En una colina solitaria, un joven de cabello largo se encontraba recargado sobre un árbol de tronco grueso, su mirada era tranquila, mientras que con una pluma larga escribía sobre un trozo de papel.
''Querida Monserrat, te escribo nuevamente para contarte mi día, como sabrás, hoy hago un año desde que aparecí en este extraño mundo. Mi cuerpo se ha ido acostumbrado al dolor y, mis pesadillas han disminuído. Sigo sin saber dónde me encuentro, lo único que he visto hasta ahora son animales y bestias... Me siento solo, amada mía, muy solo. Admito que cada día te extraño más y más. Extraño tu sonrisa, tu mirada, tu dulce voz ¡Oh! Santa mujer, como extraño tu voz. Daría cualquier cosa para regresar a tu lado, los cielos lo saben, sin embargo, eso no es posible aún. Espérame otro poco más, por favor, solo un poco más y, te prometo que volveré... Firma: Tú más grande admirador"
Dobló en dos la hoja, colocó la pluma en el recipiente de tinta, mientras guardaba su nueva carta en su bolsa de cuero.
--Sí tan solo pudieras recibirlas. --Suspiró.
Se puso de pie, observando el horizonte, su mirada fue atrapada por Wityer, quién comenzaba a despertarse, bostezando con el hocico bien abierto.
--Vamos. --Dijo.
El pequeño lobo lo miró por un momento, asintiendo de inmediato y, saltando al hombro de su compañero.
En la espesa vegetación, un joven transitaba con pasos tranquilos, su mirada observaba más allá de las tierras, mientras que su brazo derecho temblaba por el dolor. Wityer frotaba su cuerpo contra el cuello de Gustavo, podía sentir el inmenso malestar en su compañero, por lo que deseaba ayudarlo a aliviarse, aunque fuera solo un poco. Después de haber ocupado la energía pura del Dios de la muerte un año atrás, su cuerpo sufrió el rebote del poder. Cada día sentía como se destruía su brazo por dentro y cómo se regeneraba. La sensación se fue normalizando con el paso del tiempo, llegando a acostumbrarse, pero la molestia seguía ahí, atormentando sus días y noches.
--Gracias amigo --Dijo con una sonrisa--, pero no es necesario que desperdicies tu energía.
El lobo ignoró sus palabras, continuando con su acción de aliviar el malestar del cuerpo de su compañero. Su pelaje desprendía un pequeño brillo tenue al ser iluminado por los rayos del sol, pero su mirada decidida no cambiaba aún cuando ya había pasado más de unas cuantas horas en la misma acción.
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La luna se colocó en el cielo, el tranquilo viento y el arrullador sonido de las hojas provocaba un lindo bienestar en su cuerpo. Buscó un buen lugar para descansar, se acomodó al lado de unas raíces gruesas, acostándose con calma. Ocupó como almohada un par de camisas que tenía dentro de su bolsa de cuero, juntándolas para mantener su cabeza en un punto adecuado para el descanso.
--Que descanses amigo. --Dijo, mientras abrazaba al pequeño lobo, para después quedarse profundamente dormido.
En la fresca noche, el único ruido presente eran los gemidos de un individuo masculino, pero no eran gemidos de placer o dolor, sino de angustia y melancolía.
--Ven... Ven... --Repetía en un tono bajo.
°°°
Un joven Gustavo admiraba la belleza de su entorno, mientras que en la lejanía, se encontraba una silueta femenina, vestida con una túnica blanca y, un pañuelo del mismo color cubriendo su rostro. Se fue acercando, estirando su mano para agarrarla, sentía que lo llamaba, pero por más que intentaba acercarse, más se alejaba.
--¿Quién eres? ¿Por qué estás aquí? --Preguntó confundido. Pero no hubo respuesta a sus preguntas.
Continuó corriendo, quería saber la identidad de aquella dama, pero sus pasos eran demasiado lentos. El paisaje cambió, los dos individuos se encontraban dentro de una sala, muy parecida a una habitación de entrenamiento, la misma que había visto cuando visitó el gremio de exploradores de mazmorras.
--Dime, por favor ¿Quién eres tú? --El dolor se dibujaba en su rostro, mientras algunas lágrimas resbalaban por sus mejillas.
Su brazo comenzó a oscurecerse, mientras la energía de la muerte titilaba, como un foco que estaba a nada de fundirse. La dama comenzó a acercarse, pero con cada paso que daba, en la altura de su estómago, una mancha roja crecía. Gustavo abrió los ojos por la sorpresa, no sabía porque, pero su corazón dolía cuando observaba aquella escena.
--Detente --Dijo, pero la dama continuó caminando hacia él--... Detente --La dama siguió ignorando sus palabras--... ¡Detente!
--Gustavo. --Una tenue voz melodiosa sonó en su mente.
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Se levantó sobresaltado, su respiración era irregular, su frente y espalda estaba cubierta por un fresco sudor.
--La volví a ver, Wityer --Miró a su compañero con dolor en su mirada--, pero sigue sin responderme que hace en mi mente ¿Por que me atormenta? --El pequeño lobo saltó a sus piernas y comenzó a frotarse--. Yo también quiero dormir plácidamente, pero no puedo... Si tan solo supiera quién es ella.
Levantó su torso y se recargó con calma en el tronco detrás suyo, observando con ojos tranquilos el cielo estrellado.
El sol apareció nuevamente en el cielo, mientras que Gustavo despertó de su tranquilo sueño y, movió su cabeza para aclarar su mente. Se colocó de pie con calma, agarrando a Wityer con sus brazos para no despertarlo. Abrió su bolsa de cuero, introduciendo con calma las camisas que le habían servido de almohada. Abrochó su cinturón de dos vainas y emprendió nuevamente el viaje.
Los días continuaron pasando, por las noches las pesadillas lo atormentaban, mientras que en el día la energía de la muerte lo molestaba. Se detuvo momentáneamente y, observó a su derecha, no podía creer lo que estaba viendo, por lo que giró y caminó con calma, después de diez pasos, aquello que estuvo buscando durante el último año se presentó ante él, el final del inmenso bosque.
Salió y respiró profundo con una gran sonrisa, frente a él, una interminable llanura podía ser vista, así que, sin ninguna duda comenzó a caminar. Giró el cuello y se despidió del denso bosque, agradeciendo por haberlo hospedado durante éste último año.