El hijo de Dios Vol. ii

Deseo de vivir

  Las magas rápidamente comenzaron a conjurar sus hechizos, mostrándose hostiles ante los nuevos invitados. La general, al notar el acto de sus subordinadas, ordenó que se calmaran con un movimiento autoritario de su mano derecha.

 --Guarden su energía para el verdadero enemigo. --Dijo y, con la misma comenzó a caminar.

Gustavo se detuvo, exactamente a un paso del contorno de la barrera, algo que fue imitado por ambas damas.

 --Interesante. --Sonrió Iridia, no sabía si era coincidencia, o de verdad tenían conocimiento de la barrera protectora. Por un breve momento observó a Xinia, por alguna extraña razón sentía que la conocía de algún lado, pero no podía recordar de dónde.

 --No somos una amenaza, solo hemos venido por alguien. --Dijo Gustavo en voz alta, con un tono y porte firme para que lo tomaran en cuenta, pero no arrogante ni hostil, para evitar que un malentendido ocurriese.

 --¿Estan en territorio de guerra por alguien? Espero que ese alguien valga la pena. --Sonrió, como si hubiera malentendido la situación.

Gustavo asintió con tranquilidad, mientras sus ojos admiraban la belleza de la dama, sintiendo que aquellos ojos cafés podían atrapar su alma, pero al pasar el segundo siguiente, se tranquilizó, pues tenía que mostrar decoro y respeto por su prometida, quién lo esperaba en su tierra natal.

 --¿Usted puede ayudarnos a qué eso suceda? --Preguntó, deseoso de que así pasara.

Iridia sonrió de manera burlona y, sin poder contenerse, comenzó a reír.

 --Llegaron a mis dominios sin invitación --Su rostro se volvió serio-- y, sin mostrar el respeto adecuado me han hecho una petición, creo que no han entendido en qué situación se encuentran. --La energía comenzó a sobresalir de su cuerpo, de una manera ligera, pero que dejaba a los demás con un sentimiento de inferioridad.

Los soldados que aún permanecían en escena, fruncieron el ceño, mostrándose hostiles ante los forasteros.

Gustavo hizo un imperceptible movimiento con su mano y, con una voz baja les pidió a sus compañeras de viaje que no actuarán.

 --Lamento haber actuado sin la debida etiqueta --Colocó una expresión de disculpa--. Mi nombre es Gustavo Montes, sin un título importante y, he venido ante usted, a pedirle de favor, que entreguen a la persona que buscamos.

Iridia calmó sus emociones, se sintió algo intrigada por los orígenes del joven al escucharlo hablar, se le hacía tan extraño y curioso, al igual que un afrodisíaco, pero tan pronto en que escuchó la palabra "entregar", una mirada fría apareció en su rostro.

 --¿Buscan a esa basura? --Casi escupió por la furia--. Si es así, creo que deberán irse antes que los decapite, pues ni con toda la fortuna de su reino, les devolveré a ese cerdo.

 --Creo que nos ha malentendido --Negó con la cabeza un par de veces--, nosotros buscamos a una mujer, Erza es su nombre. --Dijo con rapidez, intentando que las emociones de la general no se alteraran nuevamente.

Al escuchar pronunciar aquel nombre, la curiosidad se apoderó de su mente.

 --¿Qué conflicto tienen con ella? --Preguntó.

--Una deuda de sangre. --Su tono se tornó oscuro, frío y siniestro, algo completamente opuesto a su actuar anterior.

La expresión de Iridia se volvió grave, pensativa y, algo dudosa. En este mundo, el tema de una deuda de sangre era algo delicado, era una promesa de muerte, de que solo una persona de los dos podía vivir, por lo que ella, como una fiel creyente de las reglas dejadas por los Dioses, debía honrar la ceremonia.

Iridia observó a sus subordinadas con una mirada difícil de describir.

 --Traigan a Erza. --Dijo con un tono bajo, pero decidido.

Las magas detrás de la general asintieron y, con una expresión de confusión se retiraron en busca de la dama.

Gustavo y la generala Iridia se quedaron de pie, estáticos, observándose sin expresar palabra, era como un combate de miradas, pero sin hostilidad en alguna de ellas.

 --Aquí está. --Dijo una de las magas, empujando levemente la espalda de Erza para que caminara.

La antigua perteneciente del grupo de Xinia caminó hacia la general con una actitud tranquila, no sabía porque había sido llamada, pero tenía plena confianza de que no existía ningún problema, después de todo, había hecho un gran acto meritorio para ella, aunque se podía decir que Iridia no le debía nada, ya que también había cumplido con su parte del trato.

 --¿Me ha mandado a llamar, general Iridia? --Preguntó con respeto en su voz. La guerrera de la armadura completa asintió.

 --Ese hombre menciona que tiene una deuda de sangre en tu contra y, si eso es verdad, creo que debe honrar la ceremonia y combatir con él. --Dijo de manera clara y firme.

Erza frunció el ceño, no entendió las palabras al principio, pero tan pronto en qué notó la mirada fría de Gustavo, así como los ojos llenos de intención de asesinar de Xinia, su corazón y mente dieron un vuelco completo, era como si estuviera viendo a dos muertos, personas que ya no deberían de seguir existiendo.

 --Hola Erza. --Dijo Xinia con una sonrisa fría.

 --G-general --Tartamudeó--, lo que han dicho no es verdad, no los conozco, por favor, deshágase de ellos. --Su corazón se llenó de temor, no por Xinia, de quién conocía su verdadero poder, sino del joven de mirada simple, por haber presenciado con sus propios ojos su bestialidad y poderío.

 --¡Eres una maldita, Erza! --Gritó, más que con cólera, era el sentimiento de sentirse traicionada, decepcionada de una de las personas que amo-- ¡Asesinaste a Carsuy, por tu culpa murió Ley y Spyan! ¡¿Qué no nos conoces?! ¡No me hagas reír maldita traidora! --Vociferó con toda la furia que había almacenado en su cuerpo, podía sentir como las lágrimas quería salir de sus ojos por la ira, pero se forzó para que eso no pasara.

 --¿Lo que dicen es verdad? --Preguntó Iridia con calma--. Erza, déjame recordarte que yo ya no te debo nada, he pagado mis deudas, así que, si me mientes, lo pagarás caro. --Le miró, con unos más fríos que el propio invierno y, una fuerte y clara determinación.



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En el texto hay: amor, honor, batalla

Editado: 16.03.2022

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