El hijo de Llarión

7. Las Marcas

Desde que las velas se apagaban todo era silencio absoluto, tal vez uno que otro grillo y varias luciérnagas, pero nada más. Vi como el sol subía lentamente desde la parte trasera de una montaña, sus rayos eran conocidos para mí ¿En Itzmaltzin hay sol? Solo veía la ventana hasta que escuché golpes en la puerta.

—Muchacho, hora de levantarse— Me dirigí a la puerta y la abrí.

—Buenos días, Agnés preparó el desayuno— Dijo el señor Damien.

—Buen día— Fuimos al piso de abajo y, ahí Agnés preguntó.

—¿Dormiste bien? Muchacho—

—Si, gracias— El desayuno fue en silencio, cómodo, luego Christophe se dirigió a su trabajo, Damien subió a la planta de arriba y Agathe lavaba los platos.

—Sube muchacho— Dijo Agnés y me llevó su habitación, donde estaba Damien rebuscando en el armario.

—¿Encontraste algo?— Le dijo Agnés.

—Creo que si— Dijo sacando una camisa beige.

—Ten esto, muchacho, solo es para salir a ver ropa que te quede—

—Gracias— Dije y me dirigí a la habitación que, para mí, era prestada. La ropa consistía en la camisa beige mencionada anteriormente, un pantalón negro, suelto a la altura de la rodilla, unas bota, un chaleco de color azul oscuro. Traté de recordar como estaba el señor Damien, para colocarme las prendas "correctamente", la ropa era demasiado suelta, si bien, tenía casi la misma altura, el señor Damien era más robusto, y salí de la habitación, hacia el piso de abajo, donde solo estaba Damien.

—Vamos— Dijo.

—¿Y la señora Agnés?—

—Tenía que atender a los señores, hoy tienen una cena importante—

—Y ¿A dónde vamos?—

—Al pueblo— Seguimos el mismo camino que encontré cuando llegué aquí, en el pueblo había casas grandes, pequeñas, y otras que no parecían ser viviendas, unas eran grandes, cerradas con pocas ventanas y otras aún más grandes, con varios adornos y ambas puertas siempre abiertas por donde entraban y salían varias personas continuamente.

—Llegamos— Era una casa beige con tejas, ventanas, balcones pequeños y un letrero pequeño que decía "Sastrería El Real"

—Buenos días, ¿viene de parte del conde D'Arpagon?— Dijo una señora de no más de treinta años.

—No, solo que mi sobrino va a empezar a trabajar y necesita ropa decente—

—Claro, sígame por favor— La seguimos y el lugar tenía estantes llenos de telas de varios colores, pero sobresalían los neutros, en otra parte ya había trajes, vestidos acampanados, como los que vi por primera vez en cuando llegué, ropa parecida a la de la señora Agnés y su hija Agathe, y al final, ropa parecida a la que traía en ese momento.

—Aquí tiene joven, si necesita ayuda, me llama—

—Está bien— Comencé a quitarme la ropa, en frente había un espejo grande, de plata; era la primera vez que me veía "completo" y vi unas marcas, al rededor de mi cintura, como un cinturón, pero estaba incompleto, no me rodeaba del todo, había un espacio pequeño a un costado. Las marcas tenían forma de olas, en una parte una caracola pequeña y los fragmentos estaban separados por caballos de mar. Las marcas eran de un color capri, que era demasiado visible por mi piel blanca y un color azul, diferente al de mis ojos.

Terminé de probarme toda la ropa y salí.

—¿Acabaste ya, Orión?—

—Si, señor—



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En el texto hay: cuatro elementos, agua, orion

Editado: 03.10.2024

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