente por la oscuridad. Pero antes de que desapareciera por completo, levantó la mirada hacia Adriel, y por un momento, solo por un breve instante, los ojos oscuros de Luzbel brillaron con un destello de la antigua luz que había sido.

Leonel (en un susurro apenas audible): - Adriel, por favor, ten cuidado. No subestimes la oscuridad... y no subestimes al Heraldo. Si decides seguir adelante, debes estar preparado para lo peor.

Con esas palabras, la figura de Leonel se desvaneció en la oscuridad, como una sombra que se disipa al amanecer, dejando a Adriel solo en ese paisaje desolado. El viento sopló con más fuerza, levantando polvo y ceniza, envolviendo a Adriel en un torbellino de emociones.

Sentía la desesperación de su hermano, su propio miedo y su inquebrantable deseo de salvarlo. Pero también sabía que el camino que tenía por delante sería el más difícil que jamás había recorrido.

Adriel (gritando al vacío) - ¡Leonel! ¡No te dejaré! ¡No importa lo que diga la oscuridad, no importa lo que intente hacer el Heraldo, te encontraré y te salvaré!n

Pero su voz se perdió en el viento, resonando sin respuesta en la vastedad del sueño. Adriel despertó sobresaltado, su corazón latía con fuerza y sus manos estaban frías como el hielo. A su lado, Miguel sintió el tumulto emocional en su interior, la mezcla de miedo, tristeza y determinación que llenaba el alma de Adriel.

Miguel (con voz tranquilizadora) - Adriel, estoy contigo en esto. No estás solo. Juntos, encontraremos a Leonel y lo traeremos de vuelta, no importa lo que haga falta. Y también ayudaremos a Luzbel.

Adriel asintió, su mirada aún estaba fija en la penumbra que rodeaba su campamento, como si esperara que Luzbel y Leonel emergieran de las sombras en cualquier momento. Sabía que Miguel tenía razón, que no estaba solo, pero la carga que llevaba en su corazón era pesada, más pesada de lo que había imaginado.

Adriel (con voz entrecortada) : Miguel, no puedo abandonar esta búsqueda. No puedo dejar que Leonel se pierda en la oscuridad. Pero también sé que el Heraldo está cada vez más cerca, que nos está acechando, esperando el momento adecuado para atacar. No sé si estoy preparado para enfrentar lo que vendrá, pero no puedo darme por vencido.

Miguel, sintiendo la profundidad de las emociones de Adriel, proyectó una suave luz dentro de su corazón, un recordatorio de que, incluso en la mayor oscuridad, la luz siempre encuentra una manera de brillar.

Miguel (con voz serena): Adriel, tu amor por Leonel es lo que te da fuerza. No permitas que la oscuridad te haga dudar de tu misión. El Heraldo es poderoso, sí, pero no invencible. Y Leonel... aunque esté atrapado, aunque haya caído, aún hay esperanza. La luz y la oscuridad siempre han estado en equilibrio. Si podemos restaurar ese equilibrio, podremos salvarlos a ambos. A Leonel y también a Luzbel.

Adriel respiró hondo, dejando que las palabras de Miguel se asentaran en su mente. Sentía que la oscuridad lo estaba empujando hacia el abismo, pero al mismo tiempo, sabía que su vínculo con Miguel y su amor por Leonel eran su ancla, lo que lo mantenía firme en su camino.

Adriel (con una renovada determinación): No me rendiré, Miguel. No importa lo que diga Leonel, no importa lo que la oscuridad intente, seguiré adelante. No permitiré que el Heraldo gane, no permitiré que este mundo caiga en la penumbra. Y sobre todo, no permitiré que Leonel se pierda para siempre.

Las primeras luces del amanecer comenzaban a filtrarse a través de la densa niebla, aunque de forma débil, como si el sol estuviera luchando por abrirse paso a través del crepúsculo eterno. Adriel se levantó, su mirada fija en el horizonte donde el próximo paso de su viaje los esperaba. Sabía que las pruebas que enfrentaría serían duras, pero también sabía que no podía permitirse el lujo de fallar.

Miguel (con voz firme): Entonces avancemos, Adriel. Sigamos las pistas, rastreemos las sombras, y encontremos a Luzbel. Y cuando llegue el momento, enfrentaremos al Heraldo juntos, con todo el poder que poseemos.

Adriel asintió, su corazón latía con fuerza, pero esta vez no era solo por el miedo o la tristeza, sino por la determinación de salvar a su hermano, de restaurar el equilibrio en un mundo que se tambaleaba al borde del abismo. Sabía que la batalla que se avecinaba sería la más difícil de su vida, pero estaba preparado para enfrentarse a ella.

Adriel y Miguel caminando juntos hacia el corazón de la penumbra, donde el destino de Luzbel, Leonel y el mundo entero se decidiría. Cada paso los acercaba más a la confrontación final con el Heraldo del Crepúsculo, y aunque la oscuridad intentaba acallarlos, la luz dentro de ellos brillaba con más fuerza que nunca.




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