El hijo de Dios Vol. ii

Afilando la hoja de afeitar

  Bajo el estandarte del gran oso, una multitud superior a los cien hombres, entrenaba movimientos de espada, cada uno de ellos portaba armadura ligera de color roja, con el emblema de su reino en sus pechos y, con el escorpión tatuado en sus antebrazos. Con cada movimiento repleto de pasión, se escuchaban los fuertes gritos de los comandantes, al igual que los gemidos altos de los soldados, quienes exudaban una gran fortaleza y determinación.

A lo lejos, en la tranquilidad del campamento militar, se encontraba una enorme y larga tienda, hecha de pieles de bestias mágicas y, endurecida con hechizos de protección.

 --Mi general. --Dijo un hombre con un tono tímido, que no correspondía a su cuerpo robusto y expresión feroz.

 --Pedí que nadie me interrumpiera. --Dijo alguien detrás de la sábana blanca.

 --Mi general, pero...

 --¿Acaso mis órdenes no deben ser obedecidas? --Su tono se volvió siniestro, compuesto de una carga imponente y fría.

 --Por supuesto que no... digo si --Titubió y se arrojó al suelo, postrándose de manera humilde--. Le pido me perdone. --Tragó saliva al sentir el filo de una hermosa espada tocar su cuello.

 --Largo de mi vista. --Dijo.

El hombre no se atrevió a levantar la mirada, podía sentir que si lo hacia, ni los Dioses podrían rescatarlo, por lo que se arrastró a la salida, con los ojos apuntando al suelo. La silueta volvió a su posición inicial, detrás de la sábana.

 --Aún no asimilo la totalidad de la piedra --Frunció el ceño--. Pero sé que en cuanto lo haga, esta guerra terminara, con nosotros como triunfadores --Sonrió, mirando la jaula con un humano en su interior-- ¿No lo crees?

Se escuchó un ligero gemido, ahogado y doloroso, el individuo enjaulado levantó la mirada, escupiendo con furia y resignación.

 --Tu muerte será...

 --Cierra la boca, mierda atguilense, o --Liberó de su cuerpo una enorme cantidad de energía de guerrero, suprimiendo al debilitado individuo-- te mataré.

∆∆∆
A los pies de un lago con cascada, un joven de mirada tranquila observó el cielo, luego el agua y, como si la determinación y confianza hubieran llenado su cuerpo, asintió.

 --Debe funcionar --Dijo y, con un tono autoritario mencionó lo siguiente--. Sana.

Apuntó su mano izquierda a su brazo derecho, en un instante, la energía del elemento luz cubrió en su totalidad su extremidad derecha, regenerando la carne necrosa, al ver el éxito, una sonrisa alegre se vislumbró en su rostro, pero tan pronto en qué su piel terminó de regenerarse, volvió a su estado anterior, a un brazo cubierto de carne necrótica.

 --¡Por los nueve infiernos! --Gritó, exasperado y con una frustración que jamás había experimentado.

Apretó los dientes, mordió su labio y, al no saber que otra cosa hacer, se arrojó al lago con un poderoso ataque de ira. Ya en la profundidad de las aguas, gritó a todo pulmón, liberando de su cuerpo una poderosa energía ígnea, volviendo al lago en poco tiempo en aguas termales.

Segundos después, por el repentino abrupto en la cercanía, dos damas aparecieron, siendo el más rápido el pequeño lobo, quién apareció justo al instante de sentir la desesperación en el cuerpo de su compañero.

 --Señor Gus. --Gritó Meriel con preocupación.

 --Joven. --Gritó Xinia, algo alarmada.

En la superficie del agua, vislumbrándose levemente por el vapor, el rostro de Gustavo salió a flote.

 --Estoy bien, déjenme solo. --Dijo con un tono serio.

Meriel frunció el ceño, aunque no tenía mucho de conocer al joven, podía intuir que algo iba mal, por lo que se acercó a las aguas, desobedeciendo por completo las órdenes de su señor.

 --El bienestar de mi señor, es mi bienestar --Su mirada se volvió resuelta--, así que no me iré hasta saber que se encuentra bien.

 --(Wityer, llévatela de aquí) --Le mandó un mensaje mental a su compañero.

El pequeño lobo lo miró y negó con la cabeza, podía sentir la desesperación y frustración en el cuerpo de su compañero/madre, por lo que deseaba ayudarlo.

 --Maldición. --Dijo en voz baja, respiró profundo y trató de tranquilizar sus emociones.

Al recuperar un poco la compostura, decidió salir del lago. Su pectorales varoniles, ligeramente abultados por el continuo ejercicio, su abdomen tonificado y, sus brazos bien ejercitados, dejaron a Xinia con una extraña sensación, había pasado tiempo desde la última vez que había compartido cama con un varón, por lo que su cuerpo estaba algo deseosa de carne fresca, sin embargo, para Meriel y Wityer, la escena fue completamente diferente, notando un solo punto en el cuerpo del joven: su brazo derecho.

 --No me mires así, Meriel. --Su mirada se tornó tranquila, con un toque sutil de seriedad.

El pequeño lobo aulló de tristeza, desapareciendo y reapareciendo en los hombros del joven.

 --Estoy bien, pequeño amigo. --Le dijo con una sonrisa, pero el lobo no creía en su palabra, Gustavo olvidaba la profundidad de su conexión.

 --(¿Con quién habla?) --Pensó Xinia, desconcertada por el suceso.

 --Mi señor ¿Puedo preguntarle que fue lo que le pasó?

 --Lo acabas de hacer --Respondió con una tenue sonrisa. Meriel sonrió tímidamente--, pero para responder tú duda, es algo que estoy seguro que intuyes.

 --La maldición de la muerte. --Dijo ella en voz baja. Gustavo asintió.

 --Así es... Pero no te preocupes por mí, te aseguro que encontraré la forma de revertir esta cosa. --Dijo, con una mirada decidida.

Los días continuaron pasando, Gustavo entrenando su mente y cuerpo, desarrollando aún más sus instintos, así como sus habilidades mágicas, mientras que Xinia se terminaba de recuperar, pues todavía estaba algo desorientada por la perdida de sus amigos.

 --Debemos ir más al Este. --Dijo Xinia al colocar la piedra de rastreo a contraluz de los rayos del sol.

 --Estamos en la frontera del reino de Atguila, señor Gus --Dijo Meriel--, no quiero alarmarlo, pero debemos ir con cuidado, las tropas del reino de Rodur deben estar patrullando las cercanías.



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En el texto hay: amor, honor, batalla

Editado: 16.03.2022

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