No es necesario que se dé la vuelta para saber quién es, aunque esperaba poder evitarlo durante la mayor parte de la velada. La mano tira de ella obligándola a girarse y enfrentarse a esos ojos verdes y brillantes y a esos malditos hoyuelos.
—Ania, creí que no vendrías.
—Si no querías que lo hiciera, no deberías haberme mandado una invitación.
Royce se lleva la mano a la cabeza con incomodidad y la suelta. Mira a su alrededor y dice en voz baja:
—¿Podemos hablar?
—¡Por supuesto que no! ¿Por quién me tomas?
Ania se da la vuelta de nuevo pero él la toma del brazo con sus dedos largos de pianista.
—Vamos… Ania…
Su voz suena como una súplica y las barreras que Ania ha construido alrededor de su corazón empiezan a desmoronarse. La pantalla del Espejo se ilumina, pero Ania ni siquiera lo mira. Sabe que irá con él.
Royce la toma de la mano con suavidad y tira de ella para llevarla al interior del edificio. Suben a la plataforma elevadora que los lleva al piso superior, un lugar que Ania se juró una y otra vez no volver a pisar. El ambiente diáfano del estudio no ha cambiado en todos esos meses. Los mismos muebles de madera de imitación le devuelven la mirada mientras camina tras él que, con un gesto de la mano, la invita a sentarse en el sofá de color gris.
Royce toma asiento junto a ella y carraspea con nerviosismo, lanzando miradas a la puerta como si tuviera la intención de salir corriendo. Pero la pantalla de su brazo no se ilumina para mostrarle las consecuencias de esa posibilidad.
—Ania, quería disculparme contigo… Lo que hice fue…
—Me engañaste. Sabías qué consecuencias traería tomar esa decisión y aún así lo hiciste.
—Lo sé. Fue un error.
—Un error… —Ania suelta una carcajada—. Un error es confundir el azúcar con la sal, olvidar apagar la luz al salir, o perderse en una ciudad desconocida. Aquello fue deliberado.
—Por favor, Ania… Te echo de menos… No sabes cuánto.
—Ya veo. Te has cansado de ella y ahora vienes a buscarme… hasta que encuentres otra sustituta—Ania se pone en pie—. Será mejor que me vaya.
—¡Espera!
Royce la toma del brazo para detenerla. Con suavidad, la obliga a sentarse de nuevo a su lado. Sus manos se deslizan desde su muñeca a lo largo de su brazo hasta acariciar su mejilla. Su respiración agitada la delata. Está deseando besarle y Royce lo sabe. Esboza una sonrisa complacida y se inclina sobre ella. Sus labios buscan los suyos, recorriendo con su lengua los recovecos que parecían haber olvidado. Con un suspiro, Ania rodea el cuello de Royce con sus brazos y, por unos segundos se deja llevar, con los ojos cerrados. Las manos de Royce la recorren encendiendo cada centímetro de su cuerpo, sin embargo, el recuerdo del cuerpo de él moviéndose de forma rítmica contra aquella chica le golpea con fuerza haciendo que se separe de él con un movimiento brusco.
Royce la mira confundido, aún con las manos rodeándola. Intenta acercarla de nuevo, pero Ania se aparta con una mueca de dolor.
—No, Royce.
—¿No…? ¿Por qué?
—No voy a sucumbir a tus encantos.
—Entonces, ¿para qué has venido a la fiesta? —pregunta él con voz helada. Ania se tensa al escucharlo—. Estabas deseando que esto pasara, ¿no es cierto? Para eso estás aquí. Así que vuelve a sentarte, Ania. O si prefieres podemos hacerlo en cualquier otro sitio. ¿La ducha, tal vez?
—He dicho que no.
Ania se aleja de él con cautela. Royce sonríe, se lleva la mano al oído y dice:
—Parece que tenías razón, Diwan…
Cuando la puerta de entrada se abre a su espalda. Ania siente que la sangre se le hiela en las venas. Su mente es un barullo de pensamientos y la pantalla de su brazo parpadea mostrándole una y otra vez la misma imagen, como si todas y cada una de sus decisiones futuras llevaran a un solo destino.