El hijo de Dios Vol. ii

Hermanos de armas

  Gustavo recogió el sable que se encontraba a unos pasos de dónde se había detenido y, como un individuo terco, se volvió abalanzar en contra de su enemigo.

 --He devorado a tantos genios en mi vida --Bloqueó el repentino ataque con su bastón--, que me es risible tu esfuerzo, humano de porquería.

 --Y yo he matado a tantos monstruos que se proclamaban invencibles. --Amagó con su sable e impactó su puño izquierdo en el pecho de la silueta de túnica, haciéndola retroceder menos de un metro.

 --En la antigüedad, mi nombre asustaba al más valiente...

 --Ahora no asustas ni a un bebé. --Interrumpió de manera brusca, saltando y golpeando con su pantorrilla la cabeza de la silueta de túnica, arrojándola a besar el suelo de una manera humillante.

La enorme criatura humanoide se levantó sin hacer uso de sus extremidades y, con el solo poder de su mente, atrajo de vuelta su bastón negro.

 --¡Es suficiente! --Gritó furioso, parecía que ya no estaba dispuesto a tomarse a la ligera el combate.

Gustavo notó que ya no podía hacer uso de sus palabras para desconcentrar al enemigo, ya que, por como intuía se iba a manejar el flujo de la batalla, debía estar lo más centrado posible.

La silueta extendió su mano derecha, sujetando la nada como si estuviera ahorcando el cuello de alguien, cerró el puño y dijo un par de palabras inentendibles. Al notar lo que se aproximaba, optó por ser él quien atacara primero, por lo que corrió a máxima velocidad, con su sable apuntando al cuerpo de su oponente, sin embargo, antes de que lograra perforar el casi ilusorio cuerpo de su enemigo, salieron de su mano extendida un par de cadenas, las cuales sujetaron ambos de sus brazos, clavándose inmediatamente en el suelo, lo que provocó que se arrodillara de una manera banal y humillante.

 --Ahora eres mío. --Dijo, mientras se acercaba con lentitud, con un dramatismo que hacía que los impacientes se jalaran los cabellos.

Alzó el rostro, mostrando una mirada de lobo rabioso, mientras las venas negras alrededor de su ojo palpitaban.

La silueta soltó su bastón negro, pero en lugar de caer al suelo, se quedó flotando al lado suyo, algo muy mágico para la situación. Extendió ambas manos y, con un movimiento extraño de dedos, comenzó sus preparativos para arrebatar del cuerpo del joven la bendición del Dios de la muerte, junto con su vida. Un círculo negro, opaco y relativamente pequeño se creó a unas pocas pulgadas del pecho de Gustavo, girando y, siendo acompañado por varias letras extrañas de la misma tonalidad.

 --Hace generaciones fui sellado, forzado a vagar por el mundo de los no vivos, pero ahora eso tendrá su fin, porque mi resurrección ha comenzado --Envió el sello al pecho del joven, mientras sus ojos rojos se abrían por la exquisitez del momento--. Tú serás el principio de la destrucción de este mundo y, con tu sangre daré bienvenida a mis Señores. --Activó el sello.

Gustavo gritó de dolor por unos pocos tres segundos, pero tan pronto en qué calló, una sonrisa lunática apareció, una que dejó perplejo a su enemigo.

 --Te lo dije --Alzó su rostro y miró a la silueta de túnica, riendo con su cordura fragmentada--, tu muerte es inevitable. --Rompió las cadenas con pura fuerza bruta, levantó su sable y lo clavó en el pecho de su oponente, todo eso en menos de un segundo.

 --Im-posible. --Dijo con extrema confusión, gimiendo ahogadamente. Sus ojos rojos, brillantes como el astro luminoso, observaron estupefactos como el sello iba desapareciendo lentamente del pecho del humano.

 --Nunca fui tuyo --La oscuridad se hizo más densa--, monstruo y, nunca tuve la intención de ser el sacrificio para abominaciones como tú. --Penetró aún más su sable, con su ojo negro admirando la escena.

El cuerpo de la silueta de túnica comenzó a desaparecer, aunque sus ojos rojos no dejaron de emanar aquella energía maligna, repleta de una fuerte intención de destruir.

 --Eres un simple humano, que solo logró retrasar lo inevitable --Su bastón desapareció, junto con su torso y parte de su cuello--, pero no podrás con Ellos y, cuando Ellos vengan, yo estaré presente para reclamar tu vida... --Desapareció por completo.

 --Lo que digas. --Dijo con desinterés, envainando de vuelta su sable.

∆∆∆
Ley salió volando una vez más, impactándose con la dura tierra, su rostro sangraba, al igual que su brazo y hombro, pero su mirada no perdía vida. Carsuy atacaba a máxima velocidad con sus dagas, ya que se había quedado sin flechas. Xinia tenía su escudo casi destrozado, al igual que su pierna izquierda, por lo que ya era un milagro que todavía pudiera mantenerse en pie. Spyan estaba casi exhausto, su energía pura y mágica estaba en su punto más bajo, estando a nada de desfallecer por agotamiento. Erza, era la que mejor condición tenía de los cinco, con solo unos pequeños raspones y polvo en su túnica.

 --¡Una vez más Xinia! --Gritó Ley, mientras corría para cortar con su espada la enorme sombra, pero justo cuando su voz acalló, la sombra comenzó a difuminarse, desapareciendo un segundo después.

 --¿Qué ha pasado? --Preguntó Erza confundida.

 --No lo sé. --Respondió Carsuy con la misma expresión.

 --Mira por allá. --Señaló Spyan a la lejanía, fue ahí cuando se percataron de lo sucedido. Ya no había una intensa batalla en el lugar donde el joven de mirada simple se encontraba, solo estaba una silueta humana, que caminaba con lentitud hacia ellos.

 --¿Se encuentran bien? --Preguntó Gustavo con sinceridad.

 --¿Aún te atreves a dirigirnos la palabra? --Lo cuestionó Ley con una expresión severa, una que se veía más brutal por la enorme cantidad de sangre que tenía en el rostro.

 --Lo siento.

 --¡Una disculpa no basta, maldición! --Gritó enfurecida.

 --Cierra la boca y bebe esto --Dijo Xinia, arrojando su última poción a las manos de la guerrera, quién la miró con renuencia--, o te la tomas, o hago que te la tomes. --La amenazó con una expresión que no podía tomarse a juego.



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En el texto hay: amor, honor, batalla

Editado: 16.03.2022

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