El hijo de Llarión

11. La cena

El conde D'Arpagon salió de inmediato y volvió con más de sus esclavos quienes prendieron todas las velas de nuevo y cerraron las ventanas.

— ¿¡Cómo es esto posible!?— Gritó una señora que veía la poca arena de alrededor—

—Pero en Laón no hay mar— Dijo una joven, que era una dama de compañía quien se encontraba asombrada.

El conde D' Arpagon trajo a Claude detrás de la barra, en donde me encontraba y le dijo.

—Solo por este incidente no vas a ir al calabozo, y tu— Dijo señalándome —Que te sirva de lección y no cometas errores—

—Les ofrezco una disculpa, yo no se lo que sucedió las sirvientas les ayudaran a limpiarse—

Después de el indescriptible suceso, sonó una campana y vi a la misma chica de la oficina del Conde.

— Disculpen la interrupción, la cena está servida. Por favor, síganme por aquí— Dijo y guío a los invitados, mientras más personas del servicio limpiaban el salón.

—¿Qué sucedió?—Me preguntó Claude finalmente cuando ya no había rastro de algún invitado.

—No lo se— Nos quedamos el tiempo restante en la sala, mientras se escuchaban risas y los invitados conversando de diversos temas hasta que hubo otro apagón, esta vez sin que las ventanas se abrieran o que algo "sobrenatural" ocurriera. Como resultado todos las las personas de la mansión terminaron en silencio.

—¡Me van a decir ahora mismo quien fue el responsable de esto!— Las personas de servicio se miraron entre sí sin decir ninguna palabra, el Conde solo los observó en silencio para después retirarse con su mirada furiosa.

La velada continuo aparentemente tranquila, hasta que hubo otro apagón y esta vez no solo en un salón, si no en toda la mansión y si me atrevo a decir, en cada una de la lamparas que adornaban el frondoso jardín. Cada intento de encender las velas, mecheros o lamparas fallaba sin que nadie las sople, o eso es lo que creían los invitados, el personal de servicio y el Conde ya que no había ningún tipo de brisa fuerte que las apagara, pero había algo que nadie más podía ver aparte de mi, las ondinas apagando cada signo de fuego que apareciese, al parecer la ventisca fuerte del inicio fueron todas las ondinas entrando a la mansión a una velocidad increíble. Sin embargo, una sola palabra cruzó por mi mente al ver como el fuego no sobrevivía, se extinguía pero trataba de seguir.

Fëanor...

Y la única imagen que salía cada vez que recordaba ese nombre, el fuego gigante y abrasador. Con ese pensamiento sentí un vacío en el estómago, sentí el calor de un incendio y solo retrocedí, no podía sostenerme solo pero choque con alguien, quien me sostuvo de los hombros.

—Joven, ¿Está bien?— Era un señor, el mismo que estaba en la entrada recibiendo a los invitados cuando empezó la velada.

—Si, solo perdí un poco de fuerza— Al ver el suelo pude ver destellos azules, esto sería un problema.

Limnátides, quien estaba guiando a las ondinas se dio cuenta de lo que pasaba y voló rápidamente hacia mi.

—Majestad, ¿Todo bien?— De algo tenía que servir la conexión que teníamos y en mi mente le suplique:

"Sácame de aquí"

"No puedo mas"

"¿Es este el fin?"

"Todo me da vueltas"

"¿Quienes son estas personas" Limnátdes dijo que confíe en ella, ya que las ondinas cubrían mis ojos y parte de mi cuerpo, si la familia Beaulieu pudo ver el destelló índigo de mis ojos y el brillo de las marcas que indicaban mi origen, era posible que los empleados o los invitados también las vieran. Otro pensamiento cruzó por mi mente, pero era la voz de Llarión, dios del agua, mi padre.

Cada persona que pueda ver tus reflejos azules, sabrán de donde vienes, son confiables. ¡Antiguos súbditos de nuestro pueblo Floder!

"Solo puedo ver luces azules"

"No puedo respirar"

"¿Quién es Fëanor" Esto último surgió como mi ultimo pensamiento antes de caer de rodillas sobre la tierra que empezaba a mojarse con la cálida lluvia en un verano del cual solo podía escuchar los pensamientos recurrentes que sabía tenían un lazo fuerte, en Itzmaltzin, Floder y Fëanor.

Cuando desperté seguía en la misma posición y las ondinas rodeándome, excepto por Limnátides quien buscaba la manera de despertarme.

—Majestad, despertó— Asentí e intente pararme.

—Pensamos que no iba a lograrlo— Dijo una ondina, que se veía preocupada.

—Disculpe majestad, ella es Zale— Dijo Limnátides y Zale hizo una reverencia.

—Estoy bien, gracias a todas— Todas se sorprendieron y comenzaron a hablar entre ellas.

¿Qué les pasa?— Le pregunté a Limnátides quien trataba de calmarlas.

—Yo no se si deba decirle esto, no creo ser el hada indicada— Dijo con un gesto de inseguridad.

—¿Por qué? ¿Hay algo que deba saber?—

—Creo que usted debería volver a la mansión, majestad. Yo le doy mi palabra voy a intentar explicarle la situación, pero primero asegúrese de mantener su puesto en la familia D' Arpagon— Me quede fijo en mi lugar mirándola, tratando de descifrar que era lo que ocultaba.

—Mire majestad, ahí está Claude— Dijo tratando de empujarme hacía la entrada de la imponente construcción, y camine hacía ese oscuro lugar.

—Edmond me mandó a buscarte, ¿Te encuentras bien?—

—Si, solo necesitaba aire fresco—

—Vamos—

—Espera—

—¿Por qué tu ropa brilla?— Limatides me dijo una respuesta, Claude aún no estaba listo para saber la verdad, aunque era confiable según el dios Llarión.

—Son marcas de nacimiento, no puedo explicártelo ahora—

—Descuida ocultare tu secreto, yo voy primero— Dijo Claude adelantándose a la mansión, como había dicho segundos antes.

Ambos entramos a la mansión y se escuchaba al Conde hablar con su empleado de mayor confianza, alguien que era envidiado por muchos, ya que no sufría el mismo maltrato de los demás. Posteriormente el Conde despidió a sus invitados de manera educada y esperó a que cada uno se fuera en sus lujosas carrosas debido a la llovizna, cuando se marchó el ultimo de sus elegantes invitados, cerro la gran puerta y como si de un títere se tratase, su expresión cambio al mismo tiempo que volteaba con una expresión furiosa hacia el personal.



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En el texto hay: cuatro elementos, agua, orion

Editado: 03.10.2024

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