Era una noche tranquila en Noctaris, el cielo cubierto de sombras y estrellas brillando débilmente en el horizonte. Las misiones diplomáticas y las tensiones entre mundos parecían estar en pausa, al menos por unas horas. Kairos y Xavian estaban solos en una de las cámaras más seguras del cuartel general, un refugio donde podían bajar las defensas que ambos mantenían levantadas en público.
Aquella noche, el ambiente se sentía más íntimo de lo usual. Habían terminado una reunión tensa con los líderes de Noctaris, y aunque todo parecía estar en orden, la presión sobre sus hombros se mantenía constante. Xavian, como siempre, mantenía su compostura imperturbable, pero Kairos podía ver la fatiga detrás de sus ojos. Sabía que Xavian nunca permitiría que sus emociones salieran a la luz, pero en esos momentos de soledad, cuando nadie más estaba presente, era diferente.
—Deberías descansar —susurró Kairos, sentado en el borde de la cama mientras observaba a Xavian, que estaba de pie frente a una ventana, mirando hacia el horizonte.
Xavian no respondió de inmediato. En cambio, se giró lentamente hacia Kairos, sus ojos profundos y oscuros clavándose en los de él. Sin decir una palabra, se acercó, sus pasos resonando suavemente en el suelo de piedra hasta que se detuvo frente a Kairos.
Kairos sintió una oleada de calor recorriendo su cuerpo. Incluso después de todos los encuentros que habían tenido, todavía sentía ese nerviosismo inicial cuando Xavian lo miraba de esa manera, con intensidad, con una mezcla de control y deseo.
—No puedo descansar —murmuró Xavian, su voz baja y ronca—. No cuando todo está a punto de cambiar.
Kairos alzó la vista hacia él, sintiendo la cercanía de Xavian, y sin pensarlo, extendió una mano, tocando suavemente el borde del uniforme de Xavian, atrayéndolo hacia él. Había algo en la manera en que se movían, en cómo se entendían sin palabras, que hacía que esos momentos fueran casi inevitables. Ambos sabían que su relación no tenía futuro en el contexto de los tres mundos, pero esa noche no les importaba.
Xavian tomó la mano de Kairos con firmeza, pero suavidad, y se inclinó lentamente, sus labios rozando los de Kairos en un beso que comenzó como algo tierno, pero rápidamente se tornó más profundo, más necesitado. Kairos sintió cómo el peso del mundo que habían estado cargando ambos se desvanecía en ese instante. Las manos de Xavian bajaron lentamente por su espalda, tirando de él hacia el centro de la cama, mientras el calor entre ellos crecía.
Sus cuerpos se movían en perfecta sincronía, una coreografía que habían aprendido con el tiempo, pero esa noche había algo diferente, algo más íntimo. Kairos sintió una conexión más profunda que nunca antes, como si cada toque, cada susurro, estuviera impregnado de algo más que simple deseo. Había vulnerabilidad en los ojos de Xavian, una que raramente mostraba, y Kairos lo sentía en cada beso y en cada caricia.
Cuando finalmente se detuvieron, sus cuerpos entrelazados y cubiertos de sudor, Kairos notó algo en su propio interior. Había una energía que nunca antes había sentido, una chispa que se encendía dentro de él, algo más allá de la magia que ya conocía. No lo entendió en ese momento, pero esa fue la noche en que su vida cambió para siempre.
Mientras se quedaban en silencio, con Xavian abrazando a Kairos, el peso de todo lo que habían compartido comenzó a hundirse en ambos. Kairos, con su cabeza descansando en el pecho de Xavian, sintió que algo se movía en su interior. Lo atribuyó al agotamiento, al placer que acababan de compartir, pero en realidad era el primer signo de la nueva vida que estaba creciendo dentro de él.
Esa noche, sin saberlo, habían creado algo más allá de su amor. Kairos había quedado embarazado del hijo de Xavian, el fruto de un vínculo que iba mucho más allá de los límites de los tres mundos.