El Hijo del Rey

PRÓLOGO

Un mundo donde cada vez hay más oscuridad, en el que solo importa el dinero, la riqueza y el poder, aquel que finalmente termina consumiéndote. Mi deseo siempre fue ser el rey de una nación. Actualmente era el rey de Creciria, aunque desafortunadamente estaba arrepentido por malgastar el deseo de esta manera.

 

Estaba a punto de nacer mi próximo sucesor y mi mujer padecía de una enfermedad completamente desconocida para cualquier médico, incluso los mejores del reino. Lo único que tenían claro era el poco tiempo que le quedaba de vida, por lo que me tocaría criarlo. Había ido a la cueva donde habitaba Piasa, necesitaba hablar con él rápidamente.

 

- ¿Qué es lo que deseas ahora? - me preguntaba con poca paciencia.

- ¿Puedo cambiar mi antiguo deseo por otro? – pregunté desesperado.

-Lo siento, ya es muy tarde para ti – zanjó rápidamente con aires de superioridad -De hecho, estoy bastante cansado. Cada día intentas alimentarme menos y si sigues así, adelantaré la muerte de tu mujer.

-Así que sabes lo que iba a pedirte- comenté apenado mientras me daba la impresión de que me faltaba algo de aire.

-Bueno, quizás esté interesado en el nuevo sucesor -sugirió de repente, eliminando esa sensación de falta de aire que había sentido hasta hace un momento.

- ¿Qué quieres decir? -intenté alentarle a que lo dijera aun sabiendo que no iba a ser algo bueno.

-Te propongo alargar dos años más de vida a tu esposa si a cambio, cuando cumpla 8 años tu hijo accede a ambos tronos- sonrió maliciosamente sabiendo que no podía desobedecerle.

- ¿Por qué? Será un niño todavía. No estará listo para entonces -empecé a comentarle.

-Para eso estás tú, para prepararlo. Al fin y al cabo, ni si quiera te importa y así te reunirás con ella pronto. -zanjó rápidamente con su implacable autoridad.

 

En el castillo observaba con curiosidad a un bebé que no tenía maldad sostenido por los brazos de mi adorada mujer, presenciando una escena donde ambos me estaban sonriendo. No obstante, mi mente se encontraba en otro lugar, pensando en la posibilidad de alargar un poco la vida de Marie y en que al final, Piasa tenía razón.

 

Desde el embarazo ella se había puesto enferma y no había dejado de culpar a este bebé y teniendo en cuenta lo horrible que era este mundo, alguien debía enseñarle a verlo tal y como era. Por lo que traumarlo de niño evitaría su posterior sufrimiento, así que satisfecho con mi idea me dispuse a abrazarlos mientras cuidadosamente agarraba el collar para mostrarle mi aprobación al dragón Piasa.

 

Tres años después…

 

-Papá, -me llamaba Theo entre sollozos - ¿Por qué nunca vamos a ver a mami?

-Cállate, Theo. – le ordené fríamente mientras trataba de asimilar todo lo que me tocaría hacer a partir de ahora-Esto me duele más a mí que a ti, así que paso de explicártelo.

 

Simplemente se secó las lágrimas y me obedeció, parecía sencillo manipularlo. A partir de ese día, me dediqué a enseñarle muchas cosas que realmente no eran aptas para su edad como el manejo de la espada, esquivar a los oponentes y derribarlos. Y en cuanto a tema académico, a leer, escribir y algo de estrategia militar debido a que necesitaba que antes de que cumpliera los 8 años supiera emplear la técnica familiar de combate final. De vez en cuando intentaba huir, pero no podía escapar de mí y terminaba siendo duramente castigado mediante refuerzos de resistencia.

 

Los años iban pasando y por mucho que se quejara o llorara como un bebé, siempre lograba sorprenderme de su capacidad para comprenderlo todo tan rápido, además de tener mucho aguante a mis entrenamientos. En el fondo me sentía algo orgulloso, pese a que borraba esa idea de mi mente precipitadamente puesto que yo odiaba y siempre odiaría a mi hijo. Después de todo este príncipe me quitó a mi esposa e iba a terminar quitándomelo todo sin poder hacer nada, así que no necesitaba cuidar a alguien como él y, siempre que había una posibilidad de demostrarlo, no la desperdiciaba.

 

En el castillo comencé a invitarlo a que viera como trataba a todos los ciudadanos del pueblo con la finalidad de que también aprendiera a despreciarlos. Al fin y al cabo, todos eran inferiores a nosotros.

 

-Amado rey, mi padre está muy enfermo y ya no podemos pagar los medicamentos -comentaba una de las personas del pueblo que más insistía, a pesar de mis continuos rechazos – Se lo ruego, si nos ayuda prometo servirle en todo lo que haga falta para devolver el favor, o incluso para poder pagarlo todo con el tiempo.

-No necesito nada de ti -le corté mientras observaba como su mirada de súplica se volvía totalmente ajena y desesperanzada- Si no aguanta, entonces no estaba hecho para vivir.

- ¿Por qué? -me susurraba Theo -Ella necesita lo mismo que nosotros para mamá. Si el suyo puede salvarse, ¿qué tiene de malo ayudarla?

 

Sin pensarlo dos veces, mandé a dos escoltas a que llevaran a Theo a la habitación inmediatamente. Así rechacé más tranquilo cada propuesta que tratara de salvarle la vida a alguien. Después de todo, sino pude salvar a la única que me importaba, el resto de las personas eran totalmente innecesarias y carecían de valor para mí. Cuando terminé todo, me presenté en la habitación de mi hijo, y sin ofrecerle tiempo para reaccionar, le estampé una bofetada que lo tiró al suelo, mientras comenzaba mi dosis de resistencia diaria a base de patadas y puñetazos por todo el cuerpo.



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En el texto hay: pacto, dragones, medieval

Editado: 01.04.2024

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