El viaje hacia el Santuario de las Sombras fue largo y agotador. A medida que avanzaban, Kairos notaba que Noctaris no era simplemente un mundo oscuro y hostil, sino un lugar profundamente vivo, lleno de energías ancestrales que los observaban con una curiosidad inquietante. Las sombras, lejos de ser estáticas, parecían moverse a su alrededor, a veces danzando, a veces susurrando secretos que apenas podía comprender.
Cada paso que daba lo acercaba a ese misterioso Santuario, pero también lo hundía más en sus propias dudas. La revelación de que llevaba dentro de sí un hijo, un ser cuya existencia estaba ligada a la traición de Xavian, lo perturbaba profundamente. ¿Cómo había llegado hasta aquí? La confusión y el rencor seguían enredándose en su mente como una red imposible de deshacer.
—Estamos cerca —anunció Mavrick, rompiendo el silencio que había perdurado durante horas.
Kairos asintió en silencio, agotado por el viaje. Sentía una presión constante en su abdomen, como si el poder dentro de él estuviera despertando aún más, influenciado por la cercanía al Santuario. Mientras avanzaban, el paisaje comenzó a cambiar. Las rocas afiladas y la niebla densa dieron paso a un claro iluminado por una luz tenue, que parecía emanar de la misma tierra.
El Santuario de las Sombras era más impresionante de lo que Kairos había imaginado. Las estructuras, aunque desgastadas por el tiempo, aún conservaban una majestuosidad intimidante. Estatuas antiguas de seres que no reconocía flanqueaban la entrada, y una energía densa y palpable impregnaba el aire. Era como si el mismo Santuario lo observara, juzgando cada uno de sus pasos.
—Este lugar está protegido—dijo Mavrick, avanzando hacia la entrada—. Aquí nadie te encontrará, y estarán seguros… por ahora.
Kairos, aunque receloso, siguió a Mavrick dentro del Santuario. El interior era un vasto laberinto de corredores oscuros, adornados con runas que brillaban tenuemente. Una vez dentro, se sintió más vulnerable que nunca. El poder en su interior parecía reaccionar a las energías del lugar, fluyendo con más intensidad a través de su cuerpo. Sabía que debía prepararse para lo que venía, pero la incertidumbre lo consumía.
—Necesito saber la verdad —dijo Kairos abruptamente, deteniéndose frente a Mavrick—. No puedo seguir adelante sin respuestas. Me dijiste que Xavian sabía sobre mi poder. ¿Qué más me estás ocultando? ¿Qué sabe él que yo no?
Mavrick se giró lentamente, su mirada seria y calculadora.
—No te estoy ocultando nada —respondió, pero la tensión en su voz revelaba que no estaba siendo completamente sincero—. Lo que sé es lo que te he dicho. Xavian sabía de tu potencial, lo vio desde el principio. Sabía que tú eras la clave para abrir el siguiente portal interdimensional, el cual le daría acceso a un poder inimaginable. Pero lo que no sabes es que ese poder no solo está vinculado a ti, sino también al hijo que llevas.
Kairos frunció el ceño, un nudo formándose en su estómago.
—¿Mi hijo? —preguntó, sintiendo cómo las palabras de Mavrick resonaban en su mente—. ¿Qué tiene que ver mi hijo con todo esto?
Mavrick se acercó a él, su voz bajando a un susurro conspirador.
—Ese niño que llevas no es un ser ordinario. Es el resultado de una unión única entre tu poder y el de Xavian. Si nace, su existencia podría alterar el equilibrio de los tres mundos. Ese niño es la clave para abrir portales que ningún otro ser ha podido atravesar. Xavian lo sabía, por eso se acercó a ti, por eso permitió que te enamoraras de él.
Kairos sintió un frío recorrer su cuerpo. La traición de Xavian se hacía más profunda con cada palabra. Todo lo que habían compartido, cada momento íntimo, cada promesa... ¿había sido solo una mentira? ¿Un plan cuidadosamente diseñado para usarlo?
—¿Y qué esperas de mí, Mavrick? —preguntó, su voz cargada de dolor y rabia—. ¿Por qué te importa lo que pase conmigo o con mi hijo?
Mavrick hizo una pausa, sus ojos brillando con una intensidad inquietante.
—Porque tu hijo también es la clave para algo más grande. Algo que Noctaris, Terranus y Aerium no han visto en milenios. Un poder que puede cambiar el curso de la historia. Si te unes a mí, Kairos, podemos proteger a tu hijo, entrenarlo, guiarlo. Y juntos, podemos construir un nuevo mundo. Uno que no esté controlado por las manipulaciones de Xavian ni los Nocshades.
Kairos lo miró fijamente, su corazón latiendo con fuerza. La propuesta de Mavrick era tentadora, pero al mismo tiempo, sabía que no podía confiar ciegamente en él. Todo en este mundo estaba teñido de secretos y manipulaciones.
—¿Y si no quiero unirme a ti? —preguntó Kairos, su tono desafiante.
Mavrick lo miró en silencio por un momento antes de esbozar una leve sonrisa.
—Entonces estarás solo. Y en este mundo, Kairos, estar solo es el camino más rápido hacia la destrucción. Tú eliges. Pero si decides enfrentarte a Xavian y a los Nocshades por tu cuenta, estarás arriesgando no solo tu vida, sino también la de tu hijo.
El silencio que siguió fue abrumador.
—Está bien —dijo finalmente, aunque con reticencia—. Me quedaré en el Santuario... Recuerda que no importa qué tan poderoso creas que eres te matare si me traicionas.
Mavrick sonrió levemente, como si la advertencia le pareciera casi entretenida.
—Lo entiendo perfectamente, mi señor Kairos. Y créeme, no estoy interesado en subestimarte. Tu desconfianza es natural, pero espero ganarme tu confianza con el tiempo.
Kairos no respondió. Sabía que las palabras de Mavrick, aunque aparentemente sinceras, no eran suficientes para aliviar la sensación de traición que seguía oprimiendo su pecho. Pero por ahora, no tenía otra opción.
Mavrick lo guió hacia una cámara más profunda del Santuario. El ambiente era aún más denso, y las sombras parecían más vivas aquí. En el centro de la habitación, había un altar antiguo con inscripciones que brillaban con una luz etérea. Kairos sintió una conexión inmediata con el lugar, como si la energía de sus antepasados estuviera presente.