El hijo de Dios Vol. ii

La marca

  La bestia detuvo el puñetazo del joven con su propio puño, creando una onda expansiva, muy parecida a la de una explosión. La bestia sintió adormecido su brazo, no sabía porque, pero se había dado cuenta que la fuerza del humano se había incrementado. El joven volvió a gritar con fiereza, mientras golpeaba nuevamente. Su ojo derecho oscurecido miraba la muerte en el cuerpo humanoide de la criatura, consumiendo lentamente su vida y, provocando que una leve línea roja escapara con lentitud. Entrecerró su ojo con ligera incomodidad, algo que aprovechó la bestia, pues, aunque había sido un movimiento casi imperceptible, además de muy rápido, le dio el tiempo suficiente para contratacar, golpeando con brutalidad su pecho y, lanzándolo en el acto a decenas de metros de distancia y, no conforme, creó varias estacas de hielo justo en el lugar donde el cuerpo del humano caería, que por desgracia o fortuna del joven, solo penetró su pierna derecha.

 --Aaaghh. --Jadeó de manera ahogada por el dolor, e intentó levantarse, pero le fue imposible.

La bestia no atacó de inmediato, el dolor en su estómago por los continuos golpes y el ardor por el furioso fuego que lo había atacado aún lo acompañaba, lo que le dificultaba su libre movimiento. Convocó la energía elemental del frío, cubriendo parte de su cuerpo y, tratando de sanar sus heridas.

 --¡Sal --Apuntó con su mano derecha a un lugar cercano, convocando una densa y poderosa energía de muerte-- Guardián! --Una neblina negra apareció, dibujando una estela oscura que al cabo de dos segundos se transformó en un enorme esqueleto, con una estela azul bailando al contorno de su cráneo.

 --Su excelencia. --Dijo Guardián con sumo respeto, mientras se colocaba de rodillas.

 --No hay tiempo para ceremonias, ayudame a matar a esa bestia. --Dijo con rapidez.

La criatura humanoide se detuvo lentamente, mirando con interés al esqueleto que parecía estar al servicio del humano.

 --Como usted lo ordene, Su excelencia --Dijo, volteando con lentitud y, al percatarse de lo que estaba enfrentando, se quedó de pie, estático, no por miedo, era más una sensación de familiaridad--. Simio Glaciar.

 --¿Lo conoces? --Preguntó algo asombrado, mientras trataba de levantarse.

La bestia resopló, había escuchado perfectamente el nombre de su raza en los labios inexistentes del esqueleto, por lo que se molestó, apoderándose de su cuerpo una sed insaciable de sangre.

 --A el no --Negó con la cabeza--, Su excelencia, pero si a su estirpe... en la batalla de las torres, el Alto Señor Oscuridad, mató a decenas de ellos. --Dijo con calma. Gustavo guardó silencio, asintiendo y, cerrando su herida con un sello de luz, que, aunque no era mejor que una poción, servía para seguir peleando, desgastando una cantidad considerable de energía pura.

 --Sabia que conocía la energía de tu cuerpo, humano, pero nunca pensé que serías un Adalid del maldito de Carnatk.

La estela azul que parecía un flama en el cráneo del esqueleto, se volvió oscura repentinamente, mientras sus globos oculares inexistentes se volvieron fríos y filosos.

 --¿Qué dijiste de Nuestro Señor, escoria? --Su comportamiento educado y recatado se esfumó tan pronto como escuchó las palabras de la bestia, decir que estaba furioso, era decir poco.

 --Guardián, oídos sordos a palabras vacías. --Dijo Gustavo. El esqueleto asintió de una manera cortés, mientras mirada al joven humano.

 --Sí, Su excelencia --Su mirada cambió nuevamente hacia el Simio Glaciar, materializando una espada negra en su mano derecha--, cumpliré con su orden. --Dijo y, en un instante desapareció.

La bestia sintió la muerta acercarse, por lo que rápidamente creó una cúpula de hielo, rodeándolo y protegiéndolo de cualquier ataque. El esqueleto apareció, intentando perforar con toda su fuerza la cúpula, pero lo único que logró fue hacer una ligera cuarteadura. El Simio Glaciar sonrió perversamente, aunque no atacó, pues sabía que si lo hacia, la defensa de hielo sería destruida, por lo que respiró, comenzando nuevamente a curar sus heridas con la energía pura de su cuerpo.

 --Deja que me encargue. --Dijo Gustavo, prendiendo en llamas nuevamente sus brazos y, con la fiereza de un volcán, lanzó una poderosa ráfaga de fuego a la cúpula semi-transparente, golpeando con fuerza aquella superficie curvilínea, sin embargo, no fue suficiente para destruirla, aunque estaba a suspiros de hacerlo.

El esqueleto levantó una vez más su espada, golpeando el mismo punto donde estaba la cuarteadura, las líneas de rotura comenzaron a aparecer en toda la superficie y, al poco de unos segundos, la cúpula desapareció, dejando atrás pequeñas esporas de hielo, pero tan pronto y como fue destruida, también fue enviado a volar el pobre esqueleto, quién no fue lo suficientemente rápido para esquivar el puñetazo de la terrible bestia. Gustavo conjuró nuevamente el poder del fuego, creando dos águilas ígneas, las cuales flotaban a un metro de sus hombros y, con su aprobación, salieron volando, intentando consumir con sus furiosas llamas, el enorme cuerpo del Simio Glaciar. La criatura humanoide miró con ojos fríos la aproximación de ambos proyectiles animalescos, por lo que levantó su brazo derecho, invocando la energía del hielo en su palma, la cual no se hizo presente por la inestabilidad de su orbe vital, impidiendo así que lograra defenderse del inminente ataque. Las águilas ígneas impactaron contra su cuerpo, haciéndolo retroceder con renuencia. Las furiosas llamas comenzaron a consumirlo, provocando que por primera vez en muchísimo tiempo, el Simio Glaciar se sintiera ansioso, indeciso al no saber cómo actuar y, con el extremo dolor de ser quemado vivo. Se forzó a si mismo a ocupar la energía pura que aún poseía, extinguiendo el furioso fuego que azotaba su cuerpo. Poco a poco las llamas fueron desapareciendo, dejando a la vista un cuerpo cubierto de quemaduras y bello/pelaje achicharrado.



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En el texto hay: amor, honor, batalla

Editado: 16.03.2022

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