El hijo de Llarión

10. Las reglas del conde

—Espero que te las aprendas a la primera, porque no vas a poder escribirlas, no me gusta repetir las cosas— Demonios, ya quiero irme de aquí.

Regla número 1: No me mientas, m voy a enterar si lo haces.

Regla número 2: Me vas a hacer caso y me vas a obedecer en todo, sin objeciones.

Regla número 3: Cuando tenga invitados, los vas a complacer en todo lo que te pidan, sin excepciones.

Regla número 4: No entres a ninguna habitación sin autorización—

Se levantó de su silla y se acercó hasta quedar cerca de mí, supongo que para parecer intimidante, pero no lo logró, yo soy más alto.

—Y última regla; Regla número 5: NO te metas en lo que no te conviene— Dijo remarcando el "no".

—Odette, querida, llama a Damien y deja de mirar a Orión, me lo vas a desgastar— Le dijo en un tono sarcástico a la persona que nos abrió la puerta a Damien y a mí, anteriormente.

—Discúlpeme señor— Bajo la mirada, se dirigió a la puerta y entró junto con Damien.

—Damien, Orión se va a encargar de la sala de juegos, enséñale lo que debe saber—

—Con mucho gusto, conde. Vamos muchacho—

—Permiso señor— Dije y salí lo mas rápido que pude siguiendo a Damien.

—Parece que le agradaste—

—Eso espero—

—Él a ti no, ¿verdad?—

—No—

—No podemos hacer nada al respecto muchacho— Caminamos hasta llegar a otra parte de la mansión, que cabe recalcar estaba llena de pasillos, Damien abrió la puerta y adentro, como era de esperarse, era enorme con paredes en tonos beige, sillones con tela azul igual de suave que la que había en la primera habitación que entré, había una especie de mesa pequeña con copas y detrás, estantes con varias botellas con líquidos de colores, había una con el mismo sello de la cicatriz de Damien.

—Mira muchacho, tú vas a estar detrás de esa barra todo el tiempo, a menos que un invitado te lo pida, si te piden alguna bebida y se van, lo preparas y se lo llevas a donde haya ido, ¿entendiste?—

—Si, pero ¿Cómo sé que lo que les voy a dar es lo correcto?—

—Nunca has bebido, ¿verdad?—

—No—

—Te voy a enseñar lo que más se pide y los demás tienen los nombres en las etiquetas—

Asentí, Damien empezó a mostrarme cada una de las bebidas y como podía mostrarlas, luego se retiró y comencé a leer cada etiqueta para tener una idea de que era cada cosa y esperé hasta que apareció un joven de unos diecisiete años.

—¿Usted es Orión?—

—Si, ¿por qué?—

—Vengo a ayudarlo, ya mismo va a empezar la celebración, algunos invitados vendrán antes y después de la cena; debemos estar atentos—

—Está bien, ¿Cómo te llamas?—

—Claude—

Después de un silencio, no incómodo, solo neutral, decidí hablar.

—¿Te puedo hacer una pregunta?—

—Dígame—

—¿Qué celebran exactamente?—

—No estoy muy seguro, creo que el aniversario de la creación de los viñedos— Solo asentí.

—¿Cuándo empezó a trabajar aquí?—

—Hoy, y envié la carta también...— Nos interrumpió una voz.

—Aquí no se socializa, trabajen y sírvanme el mejor vino— Era un señor de unos sesenta años con cabello grisáceo; le serví el vino en una copa como dijo Damien y lo coloque en la bandeja de plata para llevárselo.

—Aquí tiene— Luego empezaron a llegar más personas hasta que llego el conde, escuchaba que presumía de sus viñedos, sus ganancias, su gran mansión y como era de esperar sus "esclavos".

—Orión, ven aquí— Dijo el conde, caminé hasta donde estaba él y sus amigos.

—Miren, es el nuevo, me salió gratis— Dijo mostrando sus dientes de una manera un tanto aterradora

—Abre— Se refería de nuevo a mi boca.

—Disculpe, pero yo no me siento cómodo haciendo eso, señor— Se levantó.

—No te lo estoy preguntando, te lo estoy ordenando, a menos que quieras ir de visita al calabozo— Que actitud, no tuve otra opción más que abrir la boca.

—Tiene todos sus dientes y blancos— Dijo una señorita con asombro.

—¿Por qué lo tienes aquí guardado? Deberías exhibirlo, con esos ojos azules y ese cabello negro seguro vas a ser la envidia de los demás condes con un esclavo de tan buen ver — Dijo una señorita que iba acompañada de la que probablemente era su madre, quien le dio una mirada de advertencia.

—Es el sobrino de Damien—

—Deberías ponerlo en la entrada, no encerrado aquí— Dijo el mismo señor que nos interrumpió a Calude y a mí, siguieron hablando de mí como un trofeo, como si no estuviera ahí, hasta que D'Arpagon dijo.

—Sigue atendiendo a mis invitados, Orión— Dijo mientras daba unas palmadas en mi hombro.

Los invitados estaban casi completos, eso es lo que me había dicho Claude cuando llegue en donde él se encontraba y antes de que él fuera a la mesa en la cual se jugaba ajedrez. Eso significaba que la cena iba a comenzar pronto, sinceramente esperaba que este día terminara rápido y dejar este lugar lo más pronto posible, Limnátides igual se veía agotada y era porque ambos podíamos percibir con mayor intensidad el pesado ambiente que se había estado formando, seguía viendo fijamente a la barra y pensando en el porqué de un trabajo mientras recordaba lo que Limnátides me había dicho que respondiera los primeros días hasta que escuché un golpe en seco, levanté la vista y era Claude que estaba en el piso.

Uno de esos hombres, ya en un estado de ebriedad un poco avanzado, lo había golpeado. El conde D' Arpagon fue hasta esa mesa y no logré escuchar que pasaba, y de un momento a otro Limnátides me dijo que lo iban a mandar al calabozo, ahora con un tono de voz autoritario y casi gritando el conde dijo.

— ¡Una de las reglas que te di para que trabajaras aquí era que atiendas bien a mis invitados en todo y no lo estás cumpliendo, pedazo de basura! Usted discúlpeme señor Dubois — Tomó a Claude del brazo y lo arrastro. Limnátides me dijo ayúdalo, té eres mar, recuerda la brisa y varios recuerdos de olas, rayas y medusas me invadió, lo que sucedía a mi alrededor se iba desvaneciendo hasta que solo estaba un caballo de mar y yo, pude tocarlo pero al momento de rozar mi dedo con su cabeza volví a aquel salón de la mansión D'Arpagon.



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En el texto hay: cuatro elementos, agua, orion

Editado: 03.10.2024

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