Un viejo hombre está sentado sobre un barril en la puerta de la taberna. Acababan de echarlo por no pagar la cuenta de hace tres meses aunque tenía la leve sospecha de que también era por asustar a los clientes con historias extrañas
—¿Qué te pasó ahora? —un joven dio vuelta la esquina con rapidez al ver a su abuelo en semejante circunstancia. A pesar de que siempre fue un hombre con aspecto descuidado, muy flaco y con el pelo ya canoso, nunca lo vio así.
El viejo al ver a su nieto se intentó reincorporar de un salto pero los años volvieron a hacer de las suyas, provocándole un dolor que lo sacudió desde la nuca hasta el final de su columna.
—¡Viejo tonto! —exclamó al ver como se doblaba sobre sí mismo. Apresuró el paso y ayudó a su abuelo a recomponerse.
Una vez que estuvieron cara a cara, intercambiaron un afectuoso abrazo. Al separarse, el joven tuvo que limpiar sutilmente su chaleco empolvado por su abuelo. Lo quería e intentaba hacer lo que estuviera a su alcance, siendo él el único de los cinco hijos que se acordaba de que tenía un abuelo.
—¡Te lo juro, Cyril! ¡El loco del tabernero me sacó a patadas solo por contar mis historias!
Cyril, que bien conocía a su abuelo, suspiró armándose de paciencia.
—Claro que no. Lo hizo porque le debes más un mes de bebida ¡eres tan tacaño que no soltarías un penique de lo que le debes! —lo regañó. El viejo solo se limitó a bajar la mirada, avergonzado por tener que reconocer que era verdad.
Pero el viejo era terco y no se iba a dejar vencer tan fácil.
—¡Pero es que le asusta que yo hable de ellos!
—¿De quienes?
—¡De los piratas! —el joven se exaltó al oír las palabras que salían de la boca de su abuelo. Una mujer que pasaba allí con sus hijos se escandalizó y los llevo lejos de allí. Los piratas llevaban años aterrorizando los puertos de Inglaterra y pronunciar su nombre era algo tan mal visto como si eso los invocara.
—¡Cuida tu boca!
El viejo no se resignó.
—¡Vamos, Cyril! De pequeño amabas esas historias —el joven negó aunque sabía que era cierto. Recordaba las historias crueles que su abuelo le narraba a la corta edad de seis años hasta que su madre, realmente enojada, le prohibió volver a oír otra palabra sobre ellos—. ¡Pobre de mí! ¿A quién le contaré mis historias ahora? —cerró los ojos dramáticamente y acarició su desprolijo bigote.
Cyril dio vueltas en su lugar.
—Dios entrégame paciencia —murmuró—. ¿Quién querría escuchar sobre muertes y saqueos, abuelo?
El viejo se removió feliz en su lugar. Había, en parte, cumplido su objetivo.
—No, no es de ese tipo de historias. Esta es de un pirata singular, tenía más o menos tu misma edad —rascó su cabeza intentando recordar más detalles—. ¡Sí! Oh y que valiente, ese tipo logró muchísimas cosas ¿sabes?
—Ajá —dijo distraídamente el nieto.
—Y peleó con monstruos marinos y conoció tierras y...
Cyril se cruzó de brazos, harto de tantos desvaríos de un viejo que no sabía ni de que hablaba. Su abuelo siempre fue un muy buen narrador de historias pero gran parte de ellas, creía Cyril, eran mentira. Cuentos para mandar a dormir a los niños.
—¿Así que no me crees? ¡Já, ya quisiera yo! Éste hombre fue de carne de verdad y sangró en muchas batallas. Era de verdad ¡yo mismo fui su alumno! —Cyril, aunque fingía, se sentía atraído por la historia aunque aún no creyera en esta—. ¡Vas a ver, vas a ver! ¡Él era lo mejor de todos los tiempos!
—¿Lo mejor?
Su abuelo dudó al responder y, al hacerlo, su tono ya era más tranquilo.
—Bueno... no sé si lo mejor de todos los tiempos —admitió mirando sus pies—. Pero que era bueno en lo que hacía, sí.
Cyril miró su reloj un tanto impaciente. A su alrededor, los pueblerinos iban y venían entre los comercios y el sol del mediodía los cegaba. Ese día era el primer bueno en meses, por lo que todos estaban afuera aprovechando el buen tiempo.
—Tal vez tenga tiempo para un cuento...
El viejo rió aplaudiendo. Estaba muy feliz de tener alguien que lo oyera por fin. Pensó unos minutos antes de de hablar, eligiendo el relato que le parecía el mejor.
—¡Perfecto! Ahora... ¿Te suena la historia del Botín de las Lágrimas?
Editado: 06.04.2018