Kairos observó la mano extendida de Mavrick, dudando por un momento antes de tomarla. La luz que emanaba del extraño era fría, como una brisa nocturna que envolvía su cuerpo agotado. Mientras los dedos de Mavrick se cerraban sobre los suyos, sintió un escalofrío recorrerle la espalda, como si cada fibra de su ser le advirtiera que estaba tomando un camino peligroso. Pero no tenía opciones. No podía seguir solo, no en su estado, no cuando llevaba dentro de sí algo tan vulnerable y preciado.
—Vamos —repitió Mavrick, con voz firme pero suave, casi paternal.
Los dos se adentraron en las profundidades de la cueva, donde la luz de Mavrick apenas iluminaba su entorno. El silencio era abrumador, interrumpido solo por los pasos irregulares de Kairos y el eco lejano del viento golpeando las paredes de roca.
Kairos no pudo evitar pensar en Xavian, en la profunda conexión que compartieron, en las promesas no dichas que parecían haberse quebrado en un instante. Pero había algo más detrás de esa traición, algo que Mavrick sabía. ¿Hasta qué punto había sido manipulado? ¿Era posible que Xavian hubiera estado ocultando secretos más oscuros todo ese tiempo?
Su mente estaba nublada por la fatiga y el dolor creciente en su abdomen, que ahora sentía más como una presencia viva, un recordatorio constante de la vida que llevaba dentro. Cada paso que daba le costaba más esfuerzo, y Mavrick lo notó.
—Descansaremos pronto, mi señor —dijo, sin voltear a mirarlo—. No queda mucho camino.
Kairos asintió en silencio, pero su corazón no se calmaba. Seguía preguntándose si había hecho lo correcto al seguir a Mavrick. Las palabras del hombre seguían resonando en su mente: "Xavian no le ha contado toda la verdad."
"¿Qué verdad?" pensó Kairos, con el ceño fruncido. La duda lo carcomía, pero no tenía tiempo para reflexionar profundamente.
Después de un tiempo que pareció eterno, llegaron a una cámara más amplia dentro de la cueva. El techo se alzaba sobre ellos como una bóveda de piedra, y un pequeño arroyo corría por un costado, su sonido era tranquilizador. Mavrick hizo un gesto con la mano y la cueva se iluminó suavemente, revelando una pequeña fogata mágica que crepitaba con una luz azulada. Parecía que Mavrick había preparado este lugar de antemano.
—Aquí podremos quedarnos un tiempo —dijo Mavrick, soltando finalmente la mano de Kairos—. Nadie nos encontrará en este rincón olvidado de Noctaris. Al menos, no por ahora.
Kairos se desplomó en el suelo junto a la fogata, jadeando por el esfuerzo. El dolor en su abdomen era cada vez más agudo, y las sombras alrededor de él parecían responder, revoloteando inquietas, como si pudieran sentir su angustia. Sentía que su poder estaba desbordándose, incontrolable, como un río a punto de desbordarse.
—Deberías descansar —sugirió Mavrick, inclinándose hacia él—. El viaje no ha sido fácil, y tu cuerpo está en plena transformación.
Kairos cerró los ojos por un momento, dejando que el cansancio lo invadiera, pero su mente no descansaba. La visión de Xavian no desaparecía, la imagen de sus ojos al verle huir, la desesperación en su voz cuando le había pedido que no lo hiciera. Pero ahora todo parecía teñido de dudas.
—Xavian sabía sobre esto —murmuró Kairos, más para sí mismo que para Mavrick—. Sabía que yo... que esto sucedería. ¿Por qué no me lo dijo?
Mavrick se sentó a su lado, observando la fogata. Su expresión era serena, pero en sus ojos brillaba una chispa de cálculo.
—Xavian siempre tuvo un propósito más allá de lo que te mostró —respondió, con tono calmado—. Él vio en ti algo que nadie más pudo ver: el poder para cambiar los mundos. Pero también vio el peligro de ese poder... y eso lo asustó.
Kairos apretó los dientes, recordando las veces en que Xavian había actuado de manera extraña, evasivo, como si siempre estuviera midiendo sus palabras.
—¿Qué quieres decir con eso? —preguntó, girándose hacia Mavrick.
—Tú no solo eres el portador de un hijo, Kairos —dijo Mavrick, su mirada fija en él—. Eres el vínculo entre Terranus, Noctaris y Aerium. Un poder que no ha sido visto en milenios. Xavian no podía controlarte, y cuando despertaste, sabía que ya no podría contener lo que venía. El hijo que llevas... es más que un simple heredero. Es la clave para unificar los tres mundos, o destruirlos.
El impacto de esas palabras cayó sobre Kairos como una ola helada. Sintió que el aire abandonaba sus pulmones por un segundo. ¿Unificar los tres mundos? La idea le parecía imposible, pero ahora, con todo lo que había sucedido, empezaba a creer que quizás no lo era.
—¿Cómo sabes todo esto? —Kairos lo miró fijamente, buscando una fisura en el muro de calma de Mavrick.
Mavrick mantuvo su mirada tranquila, pero su sonrisa desapareció.
—He estado observando los movimientos en Noctaris durante años. He estudiado los antiguos textos y las profecías. Y lo más importante, he visto lo que ocurre cuando alguien como tú despierta. Este poder es peligroso si no se usa con sabiduría. Xavian... puede que te haya querido, pero nunca fue sincero contigo.
Kairos bajó la vista, su mente era un torbellino de pensamientos y emociones encontradas. Pero algo en su interior, una pequeña voz, seguía aferrándose a la idea de que todo no podía ser tan simple. Había más en la historia, más en la relación con Xavian que aún no comprendía.
—Si lo que dices es verdad... —empezó Kairos, su voz baja pero firme—. ¿Qué es lo que realmente quieres? Porque hasta ahora, todos han tenido una razón oculta. Xavian, los Nocshades… ¿qué es lo que te motiva a ti?.
Mavrick no desvió la mirada, pero su rostro cambió ligeramente, como si estuviera sopesando cuánta verdad revelar.
—Lo que quiero es un nuevo Noctaris —dijo finalmente—. Este mundo está al borde del colapso. Su equilibrio se ha perdido. Durante siglos, hemos sido dominados por facciones que solo buscan poder, y lo mismo está ocurriendo en Terranus y Aerium. Mi objetivo no es gobernar, sino reconstruir. Y sé que tú, Kairos, tienes el potencial para hacerlo. No solo por tu poder, sino por lo que representas: el vínculo entre estos mundos y el futuro que nacerá a través de tu hijo.