Tras el incómodo incidente con mi abuelo, sabía que mi prioridad era dejarle claro que su intromisión en la vida de Leona no sería tolerada. Pero también entendía que no podía controlar todos los movimientos de Edward. Mi única opción era fortalecer mi relación con Leona y protegerla, incluso si eso significaba tomar medidas drásticas.
El siguiente paso, sin embargo, era mucho más complicado: ganarme su confianza. Desde el inicio de nuestro acuerdo, ella había mantenido una distancia emocional. Aunque cumplía con los términos del contrato, era evidente que no quería acercarse más de lo estrictamente necesario. Yo tampoco había hecho mucho por cambiar eso, pero, ahora que la presión externa aumentaba, sabía que necesitábamos unirnos como equipo.
Esa tarde, decidí invitarla a cenar. No a un restaurante elegante ni a un evento social; simplemente a mi casa. Quería que el ambiente fuera lo más relajado posible.
Le envié un mensaje breve:
"¿Puedes venir a mi casa esta noche? Quiero hablar contigo. Cena incluida."
Su respuesta llegó casi al instante:
"¿De qué se trata? Espero que no sea otra conversación sobre tu abuelo."
Sonreí al leerlo. Incluso en sus mensajes, su tono era directo y desafiante.
"Prometo que no. Será una conversación tranquila."
Después de unos minutos, aceptó.
Pasé la tarde preparando algo sencillo: pasta con salsa de tomate y albahaca. No era un chef, pero sabía cocinar lo suficiente para no avergonzarme. Cuando llegó la hora, escuché el timbre y fui a abrir la puerta.
Leona estaba allí, con un vestido claro y una chaqueta ligera. Su cabello estaba recogido en una coleta, y su expresión era neutral, como si estuviera lista para cualquier cosa.
—Hola —dijo, mirando alrededor mientras entraba.
—Hola. Pasa, por favor.
Le mostré la sala y le ofrecí algo de beber. Optó por agua con gas, y se sentó en el sofá, cruzando las piernas con elegancia. Por un momento, me quedé observándola, sorprendido por cómo podía mantener esa calma imperturbable.
—¿Vas a quedarte ahí parado o me vas a decir de qué se trata esto? —preguntó, levantando una ceja. Me aclaré la garganta y tomé asiento frente a ella.
—Quiero que hablemos de cómo vamos a manejar esto a partir de ahora —dije—. Lo del contrato, lo del bebé... todo. —Ella inclinó la cabeza, esperando que continuara. —Sé que mi abuelo fue una invasión a tu privacidad, y no voy a permitir que eso vuelva a pasar. Pero también creo que necesitamos establecer un poco más de comunicación entre nosotros. Si vamos a trabajar juntos en esto, tenemos que confiar el uno en el otro.
Leona soltó una risa suave, aunque no era de burla. Parecía más una mezcla de incredulidad y resignación.
—¿Confianza? —repitió—. ¿Entre tú y yo? Winston, apenas nos conocemos. Lo único que tenemos es un contrato.
—Lo sé —admití—. Pero no creo que podamos seguir así. No si queremos que esto funcione. —Ella me observó durante unos segundos, como si estuviera evaluando si mis palabras eran sinceras.
—Está bien —dijo al fin—. Estoy dispuesta a intentarlo. Pero esto no significa que vaya a contarte todos mis secretos ni que esperes que te considere mi confidente.
—No es lo que estoy pidiendo —respondí rápidamente—. Solo quiero que estemos en la misma página.
—De acuerdo. Pero también quiero que sepas algo, Winston. Si tu abuelo vuelve a espiarme o intenta intimidarme de alguna manera, terminaré este acuerdo, sin importar las consecuencias.
—No llegará a eso. Te lo prometo.
La cena fue más tranquila de lo que esperaba. Hablamos de temas superficiales: su trabajo en el bar, mis responsabilidades en la empresa, incluso de programas de televisión que ambos habíamos visto. Era una conversación ligera, casi como la de dos conocidos que intentaban encontrar puntos en común. A medida que avanzaba la noche, noté que Leona empezaba a relajarse. Su postura era menos rígida, y su sonrisa surgía con más frecuencia.
Después de la cena, nos trasladamos al sofá, cada uno con una taza de té. Fue entonces cuando decidí tocar un tema que había estado rondando mi mente.
—He estado pensando en cómo haremos esto cuando el bebé llegue —dije, observando su reacción. Leona frunció el ceño ligeramente.
—¿A qué te refieres?
—A cómo compartiremos la responsabilidad. Obviamente, quiero estar involucrado en su vida, pero también quiero asegurarme de que tú estés cómoda con cualquier arreglo que hagamos. —Ella asintió, tomando un sorbo de su té antes de responder.
—Para ser honesta, no he pensado mucho en eso. Supongo que asumiré la mayor parte del cuidado, al menos al principio. Pero si realmente quieres estar involucrado, tendremos que encontrar un equilibrio.
—Eso es lo que quiero —dije—. Quiero ser un buen padre para él... o para ella. —Leona me miró, sorprendida por un momento. Luego, una pequeña sonrisa apareció en sus labios.
—Eso es bueno, Winston. Pero las palabras son fáciles. Lo que realmente importa es lo que hagas.
—Lo sé. Y estoy dispuesto a demostrarlo.