Los relámpagos bailaban en el cielo, iluminando los rostros de los mortales, la brisa hacia su aparición, refrescando la cálida tierra que no había sido regada.
Un joven de aspecto simple y, una dama de porte militar, se encontraban transitando sobre un marcado sendero, ambos con miradas tranquilas.
--La lluvía nos espera, señor Gus. --Dijo la dama, observando el despejado horizonte.
--Será bienvenida. --Respondió con calma. Meriel lo volteó a ver.
--Mi señor --Dijo, mientras acomodaba los necios cabellos de su frente--, no sé si usted lo sepa, pero estamos a un día de entrar al territorio de Rodur, justo donde la línea de combate es más intensa. --Sus ojos calmos observaron al joven.
--Agradezco el dato --Contestó con una mirada tranquila, pero al percatarse de algo que había olvidado, suspiró--. Me pediste de favor que te permitiera llamarme señor enfrente de otras personas, pero yo te pedí que no lo hicieras mientras estuviéramos solos...
--Lo siento, mi señor --Bajó la cabeza en sinónimo de disculpa--, es solo que me es difícil deshacerme de todo aquello que me fue enseñado. --La miró, asintiendo de manera suave.
--Solo no seas tan rígida. --Dijo, al no poder hacer nada más. Ya le había ordenado que lo llamara solo Gus, pero las situaciones habían hecho que eso hubiera cambiado, por lo que ahora le costaba darle esa misma orden.
--Gracias, señor Gus. --Respondió con una sonrisa.
--Creo que me puedo acostumbrar.
--Por cierto, señor Gus --Gustavo giró el cuello para mirarla-- ¿A dónde nos dirigimos?
--A la gran montaña. --Sus ojos se posaron en el horizonte, donde el pico de una enorme montaña se encontraba acariciando el territorio de las aves, apenas vislumbrándose por la espesa neblina.
--¿La montaña donde se encuentra la bestia? --Preguntó algo sorprendida. Él asintió.
--Necesito algo que ella posee. --Su mirada se tornó afilada.
--¿Qué?
--Su sangre. --La miró con una gran sonrisa. Meriel tragó saliva al instante, no sabía porque, pero podía notar una extrema ferocidad escondida en aquella tranquila mirada.
--¿Lo dice de verdad? --No lo podía creer--. Usted mismo dijo que era muy poderosa.
--Y lo es --Asintió--, pero tomaré el riesgo, es algo que en verdad necesito. --Dijo con calma, mirando instintivamente su brazo derecho. La dama bajó el rostro, haciendo muecas con la boca, dificultándole encontrar las palabras adecuadas.
--Creo que será un buen entrenamiento. --Dijo ella después de un breve momento.
--Tú no entrarás. --La miró con ojos serios.
--¿Por qué? --Preguntó de inmediato, sintiendo cierta infelicidad al haberlo escuchado.
--Por lo que dijiste antes --Su mirada se atenuó--, la bestia es muy poderosa... Aparte de que desconozco que más se encuentra dentro de aquella montaña.
--Yo debo protegerlo. --Dijo inmediatamente, contrariando por completo su personalidad servil y obediente.
--Y lo haces --Sonrió con calidez--, pero en esta ocasión deberé ser inflexible --Su mirada se volvió a endurecer. Comprendía un poco sus emociones, era una guerrera después de todo, con el único propósito, antes de la venganza, de ser una seguidora de un poderoso héroe, pero sabía que era demasiado orgullosa como para quedarse en la línea trasera, era alguien que no dudaría en dar un paso adelante y pelear en la misma línea que su señor, pero por su escasa fuerza en comparación de los terribles monstruos, aquel deseo era solo eso, un deseo--... Pero no estarás sola, te acompañará mi fiel amigo --Observó su hombro derecho, donde un pequeño lobo se encontraba durmiendo. La dama se extrañó un poco, pero después pensó que el amigo del cual hablaba, era aquel poderoso esqueleto--. Preséntate. --Tocó la panza de Wityer, quién abrió lentamente los ojos, había escuchado toda la conversación, pero era demasiado perezoso para levantarse. Meriel expresó confusión, parecía que el esqueleto no era aquel amigo, pero lo que más la desconcertó, fue el sutil movimiento de tocar su hombro.
--Mi señor... --Dijo con un tono complicado.
--Es algo perezoso --Sonrió--, Wityer, preséntate ante ella. --El pequeño lobo estaba algo reacio a hacerlo, ya había pasado por algo similar un año atrás, pero por exigencias de aquel misterioso hombre, no podía hablar sobre la dama Cuyu con su compañero, aún sabiendo que aquello lo hacía sufrir por las noches, por lo que no quería que eso volviera a suceder, pero al sentir el segundo piquete en su panza, no tuvo otra opción que presentarse, apareciendo ante la dama, quién casi cayó sobre su trasero al ver semejante acto.
--¿Q-q-que es eso? --Tartamudeó.
--Mi fiel compañero, Wityer. --Dijo de manera cálida.
--No, eso no es un compañero --Negó varias veces con su cabeza--, es una bestia mágica, el Devorador de Vida lo llamaban mis ancestros. --Sino fuera porque su señor estaba presente y decía que era su compañero, ya habría sacado su espada para intentar matar al pequeño lobo de pelaje brilloso.
--¿Devorador de Vida? --Sonrió, algo confundido.
--Sí --Asintió--, eso es un Ancestral. --Gustavo inmediatamente se quedó estático, algo impresionado. Meriel había sido la primera persona desde la Suma sacerdotisa que había dicho la raza de su compañero, aunque se había equivocado en la familia, ya que no era un Devorador de Vida, sino un Lobo Elemental.
--¿Cómo has dicho?
--Que es un Ancestral. --Dijo con rapidez, pensó por un momento que su señor no conocía la raza verdadera del pequeño lobo, por lo que había tenido la tonta idea de volverlo su mascota, por lo que se sentía algo feliz de aclararle aquella duda. Gustavo respiró profundo, recuperando su compostura.
--¿Y cómo sabes eso?
--De una historia de hace siglos, transmitida por mis ancestros. --Miró al horizonte.
--Cuéntame un poco sobre aquella historia, por favor. --Le dijo con calma. Meriel miró al pequeño lobo antes de hablar, pero al notar los ojos de su señor, asintió.