El Heredero del Millonario

10.

Cuando comenzó nuestra peculiar relación contractual, jamás imaginé lo rápido que mi vida cotidiana cambiaría. Pasaron solo unos días desde la firma del contrato, y el impacto de tener a Leona en mi mundo ya era evidente. Ella estaba cumpliendo su parte, pero también comenzaba a marcar límites claros. Esto era tanto un alivio como un desafío, porque aunque sabía que no podía esperar que todo fuese sencillo, no dejaba de ser frustrante cuando chocábamos.

Esa mañana, la esperé en el auto frente a su apartamento. Habíamos acordado encontrarnos temprano para las citas médicas que ya estaban programadas, y aunque el reloj marcaba las ocho y diez, ella no había salido aún. Observé la entrada del edificio, esperando que en cualquier momento cruzara la puerta.

Finalmente, la vi aparecer con una chaqueta ligera y un bolso grande colgado al hombro. Su cabello estaba recogido en una coleta alta, y aunque lucía casual, había algo en su andar confiado que me obligó a detenerme un segundo más de lo necesario para observarla.

—Buenos días, Leona —saludé cuando abrió la puerta del auto y se acomodó en el asiento del copiloto.

—¿Llegué tarde? —preguntó, arqueando una ceja mientras se colocaba el cinturón de seguridad.

—Diez minutos. Pero no me sorprende, considerando que tú misma dijiste que las mañanas no son tu fuerte.

—No es como si estuvieras esperando bajo la lluvia, Winston. Estoy aquí, ¿no? —Solté una risa suave mientras arrancaba el auto.

A pesar de su tono a menudo sarcástico, había algo en la forma en que manejaba las situaciones que me resultaba extrañamente entretenido.

—Hoy es un día importante —comenté, intentando suavizar la conversación—. La primera consulta médica oficial.

—Lo sé —respondió ella, mirando por la ventana—. No te preocupes, lo estoy tomando en serio.

El tráfico de Londres estaba más congestionado de lo habitual, lo que nos dio tiempo para hablar durante el trayecto. O al menos para intentarlo, porque Leona parecía más interesada en observar las calles que en conversar conmigo.

—¿Te sientes bien? —pregunté después de un rato.

—Sí, bastante bien. Solo... supongo que me está cayendo el peso de todo esto.

—Es normal. Es un gran cambio para ambos. —Ella giró la cabeza hacia mí, estudiando mi rostro por un momento.

—¿Para ti también es difícil, Winston? Porque, sinceramente, parece que tienes todo bajo control la mayor parte del tiempo. —Esa pregunta me tomó por sorpresa.

No esperaba que Leona mostrara interés en cómo me sentía yo. Su atención había estado completamente en sus propios sentimientos y en asegurarse de que se respetaran sus condiciones.

—Más de lo que te imaginas —confesé después de un momento de reflexión—. Esto es nuevo para mí también. Estoy acostumbrado a controlar cada aspecto de mi vida, y ahora hay algo que no puedo prever. Y sí, a veces eso me pone un poco nervioso. —Ella sonrió ligeramente, aunque no era una sonrisa burlona.

—Supongo que es bueno saber que no eres completamente invencible.

—Nunca lo he sido —admití, girando la cabeza para mirarla mientras nos deteníamos en un semáforo en rojo—. Pero hago lo mejor que puedo. —El resto del trayecto transcurrió en un silencio más cómodo.

Cuando llegamos al consultorio, un edificio moderno y discreto en el corazón de Londres, me aseguré de que Leona se sintiera cómoda desde el primer momento. Nos recibió la doctora Jennings, una mujer de unos cuarenta años, amable y profesional.

—Señor Carter, señorita Philiphs, bienvenidos. Espero que se sientan como en casa aquí —dijo mientras nos conducía a una sala amplia con paredes en tonos cálidos. —Leona pareció relajarse un poco ante la calidez de la doctora, aunque su postura seguía siendo algo rígida.

—Gracias, doctora —respondí, tomando asiento junto a Leona—. Estamos aquí para asegurarnos de que todo marche perfectamente desde el principio.

Jennings asintió y comenzó a hacer preguntas estándar sobre el estado de salud de Leona. Yo escuchaba con atención, aunque sabía que este era su momento y no debía intervenir demasiado. Sin embargo, cuando la doctora mencionó la necesidad de algunas pruebas iniciales antes de dar inicio al procedimiento, Leona frunció el ceño.

—¿Son realmente necesarias tantas pruebas? —preguntó, con una mezcla de incomodidad y curiosidad.

—Sí, señorita Philiphs —respondió Jennings con paciencia—. Es importante asegurarnos de que usted esté en perfecto estado de salud antes de la inseminación. No se preocupe, será rápido y nada invasivo. —Leona suspiró y asintió, aunque pude notar que no estaba completamente convencida.

Después de mucho hablar decidimos que la concepción del bebe seria por medio de inseminacion, yo di una muestra, ella dio el óvulo y la doctora se encargaría de lo demás. Ella aun no se sentía lista para estar íntimamente conmigo, y las probabilidades que quedara embarazada a la primera con el método tradicional eran casi nulas, no había tiempo para intentos.

—Confío en que está haciendo lo mejor, doctora. Es solo que... bueno, todo esto es nuevo para mí. —Jennings sonrió de manera tranquilizadora.

—Lo entiendo perfectamente. Es normal sentirse así al principio, pero estoy aquí para ayudarles en cada paso del camino.




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