El Hijo del Rey

CAPÍTULO 3.1- Primer contacto

Hoy el rey iba a estar ausente todo el día. Aproveché esa oportunidad para ir de inmediato hacia la casa de Aalis y la trajimos al castillo en seguida. Estaba cubierta con una capa, para que la gente no se hiciera alguna idea rara. Unos días antes le había pedido a Marcus que le enviara una carta. Tal y como esperaba, ella había convencido a su familia y se encontraba aquí finalmente, a la espera de conocer mi hogar.

 

- ¿El castillo es tan grande como dicen por dentro? -me preguntaba anonadada admirando el exterior.

-Tan grande que es un lugar ideal para jugar al escondite. – le contesté encantado de verla así.

-Genialll -me comentó feliz -Muchas gracias por invitarme, pensaba que estaba prohibido que alguien como yo esté en un lugar como este.

-Así es -le comentó Marcus que hasta el momento se había mantenido al margen.

- ¿Quéee? -gritó preocupada -Pero, esto es horrible…

-Tranquila, hoy el rey estará todo el día fuera -intenté calmarla apresuradamente. -La mayoría de los sirvientes libran y los pocos que hay me tienen el suficiente respeto para ocultar este delito.

-De todas formas, no te quedes mucho rato -advirtió Marcus -Yo no pienso hacerme responsable si os descubren.

 

Cuando entramos observé su cara de asombro, me comentó que le parecía más pequeño de lejos. Honestamente a mí me parecía excesivo. Cuando entramos procedí a enseñarle casi todas las salas a excepción del despacho, la zona subterránea y el cuarto del rey Joaquín. Hicimos un descanso para comer y entramos a mi habitación, donde Marcus se despidió de nosotros mientas pedía que no hiciéramos demasiado ruido para que pudiera descansar hasta la hora de devolver a Aalis a su casa. Una lástima pensaba que podría quedarse a dormir, pero era demasiado arriesgado y para ser su primera vez aquí, era más que suficiente.

 

-Tu habitación está muy vacía -me comentó sin preámbulos.

- ¿A qué te refieres? -le pregunté sin entender.

-No sé, es que apenas veo juguetes, no tienes cuadros tuyos a pesar de que podrías pedir muchos, las mantas son de un color neutro… -empezó a nombrarme -Solo tienes una espada tirada en el suelo que me puede decir que entrenas, ya sea por gusto u obligación.

-Bueno, el rey opina que todo lo que no sea entrenar o estudiar, es una pérdida de tiempo – le confesé algo incómodo -Y que bastantes juguetes tengo.

-Pues menos mal que puedes venir a verme cuando quieras, así podrás jugar todo lo que no se te permite aquí -y me dio un reconfortante abrazo, el cual le devolví encantado.

 

Salimos del cuarto cuidadosamente y nos dirigimos al pasadizo secreto del otro día. Tenía demasiadas ganas de enseñarle el prado. Conforme nos acercábamos, noté que empezaba a temblar un poco y le agarré la mano para intentar tranquilizarla.

 

-Es que… Me da un poco de miedo la oscuridad -me dijo tapándose la cara que estaba roja.

- ¿Y cómo puedes dormir por las noches? -le pregunté interesado.

-Pues… Me encienden la lámpara de la habitación, y si se va la luz por las lluvias me cogen de la mano para estar más calmada. Justo como estás haciendo ahora -me admitió.

 

No pude evitar reírme un poco al ver ese gesto tan adorable, gracias a este pasadizo había descubierto una nueva faceta sobre ella. Por desgracia, no podía encender la luz por si nos pillaba Marcus y se terminaba chivando al rey.

 

-No te burles -me pidió molesta a lo que le di un abrazo que duró unos segundos.

-Ahora estarás mucho mejor, ¿verdad? – le sonreí igual que la primera vez que nos vimos.

-Sí, ya empiezo a estar más tranquila -me devolvió la sonrisa – Muchas gracias.

-Oye, a todos nos da miedo algo – le espeté pacíficamente -Así que no te avergüences de estas cosas.

- ¿A ti qué te da miedo? – me preguntó mientras continuábamos avanzando.

-Mi padre -le confesé sin dudarlo dos veces.

- ¿Por sus enfados o castigos? -me interrogó.

-Supongo que él en sí -le contesté.

 

Una vez llegamos a la zona del pasadizo, le pedí a Aalis que se situara al lado del florero, entonces lo golpeé con la pelota en el mismo lugar que la última vez y automáticamente se abrió el camino con escaleras, pero esta vez sin heridos. Le pedí que confiara en mí y cerrara los ojos mientras le llevaba por el camino. Ella obedeció y sujetándola de la mano la dirigí yo mismo hacia allí. Cuando abrí la puerta le pedí que abriera los ojos cuidadosamente y, una vez se dio cuenta del hermoso prado que este pasadizo nos había traído, empezó a saltar de alegría mientras me abrazaba fuertemente.

 

-Es el final, es el final del prado -gritó eufórica -Lo encontraste, Theo.

-Nunca me habría imaginado que el final estuviera en mi propio castillo – le admití mientras aceleraba el paso para alcanzarla, había comenzado a correr por el prado eufóricamente y era muy rápida.



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En el texto hay: pacto, dragones, medieval

Editado: 01.04.2024

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