16. Derriben la fuente

Al entrar a la casa Agnes estaba esperándonos con comida y al ver el estado en el que me encontraba corrió hacia mí, ignorando a Cristophe.

⸺Vaya, es cierto que te dejó como un don nadie⸺ Dijo Cristophe burlándose.

—Y parece que la paliza que te dí no te bastó para saber de qué soy capaz— le dije y de inmediato su sonrisa se borró y se acercó.

—¿Crees que me asustas? — Solo me acerque y retrocedió casi respondiéndose a sí mismo, después solo se fue hablando entre dientes.

Lo que sobrara del día pasó, las ondinas curaron mi heridas igual que ayer y de nuevo otro día para ir a la mansión del loco.

Al llegar a la mansión, pasó el mismo trabajo de siempre, mover muebles, ver como golpeaban a los trabajadores, las mujeres lavando o cocinando, lo mismo de siempre. Así pasó aproximadamente un mes muy largo, la misma rutina, enfrentamientos con Cristophe y como siempre ni una palabra de Agathe, solo miradas…

De pronto un día muy temprano llegamos a la mansión y el Conde estaba dando indicaciones y señalando con su bastón directo a la fuente y yo seguía de cerca sus movimientos, fingiendo que estaba cumpliendo sus caprichos, pero simplemente trataba de escuchar lo que decía, pero el maldito era tan silencioso que no lograba escucharlo, parecía que se comunicaba con telepatía con los trabajadores. Así pasaron dos días hasta que escuche un grito proveniente el pequeño ser.

—¡Derriben la fuente! —

—Majestad no lo permita— La preocupación de Limnátides era notable, corrí hacia parte de los viñedos cuidados del conde y con mi mente atraje al mar, arena y agua, lodo una tormenta de gran magnitud a mitad a mediados del verano. El sol muy brillante en lo alto del cielo pero el viento fuerte disimulaba todo lo que trajé.

El conde corrió a su gran mansión y los trabajadores no sabían para donde ir y lo siguieron. El viento, la arena y el agua formaron una especie de barrera entre la mansión y la fuente, una pared débil que con solo secarse se podía caer.

—Guthrie— Dijo la voz de un hombre en el viento, y abrí los ojos para ver de donde provenía, voltee a todas partes pero no había nadie o eso pensaba hasta que salió Agathe.

—Orión, ¿qué hiciste? —

—Proteger la fuente— Dije ella se acercaba a mi, pero solo di la vuelta para irme. Caminé por los viñedos hasta llegar a la parte boscosa.

De la nada salió Limnátides volando emocionada.

—Majestad ¿vio a Guthrie? —

—¿A quién? —

—Es tan guapo— Solo la miré sin decir nada, ¿qué era Guthrie?

Al día siguiente todos tuvimos que limpiar el desastre, desconocía la magnitud de mis poderes, pero no era solo yo también era Guthrie…

Veía el muro a lo lejos y no podían derribarlo, la débil pared de arena no parecía tan débil como debía ser y juraba que los gritos del conde se podían escuchar hasta la siguiente mansión.

—¿Cómo es posible que haya arena? ¡Esta no es una maldita playa para que estén pasando estas desgracias! — La rabia lo consumía y golpeó a uno de los esclavos que intentaban derribar el muro y se llevó a una mujer joven, yo solo veía de los viñedos, único motivo por qué el Conde tenía todo, el único viñedo de la zona. No eran tan populares.

El Conde se acercaba cada vez más. Tenía a la joven agarrada del cabello, y cuando me fijé bien era Agathe, que intentaba no gritar pero la brutalidad y fuerza con la que el conde la llevaba era tal que resistirse parecía no ser opción.

Cuando el conde estaba lo suficientemente lejos, cerca de una especie de bodegas, lo seguí de cerca. De pronto se escuchó un grito y era el conde descargando su ira, tenía a Agathe amarrada por las muñecas sobre un gancho, que se supone su propósito era mantener caballos, pero por lo visto no era esa la idea para hoy.

Damien me había dicho que eran problemas que no nos convenía pero la mirada de Agathe cayó en mi, con miedo y no pude resistir el impulso de correr a ella, apretaba con fuerza la madera de la bodega en la que estaba escondido.

—Majestad tiene que ayudarla—

—¿Por qué? —

—No puedo decírselo, pero si Agathe es lastimada más, el futuro puede ser muy terrible…—

—¿Qué tiene que ver Agathe aquí? —

Limnátides no pudo responder porque otro grito espantoso se escuchó, Agathe había sido arrojada a la dura paja, su espalda estaba igual de herida que la mía hace unos meses. El dolor que debió sentir no podía compararse con nada y se ponía peor al ver que el conde con su sonrisa casi filosa se acercaba.

—¡Majestad por favor! — Limnátides intentaba empujarlo, pero era imposible y una fuerza se apoderó de mí obligándome a cerrar los ojos y empezó una ligera llovizna que en cuestión de segundos era una tormenta, así los planes del conde se vieron frustrados.

Como el cobarde que era corrió a su mansión, aunque un baño no le haría mal…

Caminé hacia Agathe quien estaba llorando intentando levantarse por el dolor.

—¿Estás bien? —

—Si, yo solo…— Se notaba la dificultad de Agathe para lograr moverse y con cuidado la cargué en mis brazos.

—Orión no es necesario, por favor— Ella temblaba con frío y Limnátides trajo ondinas que formaron una barrera para que no cayera la lluvia sobre nosotros. Caminé con ella a través del bosque, tomando el camino largo para llegar a la cabaña de Damien.

—Agathe, no puedes caminar—

—Si puedo— Dijo tratando de hacer que la bajara, pero ignoré sus palabras. Yo solo miraba el camino, ya que Agathe intentaba cubrir su cuerpo con vergüenza.

Al llegar la baje.

—Espera— Las ondinas tenían las hojas con umuti, la poción que curaba a los dioses. Las ondinas estaban en fila para entregar las hojas.

—Voy a descansar Orión— Decía Agathe y su voz sonaba mucho más cansada de lo normal.

—Y lo vas a hacer, solo quiero curarte—

—No es necesario, mamá debe estar adentro—

—Quítate la blusa—

—¿¡Qué!? No… yo tengo esposo y…—

—Agathe no voy a hacerte nada, solo quiero curarte— Se rehusaba hasta que Limnátides se puso enfrente de ella, era visible para Agathe.