Ayoub la ayuda a sentarse una vez que las nauseas desaparecen. Se agacha frente a ella hasta quedar a la altura de su mirada y le alza el rostro con suavidad. Sus ojos marrones, llenos de compasión se encuentran con los de ella, que reflejan un terror palpable. Ayoub no se sorprende. La Agencia de Decisiones se ha encargado de sembrar el miedo en torno a los suburbios para que nadie se atreva a acercarse a ellos y él y su grupo lo han aprovechado a la perfección.
Los suburbios, aquellos barrios marginales donde los edificios altos bloquean la luz del sol, son un mundo aparte. La energía solar, la base del Espejo, el dispositivo que controla cada aspecto de la vida en la ciudad, no funciona de manera eficiente en este lugar. Esto ha dado lugar a una economía sumergida donde se comercian dispositivos ilegales o modificados que alteran la señal del Espejo, permitiendo que personas, sobre todo criminales, tomen decisiones sin ser monitoreadas. Un escenario perfecto para las actividades de su grupo.
—Ania, escúchame, ¿de acuerdo? —dice Ayoub con voz clamada, intentando tranquilizarla—. Tu espejo estaba fallando, ¿te acuerdas de eso? ¿Y sabes qué pasa cuando un Espejo falla?
Ania traga saliva con dificultad y responde en un hilo de voz:
—¿Lo reparan?
Ayoub niega con la cabeza.
—No. No lo reparan. El sistema del Espejo está grabado en tu cerebro, en el corte prefrontal… Justo aquí—dice tocando con delicadeza su frente—. No es un chip como se cree. Puede que lo fuera hace doscientos años, pero ahora la información se transmite a través de impulsos eléctricos.
—¿Y qué hacen si no pueden repararlo?
—La única opción que tienen es apagarlo.
—¿Eso es lo que me ha pasado? ¿Me han apagado y por eso estoy aquí? —dice Ania con un gemido agarrándose la garganta con ambas manos.
—No. Si te hubieran apagado… no estarías aquí.
Ayoub aprieta los labios hasta formar una delgada línea. Siempre ha odiado contar esta parte. Odia ver el miedo y la confusión en el rostro de los nuevos, a pesar de que no son muchos los que sobreviven a la desconexión. Si no fuera por Batista, tanto ella como el resto habrían acabado en el incinerador.
—La desconexión es un proceso complejo y peligroso—explica manteniendo el tono suave de la voz—. Se debe borrar la información del cerebro con extrema precisión, ya que cualquier error podría provocar una muerte cerebral inmediata seguida de un fallo multiorgánico: los microbots de salud dejarían de funcionar, las células epiteliales autorejuvenecedoras se revertirían, las retinas cubiertas de micropantallas se bloquearían… Un desastre.
—¿Qué… qué quieres decir? ¿Dónde estaría? —pregunta Ania con evidente nerviosismo. Ayoub le aguanta la mirada, sabiendo que lo que va a decir no será fácil.
—Muerta, Ania. Estarías muerta. — dice con firmeza, sin darle tiempo a asimilar la información. No quiere que entre en pánico, al menos no todavía—. La Agencia de Decisiones nunca permitiría que un fallo en el sistema echara por tierra todo su trabajo. ¿Qué crees que hacen en esas oficinas?
Ania duda, insegura.
—¿Comprobar que no tomamos malas decisiones? —pregunta ella en un susurro tan bajo que Ayoub debe acercarse para escucharla.
—¿Crees de verdad que les importa lo que haces? No, Ania. La maldad sigue existiendo, las cosas malas siguen sucediendo todos los días. La Agencia se encarga de ocultarlo y culpar a los suburbios. Su verdadera función es buscar anomalías: personas como tú, cuyo Espejo empieza a fallar de repente. Personas cuyo propio cerebro se rebela contra lo establecido, que no se conforman con las decisiones y los resultados del Espejo.
—Pero yo… No. Yo no soy así. —niega Ania con vehemencia, apartando a Ayoub con brusquedad y poniéndose en pie—. Quiero salir de aquí. Esto es un error.
Ayoub ladea la cabeza y se levanta también. Señala la puerta con desgana y sonríe como si aquello le aburriese.
—Adelante. Hazlo. Aunque no sé si sería la decisión más acertada.
Ania mira su brazo, buscando encender la pantalla de su Espejo, pero no responde. La confusión se refleja en sus ojos. Como les pasa a todos, no sabe qué hacer. Pasa por delante de ella en dirección a la puerta mientras dice:
—Eso pensaba.