El hijo de Llarión

3. Itzmaltzin

Orión sintió cansancio, algo que era nuevo en este mundo, pero no lo suficiente para ir a dormir. Caminó por la casa, observó todo, probó café, azúcar, sal y escucho a alguien bajar por las escaleras. Era Agnés, que fue por un vaso de agua.

—Muchacho, ¿Qué haces despierto a esta hora?—

—Yo... no podía dormir— Volteé para verla y pegó un salto por la impresión.

—¿Por qué sus ojos brillan?— Dijo, aún sin salir del asombro.

—¿No es normal?—

—No, mira los míos, no hacen nada, en cambio los tuyos irradian luz. Debe ser el cansancio, iré a dormir— Dijo más para sí misma y se fue.

Decidí salir de la estructura y me encontré a Limnátides guiando a otras ninfas, al verme se acercó.

—Majestad— Dijo a modo de saludo con una pequeña reverencia.

—¿Qué hacen en Itzmaltzin?— Pregunté ignorando su saludo por la gran curiosidad que crecía dentro de mí.

—Es la galaxia de los cuatro elementos, ahí es donde se produce el agua, el fuego, el aire y la tierra. Son guiados por los descendientes de la madre, Itzmaltzin— Imposible, pensé.

—¿De dónde sale tanta agua?—

—De una flor, Muscari, la flor de agua. Está en Floder, exactamente en el centro, es de tamaño gigante y nosotras somos las que las llevamos a cada planeta y la galaxia, las sembramos y de ahí sacamos gotas para dejarlas en ríos, lagos, océanos—

Deben ser las que están al rededor del lago, son las únicas de tonos azules, observé todo el campo, aún no amanecía y estaba oscuro, pero no lo suficiente para que no se logre divisar nada.

Lo que Limnátides dijo era verdad, veía ninfas ir desde las flores hasta el lago, gota por gota, pero como eran demasiadas no era un trabajo lento. Caminé explorando el terreno, aparte de ese gran y profundo lago había cosechas, tierra arada, y un camino. Un camino que llevaba a una estructura de un tamaño inmenso, en comparación en donde vivía la señora Agnés, esta era color beige, vi aquellas láminas transparentes cubiertas con tela y una de estas se movió, no quería causarle problemas a la señora Agnés, debía irme pronto.

Caminé de regreso, hasta llegar a ese bosque espeso detrás de la pequeña estructura café, la cabaña. Vi a Agathe abrir las láminas transparentes y me hizo señas para que entre, cosa que hice.

—Buenos días— Dijo y me limité a responder lo mismo.

—Buenos días— Vi que la señora Agnés llevaba envases, que ahora sabía que eran platos y vasos, a la mesa. La señora Agnés, de nuevo, me invitó a comer, la comida tenía buen sabor, en fin, todos desayunaron en silencio, sentía la mirada del señor Edmond. Al parecer yo era el único que se sentía incómodo. Todos terminaron, el señor Edmond, Cristophe y Agathe se fueron, la señora Agnés me dio instrucciones.

—No salga, muchacho, quédese aquí. Mi esposo va a hablar con el patrón D'Arpagon para que le dé trabajo, pero no salga de aquí, por favor— Asentí y la vi salir por aquella puerta, no debía causar problemas, así que me limite a explorar la cabaña, una cocina, un comedor pequeño, una sala con 3 sofás, dos pequeños y uno grande. Subí aquellas escaleras, cuatro espacios separados por murallas y puertas, baje de nuevo y vi a Limnátides intentando entrar.

Abrí la lámina transparente y la ondina entró.

—Majestad, traigo un mensaje—

—¿De quién?—

—El dios Llarión, su padre— Sacó un pequeño pergamino de la bolsa de hojas que siempre cargaba.

—¿Qué dice?—



#5780 en Fantasía
#2315 en Personajes sobrenaturales

En el texto hay: cuatro elementos, agua, orion

Editado: 03.10.2024

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.