El hijo de Llarión

17. Enya

Un par de semanas pasaron, sospechosamente tranquilas. Sin maltratos por parte del conde, sin pelear con Cristophe, pero también sin interacción de Agathe.

Agathe no dijo nada de lo que vio en aquel árbol, tampoco de las tormentas misteriosas que causaba Orión, sin embargo, ese día ambos debían salir al centro de la ciudad de Laón, a órdenes del conde.

El camino entre ambos era silencioso, Agathe lo evitaba y no trataba de disimularlo. Al llegar al centro compraron algunas cosas para las fiestas del conde, manzanas, pan, pasteles recién horneados, los mejores cortes de carne y demás. Orión a lo lejos vio a una joven pelirroja, llevaba un peinado medio recogido, un vestido verde con bloanco y una canasta, sintió un impulso de ir tras ella.

—Agathe espera aquí, ya vuelvo—

—Orión, espera ¿Qué pasa? — Gritó Agathe y con la acción, la pelirroja escuchó eso y se apresuró a darse la vuelta y caminar más rápido, entre la multitud se perdió y Orión no consiguió alcanzarla.

—Yo la conozco ¿verdad?— Dijo Orión agitado al darse cuenta de que Limnátides la siguió.

—Majestad… Ella…— Se aclaró la voz —Ella es Enya… Usted la vio en un recuerdo suyo—

—Siguela—

—Majestad, no se puede—

—No era una sugerencia, era una orden—

—Pero majestad…—

—¡De inmediato!—

—Orión ¿Está todo bien?— La cálida voz de Agnés sacó de ese pequeño trance a Orión

—Si, no es nada. Sigamos con lo que nos encargó ese espanto— Dijo refiriéndose al Conde

—Basta, te puedes escuchar—

—Que lo hagan— dijo Orión a Agnés para continuar caminando con una expresión neutral como si nada hubiera pasado.

Orión siguió comprando cosas en el centro de la ciudad aún con el pensamiento de Enya, sabía que ella podía tener más respuestas sobre su pasado, en vez de hundirse en esas pequeñas lagunas mentales con cada pequeño fragmento de memorias que, por más que le diera vuelta al asunto, no encajaban. El recuerdo de Enya lo invadió, pero no era nada relevante, el aspecto de Enya tampoco era muy común ni nada discreto ¿Cómo es que la gente no se detuvo a observar con detenimiento? ¿Acaso no la veían?

—Agathe—

—¿Si?—

—¿Viste a esa joven? La pelirroja de cabello largo y vestido verde—

—Si, era muy bonita, tal vez era una noble ¿La conoces?—

—No—

Dijo Orion de manera fría y volteandose bruscamente para regresar a la mansión. Después de recorrer los largos caminos de Laon hasta llegar al único viñedo, el del Conde, el cielo se nubló, esas nubes eran casi negras, gigantes ¿En medio del verano? No puede ser… definitivamente Orión tiene que ver en esto, Agathe vio como Orión se escabulló en esa gran mansión hasta no ser visto en la noche.

En otro lugar en la mansión, Agathe le entregó todas las compras a las encargadas de la cocina. Pero al ir por un gran pasillo de camino al gran salón sintió un tirón en su brazo, como la ponían pegada a la pared y una gran mano cubría su boca.

—Mm…— Agathe no podía escapar pero se removía.

—¿Mon amour? Soy yo tranquila— Era Christophe, cubierto por la oscuridad, y quitó la mano de la boca de Agathe.

—¿Qué te pasa? Nos van a ver y nos vamos a meter en problemas—

—No va a pasar nada… ¿Sabes quién es el invitado especial del Conde?— Dijo Christophe cambiando de tema drásticamente.

—No— Dijo aún intentando liberarse.

—Es el gran obispo, una visita para revisar las tierras del conde. ¿Sabes qué puede significar?... Mon amour, responde— Dijo mientras pegaba su cuerpo al de Agathe y ella sentía la boca de él explorando su cuello, Agathe se sentía muy confundida.

—No… ¿A qué te refieres?— Dijo poniendo las manos en el pecho de Christophe, con el fin de tener un poco de distancia…

—Pronto nos casaremos y que mejor que el obispo— Dijo bajando la mano a la cadera de ella.

—Pero aún no le has pedido la mano a mi papá… Y—

—Basta de excusas, era cuestión de tiempo para que seas mi esposa… Vivimos en la misma casa, técnicamente somos marido y mujer… mi mujer, mon amour—

—Pero—
—¿No te gusta la idea? Hace cuanto hablamos de esto…— El cuerpo de Christophe se sentía caliente, Agathe no podía negarse.

—Hoy lo hablamos con papá y lo haremos— Dijo con el fin de alejarse de él. Y así lo hizo, Christophe se fue con la mirada oscurecida y ella rápidamente volteo, yendo al lado contrario del pasillo. Christophe tenía razón, vivían juntos, ellos eran esposos solo que sin título. Las acciones de Christophe cada vez se lo demostraban más, ella era suya, su mujer para siempre y en poco tiempo lo sería ante los ojos de Dios y el obispo.

Su mente también le traía las palabras de Orión “Tanto te ama, que se desquita todo contigo”, el moretón de su muñeca, la cercanía peligrosa de él, pero era su culpa ¿no? ella lo provocaba…

Todas las mujeres se veían así, entonces ¿era su destino también?... pero esa joven pelirroja, ella no era así

¿Era libre? Agathe se preguntaba como podría serlo ella también, si no estaba con Christophe, estaba atada a sus padres y de igual manera sería una decepción, la única hija mujer de una pareja de señores viejos… No pudieron tener ni un solo primogénito y estaba atada a ellos hasta la muerte, aunque eran sus padres y los amaba con todo el corazón, anhelaba sentirse como esa mujer pelirroja, irradiar el mismo fuego que ella, huir cuando quisiera y sobre todo dar ese aspecto de libertad y belleza.

—¿Por qué Enya está aquí? ¿No era mí misión? Va a arruinar mis planes, ¿acaso está loca?— Dijo Orión frustrado bajo el árbol a Limnátides.

—No lo sé majestad, Llarión no mencionó nada de eso además…—

—No me importa, averigualo y también porque está aquí Guthrie también— Dijo recordando lo que susurró el viento.

—Guthrie no está aquí majestad—

—¿Ah no? Entonces el viento no dice nada, sino que ahora escucho voces—

—Pero majestad…—

—Cállate, te di una órden cumplela ¡Ahora!— La ondina voló a lo alto del árbol y Orión se fue.



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En el texto hay: cuatro elementos, agua, orion

Editado: 03.10.2024

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